domingo, 24 de diciembre de 2017

Feliz Navidad y año 2018

Una vez más nos acercamos a los últimos días del año. Este 2017, que ha sido testigo de la liberación de Palmira y de la reapertura de dos nuevas domus en Pompeya, deja dos hitos importantes en la arqueología romana de la Ciudad Eterna: la apertura del anillo V del Coliseo que permite la visión del monumento más famoso de Italia desde una perspectiva hasta ahora inédita y el gran avance en las obras de restauración del Mausoleo de Augusto que se prevé finalicen en abril del año 2019.
Precisamente la Fundación Tim, principal mecenas del monumento, ha recibido en estos días uno de los premios Corporate Art Awards (premios destinados a reconocer la excelencias de las colaboraciones en el mundo del arte) por este apoyo a la recuperación del sepulcro circular más grande del Mediterráneo.
Gracias a esta colaboración ya ha sido posible una instalación artística que rodea al monumento, la iluminación nocturna, la creación de una página web: www.mausoleodiaugusto.it y la realización de un paseo virtual en el tiempo desde los orígenes de Roma hasta nuestros días. La dignidad ha vuelto al lugar del último reposo del más grande emperador.
Esperemos que el año 2018 siga reportando grandes satisfacciones a la arqueología romana ya sea en la capital del Imperio o en cualquier punto del que fue su extenso territorio. Y que no se destruya ningún vestigio cultural en el mundo ni por falta de conservación ni a causa de la barbarie humana.
Por mi parte, me despido hasta el final de las fiestas. Seguiremos en enero con los últimos momentos de vida de Calígula.


domingo, 17 de diciembre de 2017

El Acueducto Aqua Claudia


Reconstrucción de Roma con vista del Aqua Claudia

Cada vez que viajo a Roma, el Aqua Claudia es el primer monumento romano que divisan mis ojos desde la carretera, cuando el taxi que me traslada desde el aeropuerto de Ciampino hasta el interior de las Murallas Aurelianas sigue la ruta de la Via Appia. Las inmensas arcadas que aún permanecen en pie me conmueven enormemente, ya sea por su majestuosidad ya porque su contemplación me acerca inminentemente hasta el corazón del lugar que más amo en el mundo.
Iniciado por Calígula en el año 38 d.C. el Acueducto fue culminado por Claudio en el 52 d.C. Se tiene constancia de que 5 años antes de su finalización estaba ya activo debido a la gran necesidad de abastecimiento de agua que tenía la capital del Imperio.

Aqua Claudia

Es el octavo acueducto por antigüedad que se construyó en Roma, siendo uno de los más importantes levantados, tanto por las innovaciones técnicas que se plasmaron en él como por la calidad de su factura y el coste de su fabricación.
En los restos conservados en el conocido como Parque de los Acueductos, se pueden apreciar actualmente las características morfológicas del Aqua Claudia (al que después se sobrepuso el Anio Novo). Su altura varía desde un mínimo de 17 metros a un máximo de 27,40 metros; los pilones dictan unos de otros una distancia de 5,50 metros mientras que los vanos de las arcadas miden aproximadamente 6 metros. Aún hoy podemos observar la vistocidad de sus arcos en los que destaca el claroscuro conseguido a través de la alternancia de materiales en bruto, como el tufo volcánico o rojo, y bloques de mármol travertino.


Entraba a la ciudad por la zona llamada spem veterem junto a la Porta Maggiore, sobre cuyas arcadas monumentales, unidas hoy a las murallas aurelianas, se pueden ver aún el doble canal del Aqua Claudia y del Anio Novo. El agua desembocaba en una piscina limaria donde se le retiraban las impurezas que pudiera traer.

Porta Maggiore. Siglo I d.C. Roma
Fuente: Di Livioandronico2013 - Opera propria, CC BY-SA 4.0, 

domingo, 10 de diciembre de 2017

Conspiración en Germania

              La expedición de Calígula en Germania tuvo también otra consecuencia que afectó gravemente a su inestable estado mental: el descubrimiento de una conspiración para acabar con su vida en la que estaban involucrados altos miembros del ejército y sus familiares más cercanos. Aunque ésta había fracasado, el golpe que sufrió su confianza fue enorme.


