martes, 24 de julio de 2018

La caída de Mesalina

Tras 9 años de matrimonio con el emperador Claudio en los que había aprovechado su poder para conseguir todo lo que se proponía, al mismo tiempo, que había llevado una vida de lujuria y vicios con múltiples amantes, e incluso visitando de manera clandestina los más famosos burdeles de la ciudad, Mesalina comenzó a volverse temeraria.

Mesalina. Eugène Cyrille Brunet. 1884. Rennes. Museo de Bellas Artes
Fuente: De Caroline Léna Becker - Fotografía propia, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19246428

Su pasión por Cayo Silio, el considerado más bello de los jóvenes romanos, hizo que se volviera descuidada. Según los historiadores antiguos, tras obligar a Silio a divorciarse de su esposa iba a verlo con toda pompa, sin nada de disimulo, y aprovechando las ausencias de Claudio, trasladaba hasta la casa del senador objetos de valor del palacio imperial e incluso sirvientes. Éste aunque con reservas, lo aceptaba, ante el temor de despertar la ira de la emperatriz.
Durante un viaje del emperador a Ostia para visitar las obras del nuevo puerto, Mesalina y Silio se casaron, con la idea de derrocar a Claudio y asumir ellos el trono imperial. Las fuentes hablan sobre las dudas de la emperatriz a la hora de llevar a cabo este enlace pues temía que cuando Silio consiguiera todo lo que quería se desasiera de ella. Sin embargo, el ansia por hacer algo prohibido fue más fuerte que su prudencia. “Mesalina, hastiada por la facilidad de sus adulterios, se lanzaba a placeres desconocidos, cuando también Silio se puso a urgirla para romper con los disimulos, movido por una fatal ausencia de cálculo o pensando que los peligros mismos serían el remedio de los inminentes” (Tácito. Anales. 26, 1).


Camafeo que representa a Mesalina y sus hijos. Siglo I d.C. Viena. Museo de  Historia del Arte
Fuente: De Clio20, CC BY-SA 3.0, 

Los libertos leales a Claudio, encabezados por Narciso, vaticinando que podían perder su posición si la conjura prosperaba, se trasladaron a Ostia para advertirle de lo que se tramaba en su contra. Con ellos llevaron a Calpurnia, antigua concubina del César, al que éste tenía confianza plena. “¿te has enterado- le dijo [Narciso]- de tu repudio?. Pues el matrimonio de Silio lo ha visto todo el pueblo, el Senado y el ejército, y si no te das prisa en actuar, el marido se habrá hecho con la ciudad? (Tácito. Anales. 30, 3).
En ese momento, Claudio, aturdido e inseguro, se reunió con los altos cargos de su gobierno, entre ellos el Prefecto del Pretorio y el Prefecto del suministro del grano. Se organizaron las cohortes pretorianas y avanzaron al encuentro de los nuevos esposos, que ajenos a todo celebraban en su casa un simulacro de la vendimia, en el que “Mesalina, con el cabello suelto, agitando un tirso, y a su lado Silio coronado de hiedra, llevando conturnos, movían violentamente la cabeza entre el clamor de un coro procaz. Cuentan que Vettio Valente se subió en su frenesí a lo alto de un árbol, y que, cuando le preguntaron qué veía, respondió que una tremenda tempestad que venía de la parte de Ostia” (Tácito. Anales. 31, 2-3).

La Bacanal de los Andrios. Tiziano. 1523-26. Madrid. Museo del Prado
Fuente: De Tiziano - Prado, Dominio público, 

Cuando los participantes de la orgía se dieron cuenta que Claudio se encaminaba hacia allí para tomar venganza, Silio escapó hacía el Foro para disimular, los asistentes huyeron en desbandada y Mesalina salió sin vacilar al encuentro del emperador, como si fuera una mendiga, para implorar su perdón. De repente se había quedado completamente sola.
Los centuriones apresaron a muchos de los asistentes a la boda y al propio Silio. Todos fueron condenados a muerte. Mesalina, al constatar que no podía acercarse al César, pues los libertos lo tenían bien custodiado se escondió en los Jardines de Lúculo. Claudio permanecía en estado shock, siendo Narciso quien asumió todo el control. Según Tácito si éste no hubiera acelerado su asesinato, dando la orden como si fuese de parte del emperador, la emperatriz hubiera conseguido que Claudio la perdonase. “Entretanto Mesalina, en los jardines de Lúculo, trataba de prolongar su vida, amañaba ruego no sin esperanza y por momentos llena de ira: ¡tanta soberbia exhibía en sus momentos postreros!. Y si Narciso no hubiera acelerado su asesinato, habría logrado volver la perdición sobre su acusador. Pues, Claudio, tras volver a casa y calmarse con un prolongado banquete, una vez que se calentó con el vino, manda que vayan y avisen a aquella desgraciada- pues tal palabra cuentan que usó- que al día siguiente compareciera a pronunciar su defensa. Cuando oyó esto y vio que languidecía su ira, que volvía el amor y temiendo, si no se actuaba con decisión, a la proximidad de la noche y al recuerdo del lecho de la esposa, corre Narciso y ordena a los centuriones y al tribuno que estaban de guardia que ejecuten el asesinato”. (Anales. 37, 1-3).

