Narciso era el liberto
imperial más cercano a Claudio de todos los que formaban parte de la corte
imperial. En las fuentes clásicas se le describe como aquel destinado a la
correspondencia. Hombre muy influyente, fue el gran artífice de la caída de
Mesalina e incluso de dictar su sentencia de muerte, ante las vacilaciones del
emperador.
Desaparecida la
emperatriz, Narciso alcanzó la cima de su poder pues recibió de Claudio muchos
honores. No obstante, fracasó al presentar a Claudio la propuesta de nueva
esposa al sugerir a Elia Petina (que ya había estado casada con el César y no
era de su agrado).
Claudio (Derek Jacobi), Palas (Bernard Hepton) y Narciso (John Cater) en un fotograma de la serie
Yo, Claudio, 1976
El ascenso de Agripina
llevó parejo el del otro liberto imperial, Palas, cuya estrella empezó a
ascender cuando propuso a la hija de Germánico como nueva esposa imperial. La
posición de Narciso empezó a tambalearse pero aún le quedaba mucho ascendiente
sobre Claudio, a quien era absolutamente leal. Para fortalecerse frente al otro
bando de Agripina, Narciso se unió al círculo de Británico, a pesar de que el
joven no lo tenía en gran estima al haber sido el causante de la muerte de su
madre.
Con Agripina se enfrentó
en múltiples ocasiones, siendo el altercado más sonoro entre ellos durante la
inauguración de las obras de drenaje del Lago Fucino (que el liberto había
supervisado y que no obtuvieron los resultados esperados). La emperatriz lo
acusó de haberse apropiado de fondos públicos de manera indebida a lo que
Narciso le contestó reprochándole su desmedida ambición.
La posición de Narciso
cada vez era más precaria, aunque seguía contando con la confianza de Claudio,
a quien trataba de mantener con vida a toda costa, sabiendo con seguridad que
lo seguiría en la muerte, tal y como lo había hecho en vida. Por eso, planeó
acabar con Agripina, buscando pru
ebas que presentar a Claudio de la infidelidad
de ésta con el liberto Palas.
Agripina la menor, siglo I d,C., Copenhage, Ny Carlsberg Glyptotek
“Se contaba que Narciso sospechando más y más de Agripina, había
declarado entre sus íntimos que era segura su propia perdición tanto si
alcanzaba el poder Británico como si lo obtenía Nerón, pero que el César había
contraído con él tales méritos que dedicaba su vida a servirlo; que él
había hecho convictos a Mesalina y a
Silio; que habría otra vez las mismas causas de acusación si imperaba Nerón;
que si el sucesor era Británico, el Príncipe no tenía nada que temer. Decía,
sin embargo, que toda la casa estaba trastornada por las intrigas de aquella
madrastra, y que el callarlo sería mayor crimen que haberlo hecho con la
impudicia de la anterior esposa; aunque, añadía, tampoco ahora faltaba la
impudicia al tener a Palas como amante, para que nadie dudara de que
consideraba su honra, su pudor, su cuerpo, todo, como de menos valor que el
reinar. Repitiendo éstas y parecidas palabras abrazaba a Británico implorando
para él la fuerza de la edad lo antes posible, tendía las manos ya a los dioses
ya a él mismo diciéndole que debía crecer, expulsar a los enemigos de su padre
y vengarse también de los asesinos de su madre” Tácito, Anales, Libro XII,
65).
Debido a tantas
preocupaciones, Narciso cayó enfermo de gota. Agripina convenció a Claudio para
que lo enviara a Campania, a Sinuesa, una estación termal famosa por la
salubridad de sus aguas para recuperarse. El emperador no se daba cuenta de que firmaba su sentencia de
muerte al mismo tiempo que dejaba marchar a Narciso, su más fiel protector.
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