viernes, 18 de enero de 2019

Tito Livio


Monumento a Livio en Padua

            Tito Livio fue, además de uno de los más grandes historiadores romanos, maestro del emperador Claudio y uno de sus mayores inspiraciones a la hora de escribir.
              Miembro de una familia acomodada, Tito Livio nació en Padua en el año 59 a.C. Adquirió una buena formación en Grecia mientras que en su Padua natal estudió retórica y filosofía, formación que continuó en Roma, a donde se trasladó cuando contaba 24 años, aproximadamente durante los años en la que las tensiones entre el futuro Augusto y Marco Antonio se iban acercando a su punto culmen.
A pesar de su fascinación por la época republicana, Livio entabló una gran amistad con el primer emperador romano, al que no dudó en criticar en sus obras, sin que afectara al aprecio que Augusto sentía por él. De hecho, el Príncipe apodó al historiador cariñosamente como el “pompeyano” por el gran espacio que dedicó en sus libros a las grandes figuras de esa época.
              Su obra maestra fue Ad Urbe Condita, una vasta producción sobre la historia de Roma que abarcaba desde los orígenes hasta el año 9 a.C.. Casi inmediatamente se convirtió en fuente principal en la historiografía romana, pues Livio fue muy admirado ya por sus contemporáneos como Séneca. También fue un referente para Quintiliano, Plinio el joven, Marcial y Tácito entre otros. Sin embargo, su gran momento tuvo lugar durante el humanismo, llegando a ser elogiado en su canto al infierno por el mismísimo Dante Alighieri y siendo muy admirado por Petrarca y muchos otros escritores del Renacimiento italiano. Su influencia también es notoria sobre filósofos como Maquiavelo, Voltaire y Montesquieu.




De la obra sólo se conservan 35 de los 142 libros. Livio concebía la historia desde un punto de vista moral y su obra más que científicamente construida está concebida como un poema que canta la grandeza del pueblo romano, por eso se permite el lujo de intercalar entre la narración reflexiones propias. Está construida fundamentalmente a partir de la fusión de varias fuentes que él reelaboró según la conveniencia de su relato por lo que su veracidad depende de la autenticidad las mismas. Los libros conservados se estructuran de la siguiente forma:
  • Los diez primeros se centran en Rómulo, el período de los 7 reyes y hasta el año 293 a.C.
  • Los libros comprendidos entre XXI y XLV tratan sobre las campañas de Aníbal, la segunda Guerra Púnica, la tercera guerra macedónica y los sucesos ocurridos hasta el año 170 a.C.
Livio organizó su obra en grupos de 5 libros narrados año tras año, siguiendo la técnica analítica. Para hacer la lectura más amena alternó hechos civiles de carácter político y social con episodios militares intercalando discursos, con narración propiamente dicha, con descripción de personajes consiguiendo una gran unidad y magistral exposición de los hechos. A veces su estilo es propagandístico y moralizante para exaltar el pasado de Roma.
Para finalizar, dejo las palabras que Robert Graves pone en boca de Claudio en relación de su admiración por Livio.
[Mi preceptor Atenodoro] trató de interesarme en la filosofía especulativa, pero cuando vio que
no tenia inclinaciones en ese sentido no me obligó a superar los límites habituales de la educación. Fue él quien primero me interesópor la historia. Tenía ejemplares de los primeros veinte volúmenes de la historia de Roma por Livio, que me dio a leer como ejemplo de redacción lúcida y agradable. Los relatos de Livio me encantaron, y Atenodoro me prometió que en cuanto hubiese dominado mi tartamudeo, me presentaría al propio Livio, que era amigo suyo.
Cumplió con su palabra. Seis meses más tarde me llevó a la biblioteca de Apolo y me presentó a un hombre barbudo y encorvado, de unos sesenta años de edad, tez amarillenta, mirada alegre y forma precisa de hablar, quien me saludó con cordialidad como al hijo del padre a quien tanto había admirado. En esa época Livio no estaba siquiera en la mitad de su historia, que cuando fuese completada tendría ciento cincuenta volúmenes y abarcaría desde los más remotos tiempos legendarios hasta la muerte de mi padre, ocurrida doce años antes.
En esa fecha comenzó a publicar su obra, a razón de cinco volúmenes por año, y ahora había llegado al momento en que nacía Julio César.
Livio me felicitó por tener a Atenodoro como preceptor. Este dijo que yo le compensaba con creces los esfuerzos que me dedicaba; y luego yo le hablé a Livio del placer que había encontrado en la lectura de sus libros, desde que Atenodoro me los recomendó como modelo de redacción. Todos se sintieron satisfechos, en especial Livio.
-¡Cómo! ¿Tú también quieres ser historiador, joven? -me preguntó.
-Me gustaría ser digno de ese honorable nombre -contesté si bien nunca había considerado el asunto con seriedad. Entonces él me sugirió que escribiese una biografía de mi padre, y se ofreció a
ayudarme haciéndome conocer las fuentes históricas más dignas de confianza. Yo me sentí muy halagado, y decidí comenzar el libro al día siguiente. Pero Livio dijo que escribir era la última tarea del
historiador: primero tenía que reunir sus materiales y aguzar su pluma. Atenodoro me prestaría su pequeño cortaplumas, bromeó”.
              Yo, Claudio. Capitulo V


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