Estandarte de una legión romana

              Nada más llegar a Germania, Calígula destituyó y mandó ejecutar a Cneo Cornelio Léntulo Getúlico, general de las legiones allí acantonadas, gran profesional veterano. Se rumoreaba que Getúlico había pronunciado alguna vez amenazas veladas sobre el gran número de legiones que tenía bajo su mando y que sus hombres lo obedecían a él, no al emperador. Acto seguido, Calígula mandó destituir a los dos Cónsules. Empezó a tomar cuerpo la noticia que los tres hombres habían participado en un complot para que los ejércitos del Rin derrocaran al César y pusieran en su lugar a un nuevo emperador. A finales del otoño las noticias se hicieron oficiales. La gran sorpresa era que el posible sustituto de Calígula no era otro que su gran amigo y excuñado, Marco Emilio Lépido, amante actual de su hermana Agripina. En la conspiración también habría formado parte la otra hermana del emperador, Julia Livila. No es extraño que al salir de Roma el emperador ya sospechara algo pues los tres habían viajado con él a Germania.
              Calígula, sumamente dolido ante la traición de tres de las personas más cercanas a él, mandó ejecutar a Lépido. Y a sus hermanas las exilió a la isla de Pandataria (donde también sufrió destierro la hija de Augusto). Agripina sufrió además la gran humillación de tener que trasladar en una urna hasta Roma los restos de su amante. Ésta, antes de partir al destierro, tuvo que sufrir además el más grande dolor de su vida, pues su marido acababa de morir, y la única persona que le importaba en la vida, su hijo Nerón, pasó al cuidado de la hermana de su esposo, Domicia, enemiga declarada de Agripina; aquella aprovechó la ocasión para ganarse el corazón de su sobrino y alejarlo para siempre de su madre. Consternada la orgullosa hija de Germánico partió hacia la isla junto con Livila. Antes de su partida, Calígula les recordó a ambas que “no sólo tenía islas, sino también espadas” (Suetonio. Vida de Calígula, 29). Hizo traer de Roma todas las joyas y posesiones valiosas de sus hermanas para subastarlas en Lyon a unos galos deseosos de poseer objetos de la familia imperial.


Agripina la menor. Siglo I d.C. Milán. Museo Arqueológico
Fuente: Por © José Luiz Bernardes Ribeiro /, CC BY-SA 3.0, 

              ¿Qué podría haber motivado  el odio de sus familiares más cercanos hacia el emperador? Está claro que tras la muerte de Drusila todos habían perdido privilegios. Lépido además había tenido que padecer la humillación constante que le suponía la desbordante obsesión de Calígula hacia su esposa y hermana de aquél, Drusila. Por otro lado, Agripina y Livila no debían haber visto con buen ojo la predilección de Calígula por ésta ni la pérdida de interés por ellas tras la muerte de la joven. A Agripina la empujaban también las grandes ambiciones que albergaba para su hijo, único descendiente varón del emperador. Más difícil discernir lo que animaba a Livila. Se rumorea que era amante de Séneca y que ésta había caído en desgracia ante el César. Pero son sólo conjeturas. De una manera u otra, de la noche a la mañana, Calígula se quedó sin familia, pues nunca mostró interés alguno por el pequeño Nerón.
              Aunque la conspiración fracasó, Calígula reforzó la seguridad en torno a él, sufriendo a partir de entonces un miedo atroz a ser asesinado. Su ánimo estaba tan alterado que cuando el Senado envió una delegación encabezada por su tío Claudio a felicitarlo por haber acabado con la conspiración, los trató con gran desprecio, mandado a arrojar a Claudio al río. Tanto el Senado como su propia familia lo habían traicionado y ya nadie estaría seguro cerca de él.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Política exterior de Calígula

En Oriente, tanto Augusto como Tiberio habían mantenido una política dirigida al mantenimiento de una serie de reinos clientes en las fronteras del Imperio. Tiberio se vio obligado a intervenir más directamente anexionando Capadocia y Comagene a Roma. Calígula deshizo estas actuaciones pues entregó de nuevo Comagene al descendiente del antiguo rey ampliándole su territorio a costa de la provincia de Siria. No sólo eso, sino que también devolvió al rey todos los impuestos cobrados por Roma mientras estuvo anexionada. Este comportamiento puede deberse a relaciones de amistad con los hijos de algunos de estos reyes que se educaban en Roma más que a una política premeditada.