Mesalina (Sheila White) y Claudio (Derek Jacobi) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976

En sus últimas horas, Mesalina estuvo acompañada únicamente por su madre Lépida, la cual no se había llevado bien con su hija en los buenos tiempos, pero quiso acompañarla hasta al final. Aquella, “estaba aconsejándole que no esperara al ejecutor: su vida ya había pasado, y no debía pretender más que una muerte honrosa. Pero en aquel ánimo corrompido por las pasiones no quedaba sombra de honestidad; se prolongaban sus lágrimas y sus inútiles quejas, cuando los que llegaban forzaron la puerta y el tribuno se quedó en pie en silencio ante ella, en tanto que el liberto la increpaba con injurias abundantes y propias de un esclavo” (Tácito. Anales. 37, 3-4). “Sólo entonces entendió [Mesalina] a fondo su situación, y tomando un puñal lo blande en vano, a causa del temblor, contra su cuello y su pecho, hasta que es atravesada por la espada del tribuno. El cuerpo le fue dejado a su madre” (Tácito. Anales. 38, 1-2). Era el año 48 d.C. Mesalina contaba con 23 años.

La muerte de Mesalina. Francesco Solimena. 1708

Según el mismo autor, Claudio no manifestó sentimiento alguno, ni de alegría ni de tristeza, cuando descubrió que Mesalina había muerto. El Senado decretó la damnatio de su memoria haciendo desaparecer cualquier vestigio de la presencia en este mundo de la emperatriz.
He adoptado la versión de Tácito de todos los acontecimientos que ocurrieron esos días por ser la más completa, aunque no podemos discernir hasta que punto son ciertos todos los detalles que aporta el historiador. Suetonio muestra a un Claudio más implacable y frío a la hora de aplastar la revuelta. Y no tardó en volver a contraer matrimonio, por lo que su pena por la traición y pérdida de su joven esposa es algo dudosa.
Lo que sí podemos asegurar es que Mesalina cayó víctima de su propia ambición y capricho. Nadie mostró dolor por la emperatriz pues su comportamiento con todos fue siempre déspota e inmisericorde.


Moneda con la efigie de Mesalina

lunes, 16 de julio de 2018

La Villa de Mesalina

“Aun hoy cuando el lujo ha llegado a tanto exceso, los jardines de Lúculo, se cuentan entre los más magníficos de los emperadores” (Plutarco. Lúculo, XXXIX).
Si bien Plutarco escribió sus Vidas Paralelas casi 200 años después de la muerte de Lúculo, como deja bien claro en su texto sus espléndidos jardines todavía despertaban gran admiración en siglos sucesivos.


Reconstrucción de la Villa y Jardines de Lúculo

Lucio Licinio Lúculo vivió  entre los años 118 y 56 a.C. Partidario de Sila, tuvo un papel relevante en la tercera guerra mitridática. Anulado con posterioridad por Pompeyo el grande, volvió a Roma en torno al año 66 a.C., donde amargado por haberse visto privado de un triunfo, se retiró de la vida política, dedicándose a una existencia de lujo y ocio, lo que pudo permitirse gracias al inmenso botín de guerra amasado durante sus años en África.
Por ello, en el monte Pincio se construyó una espectacular villa, cuya magnificencia fue sólo igualada por la Domus Aurea levantada por Nerón tras el incendio de Roma del año 64. Alrededor de ella, Lúculo creó los más impresionantes jardines que se habían visto, en los que introdujo especies no conocidas en Roma hasta ahora, como el melocotón, la cereza o el albaricoque. Parte de estos jardines se conservan en el Pincio mientras que la villa se encontraba en la zona de la Trinità dei Monti y Piazza di Spagna.


Villa Médicis en la actualidad


Años después los jardines fueron adquiridos por Valerio Asiático, y tras su muerte Mesalina se apoderó de ellos y de la espléndida villa. Las fuentes antiguas insinúan que la caída de Valerio Asiático fue orquestada por la emperatriz sólo porque ambicionaba los jardines. Lo cierto es que desde este momento se convirtieron en propiedad de la familia imperial.
En el Renacimiento en el mismo lugar comenzó a construirse una villa que en 1576 fue adquirida por Fernando I de Médicis y acabada por Bartolomeo Ammannati; es la famosa Villa Médicis inmortalizada por Velázquez y que aún hoy se alza en el mismo lugar albergando la Academia Francesa en Roma.


