Ni siquiera el más sagrado y perfecto de los edificios del mundo ha podido librarse del vandalismo propiciado por la estupidez humana.
El pasado
lunes 18 de julio, el Panteón de Agripa, amaneció con una pintada en uno de sus
muros laterales milenarios, lo que causó la indignación general, mientras las
autoridades buscan al autor de los hechos.
Los
voluntarios de la asociación Retake Roma, que desde hace años limpian las
pintadas que inundan los monumentos de Roma denunció los hechos mientras que
los expertos estudiaban el modo menos dañino de borrarla.
Ya el martes,
tres restauradores limpiaban la pintada con tecnología láser, aplicada a baja
intensidad, eliminando las partículas de color impregnadas en el mármol, al
mismo tiempo que aplicaban un gel anti-grafiti para los aspectos materiales de
la delicada superficie. Aunque aseguran que no quedará marca, se requerirán
trabajos suplementarios para recuperar el color de la piedra y eliminar el rastro blanco que se ve donde
se encontraba la pintura.
Desde el
Ministerio de Cultura italiano se pide ayuda a las fuerzas de seguridad para
que refuercen la vigilancia de los monumentos, sobre todo en las horas
nocturnas.
Muchos de los
visitantes y ciudadanos se han volcado trayendo agua y comida para los
restauradores que no han cesado en su trabajo a pesar de la ola de calor que
asola Roma.
Me quedé
consternada cuando leí la noticia porque no puedo imaginar que alguien sea tan
estúpido y bárbaro para profanar el edificio más perfecto de la historia de la
arquitectura, el que mejor se conserva de la antigüedad, el que según Miguel
Ángel Buonarotti lo tallaron los ángeles, porque su contemplación hacia
enmudecer al quizás mayor artista de todos los tiempos que bajo su cúpula se
sentía diminuto.
El edificio
más amado por los romanos que ha sobrevivido intacto a las invasiones bárbaras,
al cristianismo, a innumerables terremotos, a las bombas, incluso a las orejas de burro que le puso
Bernini en forma de campanario y que Roma no cesó en su clamor hasta que fueron
retiradas…y hoy en el siglo XXI, con todos los avances somos incapaces de
protegerlo.
No
voy a Roma desde el 2018, pero entonces ya noté que estaba descuidada, quienes
la han visitado últimamente me han comentado que su estado de dejadez se ha
incrementado. El mismo lunes a mediodía vi en el telediario a turistas lanzándose
en la Fontana de Trevi como si fuera una piscina y, por la tarde, recibí esta
noticia. Siempre me he jactado que Roma es la ciudad de la antigüedad que mejor
había envejecido, que Alejandría, Cartago y otras más habían desaparecido, que
Atenas languidecía en su propia decadencia…mientras que mi amada ciudad
resplandecía siglo tras siglo envuelta en su halo de eternidad. Mucho tendrán
que aplicarse las autoridades romanas para que esto siga siendo así. Y si
Augusto convirtió una ciudad de barro en mármol, con mucho menos medios, se
puede. Sólo hay que quererlo.