Una de las primeras
medidas que tomó Agripina tras establecerse en el Palacio Imperial fue la de
buscar el mejor tutor para su hijo Nerón. Por ello, convenció a Claudio para
que perdonase al filósofo y escritor Lucio Anneo Séneca que se encontraba exiliado
en la isla de Córcega por orden del propio Claudio desde el año 41 (acusado de
un improbable adulterio con la hermana menor de Agripina, Livila). Así, en el
año 49, Séneca fue nombrado Pretor de la ciudad, y dos años después, preceptor
del joven Lucio Domicio de 13 años. Probablemente Agripina lo eligió debido a
su enorme popularidad e influencia. También pretendía ganar un potente aliado muy
ligado al Senado en sus planes de entronizar a Nerón.
Posible busto de Séneca. Siglo I d.C. Museo de las Termas. Roma
Séneca sin dudarlo
aceptó el reto pues la oportunidad de educar al futuro gobernante del mundo era
única. En su mente siempre estuvo el recuerdo de Alejandro Magno y Aristóteles.
No obstante, a Agripina no le interesaba tanto la enseñanza de filosofía como
la oratoria. Desde el primer momento que Nerón se dirigió al Senado, siendo
apenas un adolescente, quedó clara la influencia de su maestro. El joven dejó
impresionados a todos, al no mostrar nerviosismo ni inquietud, con una
perfecta modulación de las palabras y elocuencia. Quedó patente que había
nacido para ello.
A pesar de sentirse
orgulloso de sus logros, pronto pudo darse cuenta Séneca de que su joven pupilo
ni se iba adaptar fácilmente a sus dictados ni poseía las virtudes de Alejandro
Magno. De hecho apunta Suetonio que se decía que la noche que conoció a Nerón,
Séneca soñó que su alumno era Calígula. (Vida
de Nerón, 7.1).
El pequeño Nerón aún con la bulla infantil en su cuello. París. Museo del Louvre
Fuente: http://www.waymarking.com/gallery/image.aspx?f=1&guid=940e3113-d0f7-4ec9-aabd-77fb8e453b8a&gid=3
Así y todo, Séneca no
desistió en el intento de mostrar a Nerón las vías más adecuadas de detentar el
poder supremo. A pesar de ser consciente del verdadero papel del emperador como
monarca absoluto, el cordobés creía en las antiguas tradiciones que había
defendido Augusto. Por ello centró sus enseñanzas en algunos preceptos que él
consideraba fundamentales: obediencia a los que estaban al mando, férrea
disciplina de las legiones, defensa de
la familia como centro de la vida del individuo y respeto por el deber. Esos
eran los pilares que había llevado a
Roma a dominar el mundo y su deseo era que Nerón no lo olvidase nunca. Al mismo
tiempo intentó inculcarle el valor sagrado de la benevolencia
Su influencia, imprescindible
durante adolescencia de Nerón, fue diluyéndose con el pasar de los años.
Nerón y Séneca. Eduardo Barrón. Finales del siglo XIX. Madrid. Museo del Prado
Agripina había completado
el círculo, pues Palas su principal valedor estaba firmemente al mando de las
finanzas, a la cabeza de los pretorianos había colocado a Afranio Burro, mientras
que Séneca actuaba de enlace con el Senado. Todos los puestos claves estaban
ocupados por afines a ella, dispuestos a despejar el camino de la sucesión para
Nerón.
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