miércoles, 31 de agosto de 2016

Festival de Teatro Clásico de Mérida



Teatro romano. Mérida 2016

           El pasado fin de semana me desplacé una vez más a Mérida para asistir por primera vez al Festival Internacional de Teatro Clásico. Era algo que quería hacer desde hace tiempo pero por circunstancias diversas no había podido materializar hasta ahora. Igualmente, y debido a vicisitudes varias he debido posponerlo durante todo el verano hasta el día de la clausura de la 62 Edición.
La obra en sí dedicada al emperador Marco Aurelio era lo de menos. Lo impresionante para mí fue contemplar en directo como volvía a la vida el teatro romano que más me gusta de los que se conservan. Me emocioné muchísimo al ver su espectacular fachada iluminada en contraste con la espectral oscuridad del graderío, acariciada en todo momento por un cielo tachonado de estrellas.


Teatro romano. Mérida 2016

Un espectáculo único. Mi agradecimiento a Augusto y Agripa por habernos regalado semejante joya y haberla concebido tan bella y, a la vez, tan duradera para que aún hoy pueda realizar la misma función para la que fue concebida, al menos durante los meses de julio y agosto de cada año.
El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida es el más antiguo de los que se celebran en España. Su primera edición tuvo lugar en 1933, sin embargo debido a la inestabilidad de España en los años sucesivos, no se retomó hasta 1953. Actualmente es una referencia en toda España para este tipo de representaciones.


Marco Aurelio de Agustín Muñoz Sanz. Mérida 2016

jueves, 25 de agosto de 2016

Italia mía


La abandonada. Sandro Botticelli. 1500. Roma. Colección Rospigliosi


       Italia ha vuelto a temblar, dejando nuevamente un escenario apocalíptico de destrucción y muerte. Esta vez a sólo a 140 kilómetros de Roma, que ha sentido la intensidad de la onda sísmica en sus propias entrañas. 20 segundos han bastado para sumir a Amatrice, Accumoli, Norcia, Pescara del Tronto entre otras localidades en la más atroz de las pesadillas. Otro 24 de agosto…como aquel del 79 d.C. en el que el Vesubio arrasó Pompeya y todos las localidades situadas en sus laderas. Funesta casualidad para un territorio muy maltratado por los fenómenos de la naturaleza.
Lo he dicho en muchas ocasiones y no dudo en repetirlo, cada vez que cae un trozo de Italia, se rompe un trozo de mi corazón. Siento el dolor de Italia como si fuera mío pues a ningún lugar me siento tan unida como a esa tierra que siempre me lo ha dado todo. 
Porque Italia no es sólo un país, es la historia y el arte en estado puro, es la alegría y belleza de sus gentes que siempre me hacen sentir como en casa, es un perfil de paisajes incomparables desde los Alpes hasta los acantilados de Capri donde el cielo se funde con el mar en un infinito matiz de pinceladas etéreas, es Florencia bajo la nieve avistada desde el Piazzale Michelangelo, es Milán adivinándose entre las miles de agujas del Duomo, es Venecia mecida por una góndola, es un atardecer eterno a los pies del Capitolio donde el tiempo se detiene para ver languidecer el día sobre el Coliseo. Es el sueño de Augusto, que la concibió como la antesala perfecta para su ciudad de mármol.
Italia es en definitiva la materialización de la belleza más absoluta pero a la vez amarga, pues en ella radica su infinita fragilidad. Sus idílicos pueblecitos que encierran como ningunos el sabor de una historia milenaria están construidos con materiales muy antiguos y vulnerables a las ondas asesinas lo que ha ocasionado miles de muertes sólo en el último siglo, casi 600 en los últimos 7 años; un panorama desolador que ha arruinado a su vez mucho del patrimonio histórico artístico más impresionante del mundo. Sin embargo, los edificios pueden volver a reconstruirse, las vidas humanas rotas, no.
Imposible añadir nada más…mi corazón y mis lágrimas están con el pueblo italiano. Siempre.
Ante tanta desolación el único resquicio para la esperanza me lo trae el recuerdo de la primera estrofa del himno nacional italiano: “Fratelli d’Italia, l’Italia s`è desta, dell' elmo di Scipio s'è cinta la testa”. ("Hermanos de Italia, Italia se levanta, del yelmo de Escipión se corona la cabeza”). Italia siempre se ha levantado y, aunque ahora esté de rodillas, lo volverá a hacer porque por sus venas corre la misma fuerza y determinación que hace casi 2800 empujó a una pequeña ciudad de pastores de la orilla del Tiber a dominar un mundo que aún hoy es deudor de su legado.



"Quando le luci  si spegneranno
nel profondo dell’anima,
sentirai che la tua vita ascapperà via.

Ma il bello dei sogni eterni
è che non fisniscono mai.

Così un giorno non troppo lontano
le lacrime si asciugeranno
e il sole tornerá a splendere su di te…
non avrai più paura, soltanto la speranza
di un domani"

miércoles, 3 de agosto de 2016

Nuevamente Agosto

              Una vez más nos encontramos en el mes que el Senado dedicó a mi querido emperador. Mes de vacaciones por excelencia, el mismo Augusto se encontraría en estas fechas abandonando la calurosísima Roma en dirección a Capri o a cualquiera de sus maravillosas villas en el sur de Italia.

Isla de Capri

              Es curiosa su relación con la Isla de Capri, mucho más bonita y menos siniestra que la que uniría a su sucesor Tiberio con este idílico enclave. Cuenta Suetonio que durante el año 29 a.C. cuando el aún conocido como César Octavio volvía de Oriente como único dueño del mundo romano tras derrotar a Marco Antonio y Cleopatra, desembarcó en Capri. Durante el tiempo que permaneció allí una encina antiquísima comenzó a dar signos de vida. Augusto interpretó este hecho como un augurio favorable por lo que arrebató la isla a Nápoles a cambio de la más fértil y grande Ischia, poniendo Capri bajo dominio de Roma. “Al ver, en la Isla de Capri, que las ramas de una viejísima encina, que ya se inclinaban lánguidas hacía el suelo, reverdecían a su llegada, se alegró tanto que cambió con la ciudad de Nápoles esta isla por la de Ischia” (Suetonio. Vida de Augusto. 92).
              Así Capri se convirtió en la residencia imperial durante el período estival y, en consecuencia, en el centro del mundo. Como Augusto era un trabajador infatigable incapaz de reposar por mucho tiempo, se dedicó a reunir fósiles y armas prehistóricas dispersos por la isla creando en su villa el primer museo de la historia. También realizó la nueva organización jurídica administrativa de Capri y el establecimiento de las primeras fábricas imperiales, comenzando la fama y esplendor de este lugar único.

Villa Jovis o villa de Tiberio. Siglo I a.C. Capri
Fuente: http://www.ambitalia.com.uy/capri/que-hacer-en-capri.php

              Así y todo, Augusto bautizó a la Isla como Apragopolis, la ciudad del dolce far niente (del dulce no hacer nada) debido a la desidia en que caían los nobles que se retiraban allí (Suetonio. Vida de Augusto. 98,4).
              Ahora yo también me voy de vacaciones. En septiembre volveremos con muchas más reseñas sobre el más grande emperador romano y sus sucesores. Feliz mes de Agosto!.