“Los principales presagios de su muerte fueron la aparición de un
cometa, la caída de un rayo sobre la tumba de su padre Druso, y el hecho de que
ese mismo año habían muerto la mayor parte de los magistrados de todas las categorías.
Pero al parecer tampoco él ignoró ni ocultó cuál había de ser su última hora;
al menos dio varios indicios de ello. En efecto, al designar a los cónsules, no
nombró a ninguno para los meses posteriores a aquel en que murió; en la última
reunión del Senado a la que asistió, exhortó a sus hijos encarecidamente a la
concordia y encomendó su juventud a los senadores en términos suplicantes;
finalmente, en la última instrucción que llevó a cabo en un tribunal anunció
una y otra vez, aunque los que lo oían rechazaron este presagio funesto, que
había llegado al fin de su vida mortal”.
Suetonio.
Vida de Claudio, 46
Claudio. Siglo I d.C. Museos Vaticano. Roma 2018
Durante el último año de
su vida, Claudio dio muestras evidentes de desear cambiar sus planes
sucesorios, pues Británico se acercaba a la mayoría de edad. Sin embargo, tres
meses antes de que llegara este momento, el emperador cayó enfermo. Semanas
antes su principal protector Narciso había salido de viaje hacia el Sur de
Italia buscando un clima más cálido que le permitiera recuperarse de un fuerte
ataque de gota.
El Senado fue convocado
y se ofrecieron múltiples votos a los dioses rogando por la recuperación del
César. No obstante, todo fue inútil, el 13 de octubre Claudio moría en su cama
del Palatino. Aunque ese año había asolado Roma una fuerte epidemia de fiebre,
la opinión pública, tal y como recogen los historiadores antiguos, no tiene ninguna duda, de que Claudio fue asesinado por orden de su esposa. Así y todo
circularon varias versiones: que Agripina había encargado a una famosa envenenadora
que contaminara un plato de setas (uno de los manjares favoritos de Claudio),
que ante la indigestión que le provocaron las setas había convencido al médico
de su esposo que le introdujera un pluma impregnada en veneno en la garganta, etc.
La afirmación de Nerón meses después de que las setas debían ser la comida de los
dioses porque habían permitido a Claudio convertirse en un dios (Dión Casio, Historia romana, 61) parece confirmar
estas teorías.
Moneda que representa a Claduio y Agripina
Fuente: Di Classical Numismatic Group, Inc. http://www.cngcoins.com, CC BY-SA 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29719072
“Agripina, que desde tiempo atrás estaba decidida al crimen,
aprovechando con presteza la ocasión que se le ofrecía (la ausencia de Narciso)
y no faltándole servidores para el caso, deliberó sobre el veneno a elegir: uno
súbito y de efecto precipitado denunciaría el crimen; si escogía uno lento que
lo fuera minando, era de temer que Claudio, cerca de la muerte y dándose cuenta
del engaño, volviera al amor de su hijo. Quería algo especial, que le perturbara
la mente y dilatara su muerte. Se elige como artífice de tal obra a una mujer a
la que llamaban Locusta, recientemente condenada por envenenamiento y largo
tiempo tenida como uno de los instrumentos del reino. Por el ingenio de aquella
mujer fue preparado el veneno, y suministrado por Haloto, uno de los eunucos,
que solía servir y probar los manjares” (Tácito, Anales, 66).
No obstante, continúa
Tácito “quedo todo tan pronto al
descubierto que los historiadores de aquellos tiempos cuentan que el veneno se
echó en una suculenta seta, y que la fuerza de la poción no se sintió
inmediatamente, ya fuera por la estupidez de Claudio, ya porque estuviera
borracho; también parecía que una descomposición de vientre lo había salvado.
Con ello se aterrorizó Agripina y, como temía lo peor, despreciando la
desaprobación de los presentes, emplea la complicidad del médico Jenofonte, la
cual ya se había preparado. Éste, como si tratara de ayudar a los esfuerzos de
Claudio por vomitar le clavó en la garganta, según se cree, una pluma mojada en
veneno, no ignorando que los grandes crímenes se acometen con peligro y se
rematan premio” (Anales, 67).
Claudio (Derek Jacobi) ingiere la seta que acabaría con su vida en un fotograma del serie Yo, Claudio, 1976
De esta manera tan cruel
abandonó Claudio este mundo; un buen emperador no valorado adecuadamente en su
época. Los historiadores posteriores han aceptado por unanimidad el asesinato
pues no se ha encontrado ningún argumento que lo desmienta.
gracias
ResponderEliminarme ha parecido muy bien esta página web
ResponderEliminares muy apropiado
ResponderEliminarGracias a ti por leerme. Un saludo
ResponderEliminar