Ptolomeo de Mauritania. Siglo I d.C, París. Museo del Louvre

Sin embargo, en el otro extremo del Mediterráneo, en Mauritania, su intervención fue diametralmente opuesta pues mandó asesinar al rey Ptolomeo (primo segundo suyo en cuanto a nieto de Marco Antonio y Cleopatra) y anexionó la provincia. Mucho se ha debatido sobre esta decisión: algunos hablan de problemas internos en la zona mientras que otros historiadores, basándose en las fuentes clásicas, abogan por los celos del emperador ante un monarca de su sangre al que podía considerar un rival.
Por otro lado, preparó una expedición militar a Germania sin ningún fundamento objetivo. Es posible que deseara continuar con el proyecto de su padre de llevar la frontera hasta el Elba o que quizás Calígula deseara ganarse el título de imperator que ostentaba sin haber pisado un campo de batalla. La campaña fue totalmente inútil aunque no menos escandalosa que su vida en Roma. Llegó hasta el Rin acompañado de sus dos hermanas, de Lépido (viudo de Drusila) y un séquito de pretorianos. El estado de abandono en el que encontró el campamento le llevó a purgar al ejército de todos los generales incompetentes y se embarcó en una serie de incursiones contra los germanos. Hasta en 7 ocasiones fue saludado por las tropas como imperator, algo que él se encargó de magnificar en su publicidad en Roma. Antes de retirarse a pasar el invierno a Lugdunum (Lyon) puso en marcha el reclutamiento de tropas que conformarían dos nuevas legiones, las primeras creadas desde la batalla de Teutoburgo.
En nada quedó también su proyecto de conquistar Britania. A pesar de que ninguna legión había cruzado el canal de la Mancha desde hacía un siglo, la influencia romana había crecido allí de manera constante. La isla estaba dividida entre una serie de belicosos caudillos rivales. Uno de aquellos, hijo de Cunobelino, rey de los catuvellaunos, cuyos territorios abarcaban parte de la Britania central  y oriental, al fracasar en su intento de  conquistar Kent, se dirigiera a Calígula. Esto fue un gran golpe de efecto para el emperador pues propagó la noticia que Britania se había rendido a él. No obstante, su intervención se redujo a una concentración de tropas en la Galia para después devolverlas a los cuarteles tras pactar con los reyes britanos.

Sestercio de Calígula. En el reverso el emperador arenga las tropas

Otras versiones de sus gestas militares corrían por la ciudad del Tíber. Se decía que había salido huyendo nada más atisbar algunos contingentes bárbaros y que sus combates eran contra  germanos de su propia guardia privada “Como no tenía enemigo contra quien combatir, ordenó que unos germanos de su guardia atravesaran el Rin y se ocultaran, y que se le anunciara después del almuerzo, con el mayor alboroto posible, que el enemigo estaba cerca. Ejecutadas sus órdenes, se lanzó con sus amigos y una parte de la caballería pretoriana al bosque cercano y, después de haber cortado algunos árboles que cortaron a modo de  los trofeos, regresó a la luz de las antorchas, censuró la cobardía e indolencia de aquellos que no le habían seguido, y recompensó a sus compañeros y partícipes de su victoria con coronas de nuevo tipo y de una nueva denominación, adornadas con la figura del sol, la luna y las estrellas, que llamó corona exploratorias” (Suetonio. Vida de Calígula, 45,1). También se rumoreaba que de Britania el único tesoro que traía eran cofres llenos de conchas marinas recogidas por sus soldados “Como si se hallara dispuesto a dar fin a la guerra, colocó sus tropas en orden de batalla sobre el litoral del océano, sitúo balistas y máquinas de guerra sin que nadie supiera ni pudiera imaginar qué era lo que pensaba hacer, y, de repente, ordenó recoger conchas y llenar con ellas los cascos y los pliegues de las ropas, diciendo que eran los despojos del océanos que se debían al Capitolio y al Palatino” (Suetonio. Vida de Calígula, 46, 1)
Aunque estas habladurías hay que tomarlas con cierta prudencia, lo cierto es que salvo la anexión de Mauritania (y ésta conseguida de forma ignominiosa), Calígula no aportó gran cosa en la definición de las fronteras del Imperio.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Los matrimonios de Calígula

En lo que respecta a sus matrimonios, no es fácil discernir si su conducta fue más vergonzosa al contraerlos,  al romperlos, o mientras le duraron”
Suetonio. Vida de Calígula (25, 1).

