“Ni en aquel momento ni jamás en los tiempos que siguieron pudo
soportar la consciencia de su crimen, a pesar de verse confortado por las
felicitaciones de los soldados, del Senado y del pueblo, y a menudo confesó que
el fantasma de Agripina lo perseguía, al igual que las Furias con sus golpes y
sus antorchas ardiendo”.
Suetonio.
Vida de Nerón, 34, 4.
Remordimientos de Nerón tras la muerte de su madre. J. William Waterhouse. 1878
Fuente: Di John William Waterhouse - sconosciuta, Pubblico dominio, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1170898
El cadáver de Agripina fue incinerado rápidamente y sus cenizas fueron enterradas
junto a un promontorio con vistas al mar. Nerón partió precipitadamente hacia
Nápoles aunque algunos historiadores antiguos recogen que visitó antes el
cuerpo inerte de su madre y que lo contempló desnudo. Es difícil de saber si
esto fue cierto, aunque dadas las circunstancias del primer fallido intento de
asesinato no dudo que Nerón quisiera asegurarse de que Agripina estaba
definitivamente muerta. De esta manera, al ver el horror en el cuerpo de su
madre, es más sencillo de explicar las horribles pesadillas que lo
aterrorizaron hasta el final de sus días, y que Suetonio deja patente en el
fragmento que puede leerse en el párrafo anterior.
Porque
a pesar de que el pueblo, el Senado y los pretorianos (inducidos por Burro)
aceptaron y felicitaron al emperador por haber acabado con la mujer que
conspiraba para arrebatarle el trono, Nerón sintió profundamente el matricidio.
Ni siquiera la carta que Séneca escribió para convencer al Senado de la
necesidad política del asesinato, alivió la desazón que le produjo la muerte de
Agripina. De ahí que dejara incluso de portar el brazalete que ella mandó
hacerle con la piel de la serpiente que apareció en su cuna, cuando era un
bebé, pues el recuerdo de su madre lo atormentaba. Tan apegado estaba a esta
joya talismán, que en los peores tiempos de su vida, intentó buscarlo en vano.
Así y todo, para que
todos olvidaran el asunto y no se hablara más de ello volvió a Roma desde
Campania siendo recibido por una multitud que lo aclamaba y organizó unos
espectaculares juegos dispersos por toda la ciudad. El eterno remedio para
todo, el tan romano panem et circenses volvió
a funcionar nuevamente.
Nerón. Siglo I d.C. Cagliari. Museo Arqueológico
En esa línea, ese mismo
verano celebró en la otra orilla del Tíber un festival privado para celebrar el
primer afeitado de su barba. Fueron los denominados Juvenales. Nerón contaba 21
años y aprovechando la euforia colectiva subió por primera vez a un escenario
tocando la lira y entonando un canto que fue aplaudido largamente. El emperador
fue muy aclamado y comparado con Apolo. No obstante, Burro y Séneca
manifestaron su disgusto ante este comportamiento impropio del dueño del mundo.
“Nada nos lava el cerebro y nos esclaviza
más que el resplandor del espectáculo” así manifestaba el filósofo a un
amigo en sus Cartas (14,6), en la que
sin nombrarlo se mostraba muy crítico con Nerón.
En esta época también,
libre del yugo de Agripina, comenzó a montar en cuadriga en el Circo que
Calígula había construido en la colina Vaticana, algo que también estaba mal
visto por la sociedad romana.
Todo en vano para
intentar alejar de su mente el execrable crimen que lo marcaría de por vida.
Muy interesante pero...........
ResponderEliminar"lava el cerebro..." ¿es una expresión de la Roma Clásica?
Seguro que en latín se decía de otra forma más antigua.
En definitiva, demasiado joven para tan execrable crimen.
Es una expresión traducida, pero en definitiva es lo que quería decir Séneca. La verdad que sí, y lo dicho, la sombra del mismo le persiguió toda su vida. Un saludo
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