martes, 8 de mayo de 2018

La divinización de Livia


Livia como Ceres. siglo I d.C. París. Museo del Louvre

Una de las primeras medidas que adoptó Claudio fue la divinización de su abuela Livia en el año 42. A pesar de haber sido la mujer más poderosa de su tiempo, y de los honores y privilegios con los que Augusto la cubrió en vida, Livia no había ascendido a los altares tras su muerte. De hecho no es algo extraño, pues las mujeres tenían un papel secundario en la sociedad romana, y ni la excepcionalidad de Livia pudo cambiar eso. Y mucho menos siendo emperador su hijo Tiberio cuando murió, que se oponía a que las mujeres recibieran excesivas distinciones; a ello se une la enemistad entre ambos los últimos años de la vida de la emperatriz. Así, y todo, su bisnieta Drusila había sido nombrada diosa, tras su prematura muerte, por orden de su hermano Calígula, sin haber hecho nada reseñable, sólo motivado por la adoración que el emperador sentía por la joven.
¿Qué se oculta entonces tras el deseo de Claudio de honrar a su abuela con la más alta distinción? Hay que recordar que Livia lo había despreciado durante toda vida según se extrae de la lectura de las fuentes clásicas. Según mi opinión, tal decisión no fue motivada por amor de nieto sino fundamentalmente por dos presupuestos: por un lado, consagrando a esta mujer única, santificaba a la propia gens Claudia de la que él mismo era pater familiae; en segundo lugar, legitimaba su posición insegura en el trono, pues a pesar de ser sobrino nieto de Augusto, Claudio no había sido adoptado por la familia divina Julia. Con la deificación de su abuela, él mismo podía erigirse como descendiente de dioses.
A partir de ese momento, Livia fue honrada en los juegos públicos con un carro tirado por elefantes que portaba su imagen, le fue dedicada también una estatua en el templo de Augusto y las mujeres estaban obligadas a nombrarla en sus juramentos. Nada que la más grande emperatriz romana no mereciera.
Robert Graves, en su insigne Yo, Claudio, da una versión diferente, de la que quiero dejar algunos fragmentos entrañables, pues a pesar de la deformación que Graves provocó en el personaje de Livia, la convirtió junto con el protagonista, en el personaje más interesante de la ficción. Nos relata el propio Claudio.


Una Livia muy anciana (Sian Philips) se despide de su nieto Claudio (Derek Jacobi) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976

“Y así llego a la narración de mi cena con Livia. Me recibió muy graciosamente […].
- Bien, admito que tu presencia a la mesa sigue causándome cierto….Pero no importa. Si he roto una de mis reglas más antiguas, es cosa mía, no tuya. ¿Me odias, Claudio?. Sé franco
- Probablemente tanto como tú me odias a mí, abuela. […].
Trásilo (el astrólogo de Tiberio) me dijo que si bien moriría como una anciana desilusionada, sería reconocida como diosa muchos años después de mi muerte
- ¿Cuándo tienes que morir?
- Dentro de tres años, en primavera. Hasta sé el día.
- ¿Pero tienes tanta ansiedad para llegar a ser una diosa?. Mi tío Tiberio no está tan ansioso-
-Sólo pienso en eso, ahora que ha terminado mi tarea, ¿y por qué no? Si Augusto es un dios, es absurdo que yo no sea más que su sacerdotisa. Yo hice todo el trabajo, ¿no es así? […].
-Sí, abuela, ¿pero no te basta con saber todo lo que has hecho, sin necesidad de ser adorada por una chusma ignorante?.
-Claudio, déjame que te explique. Estoy de acuerdo en eso de la chusma ignorante. No pienso tanto en mi fama en la tierra como en el lugar que ocuparé en el más allá. He hecho muchas cosas impías…ningún gran gobernante puede dejar de hacerlas. He puesto el bien del Imperio por encima de todas las demás consideraciones […]. Es evidente que la recompensa adecuada es la de ser deificado ¿crees que las almas de los criminales son eternamente atormentadas?
-Siempre se me ha enseñado a creer que lo son.
-¿Pero los Dioses Inmortales están libres de todo temor de castigo, por muchos crímenes que hayan cometido?.
-Bueno, Júpiter depuso a su padre y mató a uno de sus nietos y se casó incestuosamente con su hermana…ninguno de ellos tiene una buena reputación moral. Y por supuesto los Jueces de los Mortales no tienen jurisdicción sobre ellos.
-Exactamente. Ya ves lo importante que es para mí llega a ser una diosa. Y ésa, es la razón de que tolere a Calígula. Ha jurado que, si mantengo su secreto, me convertirá en diosa en cuanto sea emperador. Y quiero que tú jures que harás lo posible para que yo llegue a ser diosa lo antes que puedas, porque oh, ¿no te das cuenta? hasta que él me haga diosa estaré en el Averno, sufriendo las torturas más espantosas, los tormentos más exquisitos e ineluctables.
El repentino cambio de su voz, de la fría arrogancia imperial a la aterrorizada súplica, me asombró más de lo que hubiera escuchado hasta ese momento. Tenía que decir algo, de modo que dije:
-No entiendo qué influencia podría llegar a tener alguna vez el pobre tío Claudio sobre el emperador o sobre el Senado.
-¡Lo que entiendas o no entiendas no tiene importancia, idiota! ¿quieres jurar que harás lo que te pido? ¿quieres jurar por tu propia cabeza?
-Abuela –respondí- juraré por mi cabeza (por lo que pueda valer ahora), con una condición.
-¿Te atreves a imponerme condiciones a mí?
- Sí, después de la vigésima copa. Y es una condición muy sencilla. Después de 36 años de mostrarme aversión y de no prestarme atención alguna, no querrás que haga algo por ti sin presentarte condiciones ¿verdad?
Sonrió
-¿Y cuál es esa sencilla condición?
-Hay muchas cosas que me gustaría saber. Quiero saber en primer lugar, quien mató a mi padre, y quien mató a Agripa, y quien mató a Germánico, y quien mató a Drusilo…
-¿Por qué quieres saber todo eso?¿por alguna imbécil esperanza de vengar en mí esas muertes?
-No, ni siquiera aunque la asesina fueras tú. Nunca me tomo venganza, a menos que me vea obligado a hacerlo por un juramento, o para protegerme. Creo que la maldad lleva su propio castigo. Lo único que deseo es saber la verdad. Soy un historiador profesional y lo único que realmente me interesa es describir cómo suceden  las cosas y por qué”.

Robert Graves. Yo, Claudio. XXV

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