A pesar de su corta vida (murió cuando tenía sólo 28 años), Calígula tuvo una intensa vida sexual. Como es lógico, en esta faceta no iba a ser menos extravagante que en el resto de otros ámbitos de su vida.


Drusila (Beth Morris) y Calígula (John Hurt) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976


Como ya apunté en otra ocasión, las fuentes coinciden en que sólo por su hermana Drusila, experimentó Calígula un sentimiento asimilable al amor, independientemente de la índole del mismo. Por lo demás, tuvo relaciones con personas de ambos sexos, de cualquier índole social, incluso le tuvo un cariño especial a una prostituta llamada Piralis.
“No respetó ni a su propio pudor ni al ajeno. Cuentan que amó a Marco Lépido (marido de su hermana Drusila), al actor Mnéster y a algunos rehenes, y que mantuvo con ellos relaciones ilícitas. Valerio Catulo, joven perteneciente a una familia de cónsules, llegó a proclamar a gritos que había violado a Calígula y que tenía los costados fatigados de su comercio con él. Además de los incestos que cometía con sus hermanas (algo no corroborado por las fuentes coetáneas al emperador) y de su famosísimo amor por la cortesana Piralis, apenas hubo mujer de condición ilustre que escapara a sus manos. Solía invitarlas a comer con sus maridos, y, mientras pasaban por delante de él, las examinaba con toda su atención y detenimiento, a la manera de los compradores, levantándoles incluso el rostro con la mano cuando lo bajaban por pudor; luego abandonaba el triclinio cada vez que le apetecía, llevándose consigo a la que más le gustaba, y poco después volvía, con las marcas de la lascivia todavía frescas, y alababa o criticaba abiertamente a su compañera, enumerando todas las cualidades o defectos que había encontrado en su cuerpo y en su manera de hacer el amor. Envió a algunas al divorcio en nombre de sus maridos ausentes y ordenó que así constara en las actas oficiales” (Suetonio. Vida de Calígula, 36).


La copa Warren muestra escenas homoeróticas. Siglo I d.C. Lóndres. Museo Británico


Estuvo casado cuatro veces. En primeras nupcias contrajo matrimonio por orden de Tiberio con Junia Claudia, hija del senador Marco Junio Silano, que tanto apoyó a Calígula los primeros meses de su gobierno. Murió de parto antes de que Calígula vistiera la púrpura imperial.
Su segundo matrimonio (con Livia Orestila) fue mucho más escandaloso. Tanto Suetonio como Dión Casio narran que habiendo asistido como invitado a la boda de Cayo Calpurnio Pisón tras la ceremonia le arrebató la novia al joven esposo y que cansado de ella la repudió a los pocos días. “El día de la boda de Livia Orestila con Cayo Pisón, ceremonia que él había querido honrar con su presencia, ordenó que la novia fuera conducida a su casa; luego, al cabo de pocos días, la repudió, y dos años después la relegó, porque parecía haber reanudado en el intervalo las relaciones con su anterior marido. Según otros, cuando fue invitado al banquete nupcial, mandó decir a Pisón, que se sentaba enfrente de él: “no estreches tanto a mi esposa”, y al punto la sacó de la reunión llevándosela consigo; al día siguiente declaró en un edicto que se había procurado un matrimonio a la manera de Rómulo y Augusto (es decir quitando la esposa a su marido)”. (Suetonio. Vida de Calígula, 25, 1).
Su tercera esposa fue Lolia Paulina. En esta ocasión hizo venir a la joven patricia desde la provincia gobernada por su entonces marido Memmio Regulo (del que la obligó a divorciarse) porque había escuchado que su abuela había sido una de las mujeres más bellas de su tiempo. Igualmente la repudió al poco tiempo alegando infertilidad, prohibiéndole volver a besar ni a tener trato carnal con nadie.


