lunes, 27 de julio de 2015

Pontifex Maximus


Augusto Pontifex Maximus. Siglo I d.C. Museo de las Termas. Roma 2013

En el 13 a.C., tras casi cuatro años de ausencia, Augusto y Agripa volvieron a Roma, el primero desde Occidente y el segundo desde las provincias orientales. El Príncipe entró en la ciudad de noche para intentar pasar desapercibido y evitar nuevos honores. No obstante, el Senado decretó la construcción de un altar dedicado a la Pax Augustea imperante tras la pacificación de la Galia e Hispania. El Ara  Pacis Augustae se convirtió en uno de los más sublimes ejemplos de la relivaria antigua.
Augusto y Agripa  renovaron su imperium por otros cinco años, concediéndosele a Agripa por primera vez el imperium maius, lo que igualaba sus competencias a las de su suegro y colega.
Ese mismo año, se consagró igualmente el Teatro Marcelo. En la ceremonia de inauguración tuvieron lugar además de imponentes luchas de fieras los denominados juegos troyanos, en los que jóvenes de alta alcurnia participaban en exhibiciones ecuestres simulando batallas. Gran expectación  generó la intervención en ellos con tan sólo 7 años del pequeño Cayo, nieto y  heredero de Augusto. El niño fue recibido con una gran ovación lo que irritó al Príncipe que no quería que sus nietos fueran adulados en exceso sin merecerlo. Algo a lo que contribuyó también Tiberio cediéndole el sitio de honor junto a su abuelo, que recibió una gran reprimenda de su padrastro.

Cayo César con vestimenta troyana. Ara Pacis Augustae. Roma 2013

En esta misma línea, el emperador no permitió que se le concediesen a sus hijastros Tiberio y Druso, los más que merecidos triunfos por sus éxitos en los Alpes, si bien aceptó que se les condecorase con insignias militares y que Tiberio accediera al consulado por primera vez a la edad de 29 años.
Por su parte, el propio Augusto obtuvo en marzo del año siguiente (12 a.C.) uno de los más importantes cargos del Estado que aún no ostentaba: el de Pontifex Maximus. A finales del 13 a.C., murió su antiguo colega triunviral, Lépido, a quien el entonces Octavio había destituido del triunvirato pero no lo había despojado de la dignidad de máxima autoridad religiosa, aunque sólo la ejerciera nominalmente. Este puesto no fue ocupado por nadie más que no fuera emperador hasta que en 382 d.C., el emperador Graciano renunció a él a favor del Obispo de Roma, quien lo sigue ostentando.
Augusto celebró la toma de posesión con gran pompa. Siempre se sintió muy identificado con su papel de principal exponente de la religión pues aunque el pueblo romano no era especialmente creyente, sentían gran respecto en relación a la idea de que Roma se había convertido en la capital del mundo gracias a la protección de los dioses, de los que siempre fue favorita. Por ello, nadie mejor que el hijo de un dios para desempeñar la labor de principal sacerdote de Roma e intermediario con los protectores de la ciudad de Tíber. Del mismo modo Augusto aprovechó su gran popularidad entre las clases bajas para asociar su Genius con el de los lares compitales (espíritu que protegía cada distrito de la ciudad cuyas imágenes se adornaban con flores dos veces al año). Así su presencia se convirtió en una constante en el día a día de los ciudadanos de todas las clases sociales.

Altar de lares con el genius de Augusto flanqueado por Cayo y por su hija Julia como Venus. Copia del Siglo II d.C. Florencia. Galleria degli Ufizzi

Tradicionalmente, el Pontifex Maximus tenía su residencia en la Casa de las Vestales. Sin embargo, Augusto, tras restaurar el templo de Vesta (dañado por un incendio) lo cedió a las sagradas sacerdotisas e inauguró la costumbre de residir en su casa del Palatino, parte de la cual estaba consagrada como templo y él había convertido nominalmente en propiedad pública con la idea de realizar sus funciones religiosas adecuadamente tal y como marcaba la tradición, sin ofender a las deidades.
La prueba del gran apego del Príncipe hacia el Pontificado Máximo es que la mayoría de las imágenes suyas que se han conservado lo retratan en ese papel, siendo la más hermosa de ellas la que se conserva en el Museo de las Termas de Roma.


Siglo I d.C. Roma. Museo de las Termas 2013


Siglo I d.C. Roma. Museo Pío Clementino


Siglo I d.C. Ancona. Museo Archeologico delle Marche


Siglo I d.C. Chiusi. Museo Nazionale Etrusco


Siglo I d.C. Museo Nacional de Arte Romano. Mérida 2014

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