Vista del Jardín de la Villa Medicis en Roma. Diego Velázquez. 1630. Madrid. Museo del Prado
Fuente: De Diego Velázquez - Galería online, Museo del Prado., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=45401505

Desde el año 2007, trabajos de restauración en la zona de Piazza Spagna sacaron a la luz restos de la Villa, en concreto de una escalera monumental que unía los diferentes niveles de la colina hasta llegar a un ninfeo semicircular gigantesco, compuesto por una amplia gruta artificial donde se sucedían juegos de agua procedentes del Acqua Virgo, la misma que surte a la Fontana de Trevi. También se encontraron restos de mosaicos y esculturas, de inspiración egipcia, muchos de la época de Mesalina.
Tanto amaba la emperatriz el lugar, que aquí se refugió tras caer en desgracia, siendo asesinada por la guardia imperial en la villa que tanto había codiciado. Su última mirada fue hacia los jardines de Lúculo que habían llegado a sus manos con sangre y, que nuevamente se regaban con la sangre de una joven que arruinó su vida de opulencia cegada por la ambición.

domingo, 8 de julio de 2018

El Juicio a Valerio Asiático

Décimo Valerio Asiático era una senador que había accedido al consulado en dos ocasiones, en el año 35 bajo Tiberio y en el año 46 con Claudio. Había sido uno de los conspiradores que acabaron con la vida de Calígula, aunque nunca se le relacionó con el crimen. Considerado uno de los hombres más ricos de su tiempo poseía los jardines más famosos de Roma, que habían pertenecido a Lucio Licinio Lúculo, los Horti Luculliani, en el Pincio (zona hoy ocupada por los jardines de Villa Borghese).


Reconstrucción de los Jardines de Lúculo (Maquettes de Rome)

Retirado de la vida pública, Asiático fue acusado de haber cometido una serie de crímenes por un antiguo socio de Germánico, Publio Suilio Rufo (entre ellos el adulterio y la traición). Al juicio privado asistieron tanto Claudio como Lucio Vitelio, devoto admirador de Mesalina. Asiático fue condenado a muerte manifestando de forma explícita su desprecio al régimen de Claudio.. Después de asegurarse de que las llamas de su pira no dañaran los árboles de su jardín, Asiático se abrió las venas. Sus últimas palabras fueron “hubiera sido más honroso para él perecer por las malas artes de Tiberio o la violencia de Cayo César (Calígula) que por el engaño de una mujer y la impúdica lengua de Tiberio” (Tácito, Anales, XI, 3, 2),


La muerte de Valerio Asiático. Raffaele Postiglione. Silgo XIX

Mesalina, había asistido al juicio en primera línea. Era por todos sabido que la emperatriz ambicionaba los maravillosos jardines y la villa propiedad de Asiático. Los senadores, que seguían sin aceptar a Claudio, a pesar de sus eficaces gestiones, montaron en cólera al identificarla claramente como la pieza fundamental en la caída del ex cónsul movida por el deseo de poseer los jardines, lo que dejaba a Claudio nuevamente como un pelele gobernado por esclavos y mujeres, según sus enemigos.



La emperatriz Mesalina. Florencia. Galleria degli Uffizi

domingo, 1 de julio de 2018

La otra política exterior

              
Claudio. Siglo I d.C. Nápoles. Museo Arqueológico Nazional


             Además de la incorporación de Britania al Imperio Romano, Claudio reorganizó otras áreas del mismo.
              Por un lado quiso consolidar su posición en Mauritania, provincia anexada sólo unos años antes por Calígula, que había mandado asesinar al rey Ptolomeo, primo suyo como nieto también era de Marco Antonio. El pueblo no recibió de buen grado la muerte de su rey por lo que estalló una rebelión que duró dos años.

Ptolomeo de Mauritania. Siglo I d.C, París. Museo del Louvre

Claudio se volcó en la conversión del reino en una provincia, por lo que envió a Suetonio Paulino al frente de un ejército hasta los límites de Mauritania y más lejos aún, donde se encontraron árboles y todo tipo de animales nunca vistos hasta entonces que podían ser llevados a Roma para exhibirlos en espectáculos públicos.
Las tribus rebeldes fueron sometidas y Mauritania fue dividida en dos provincias imperiales: la occidental o Tingitana con su capital en Tingis (Tánger) y la oriental o Caesariensis con su capital en Caesarea (Cherchell). Al frente de cada una de ellas Claudio nombró gobernadores a procuradores del orden ecuestre.

Mapa de Mauritania y  Numidia

Al mismo tiempo anexó las provincias de Tracia, Nórico, Panfilia, Licia y Judea en la que fue la mayor expansión del imperio desde tiempos de Augusto.
          Para consolidar estas provincias, éstas recibieron contingentes de ciudadanos romanos,  que fueron asentados en colonias o municipios.