Cesonia (Helen Mirrer) y Calígula (Malcolm Mcdowel) en un fotograma de Calígula. 1984

      Su cuarto y último matrimonio no fue menos indecoroso. En esta ocasión convirtió en emperatriz a Milonia Cesonia, una mujer no muy joven ni bella ni de ilustre linaje, madre de tres hijas de un matrimonio anterior. Al parecer compartía los gustos perversos del emperador, de ahí que éste le profesara “un amor ardiente y duradero”, según Suetonio, “llegando a mostrarla a menudo a sus soldados ataviada con una clámide, un escudo y un casco, y cabalgando a su lado, e incluso completamente desnuda a sus amigos” (Vida de Calígula, 25,3). Con ella tuvo Calígula en el año 39 su única hija a la que llamó Julia Drusila en honor de su añorada hermana. El emperador sentía gran devoción por la pequeña y solía exclamar con orgullo que no dudaba de su paternidad debido a la fiereza de la pequeña, que aún a tan corta edad trataba de herir a otros niños cuando jugaban con ella.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Calígula y el Senado

[A su caballo Incitato] se dice que hasta tenía pensado otorgarle el consulado”                                                                                       Suetonio. Vida de Calígula, 55, 3
Las relaciones de Calígula con el Senado se fueron deteriorando progresivamente, hasta el punto que ningún senador estaba seguro cerca de él. El desprecio que sentía el emperador hacia los senadores queda reflejado en la famosa cita de Suetonio. El historiador, en contra del tópico popular que afirma que Calígula nombró cónsul a su caballo, apuntó que se decía que tenía pensado hacerlo, no que lo hiciera de manera categórica. En definitiva, el célebre episodio no es más que otra burla más de Calígula hacia las altas magistraturas del Estado, en el sentido que consideraba tan ineptos a quienes las ostentaban, que hasta un caballo lo haría mejor.
       Aunque se desconoce cuál fue el origen de los conflictos, sí sabemos con certeza que desde que Tiberio se trasladó a Capri el Senado adquirió más autonomía y se había acostumbrado a tomar sus propias decisiones. Algo que Caligula no estaba dispuesto a permitir.
Lo primero que hizo el emperador para eliminar a senadores hostiles fue desempolvar los juicios por traición pendientes de juicio desde los tiempos de Tiberio (y que Calígula había fingido destruir cuando llegó al trono imperial). Los cónsules fueron destituidos (estando varios días el Estado sin esta sagrada magistratura) y muchos senadores fueron juzgados y, en muchas ocasiones, ejecutados. La ley de lesa majestad (que protegía al Estado de conjuras o sediciones) empezó a aplicarse caprichosamente. Los condenados perdían todos sus bienes que iban a parar al Tesoro Público.


Senadores en el Ara Pacis Augustae. 13-9 a.C. Roma

 Los senadores eran tratados como miembros de una corte oriental, siendo obligados a humillarse ante el emperador. La adulación y el soportar las vejaciones se convirtieron en el única arma de los senadores para sobrevivir. Pues la caída en desgracia no sólo podía suponer la muerte o el exilio, sino también la privación de riquezas para la supervivencia de sus familiares y la pérdida del prestigio de su linaje, a veces antiquísimo.
“Había un cierto Protógenes, que ayudaba al emperador en sus asuntos más duros que siempre llevaba consigo dos libros, uno de los cuales llamaba su espada (donde apuntaba la gente que iba a ser ejecutada) y el otro su daga (donde anotaba a aquellos que se les iba a conceder la oportunidad del suicidio). Este Protógenes entró en el Senado un día como si fuera a tratar otros asuntos, y cuando los senadores lo saludaron con naturalidad, él lanzó una mirada siniestra a Escribonio Próculo y exclamó: “¿No me saludas? ¿Es que odias al emperador?”. Al escuchar esto los allí presentes rodearon a su compañero y lo despedazaron. Cuando Cayo (Calígula) mostró placer ante esto, declaró que se había reconciliado con ellos. Así, los senadores aprobaron celebrar varios festivales en su honor al mismo tiempo que decretaron que el emperador ocupara una alta plataforma en la misma Curia, para evitar que nadie se le acercara y aprobaron que militares lo protegieran incluso allí; también le ofrecieron que sus estatuas debían ser custodiadas. Cayo (Calígula)  dejó al lado su ira contra ellos, y con impetuosidad juvenil hizo algunas cosas excelentes”. (Dión Casio. Historia romana. 26, 1-4). Este estremecedor relato de Dión Casio, sea cierto o no, muestra con gran crudeza cómo la relación de Calígula con la principal institución de Roma quedó reducida al sometimiento y el miedo.


Calígula. Siglo I d.C. Nápoles. Museo Arqueológico Nacional

Aunque Suetonio no recoge este episodio, describe otros en la misma línea. Por ejemplo cuando Calígula se desplazó a Germania a una expedición militar, frustrado al no tener enemigos con los que combatir “abandonó la asamblea y se dirigió inmediatamente a Roma, volviendo toda su ira contra el Senado, al que amenazaba abiertamente para desviar los rumores de tantos actos vergonzosos, quejándose, entre otras cosas que se le había privado del triunfo completo, aunque él mismo había ordenado poco antes, incluso bajo pena de muerte, que no se abriera ninguna deliberación sobre los honores debidos a su persona. Así, cuando una comisión de este ilustrísimo cuerpo vino a verle, mientras se hallaba en camino, con el ruego de que apresurara su regreso, le respondió a grandes voces: “llegaré, llegaré y ésta conmigo”, mientras golpeaba repetidas veces la empuñadura de la espada que llevaba en su cintura. Por un edicto hizo saber además […] que para el Senado no volvería a ser ni un conciudadano ni un príncipe. Prohibió incluso que ningún senador le saliera al encuentro. (Vida de Calígula. 48, 2 y 49, 1-2).
En conclusión, queda patente con estos relatos que Calígula vertió todo su odio contra la institución que podía suponer un límite a su poder absoluto.

domingo, 12 de noviembre de 2017

El Palacio de Calígula en el Palatino

(Calígula) cortó en dos el templo de Cástor y Pólux en el Foro Romano e hizo a través de él un acceso al palacio que corría directamente entre las dos estatuas, en orden, como solía decir, de tener a los dioscuros de guardianes de su casa”
Dión Casio. Historia Romana. 28, 5


Reconstrucción de la Domus Tiberiana y Palacio de Calígula

En los inicios del Principado de Calígula varias casas dispersas pertenecientes a la familia imperial se diseminaban por el Palatino. El nuevo emperador le dio al conjunto cierta homogeneidad, construyendo algunas estructuras con la finalidad de crear un espacio unitario. Para ello, amplió hacia el lado noroeste del Palatino el Palacio de Tiberio (el primero que se construyó en esta área), que tenía una fachada sobre el Foro y otra hacia el Velabro. El nuevo edificio se ubicaría al sur del Templo de Castor y Polux y de la Fuente de Juturna.
Nada queda del alzado del edificio, por lo que todos son conjeturas en relación a su aspecto. Se piensa que en la planta baja estarían las estancias del servicio y almacenes, mientras que en la primera planta se distribuirían las estancias principales. El Palacio poseería también un atrio y una piscina que seguramente estaba unida a un triclinio donde el emperador llevaría a cabo sus actividades lúdicas y sociales.
En la zona de la piscina se encontró una inscripción [ger]MANICI F, lo que la asocia a época de Calígula. El atrio, con sus 26,5 x 22,30 metros es el más grande descubierto jamás en el mundo romano. Sus muros eran de mármol travertino. No se han hallado trazas del impluvium y de las columnas que lo sostenían, sólo se han conservado pequeños fragmentos. Al sur del mismo se encontraba el tablinum con un muro que lo atravesaba en dirección al atrio.



Restos del Templo de Cástor y Polux y el Palacio de Calígula

A pesar de los escasos restos conservados, lo que verdaderamente ha llamado siempre la atención de arqueólogos y estudiosos es la búsqueda de vestigios arqueológicos que diesen veracidad a los escritos de los historiadores clásicos que afirman que Calígula usó el templo de Cástor y Polux como vestíbulo de su palacio. Al mismo tiempo dicen que el emperador construyó un puente de madera para conectar el mismo con el templo de Júpiter Óptimo Máximo en el Palatino, teniendo así contacto directo con el dios supremo de la religión romana. (Suetonio. Vida de Calígula. 22, 4). Del puente no se ha encontrado ningún rastro, a pesar de que Flavio Josefo también refiere en su obra que Calígula una vez arrojó monedas al pueblo desde el techo de la Basílica Julia. Si esto es cierto, debería haber existido una estructura que le permitiera el acceso hasta allí. Quizás, de haber existido, fuera de madera y hubiera sido retirada posteriormente por Claudio.
“Tras haber transformado en vestíbulo el templo de Cástor y Pólux, se colocaba a menudo entre los dos divinos hermanos y se mostraba a los visitantes en el centro del grupo para que lo adoraran” (Suetonio. Vida de Calígula. 22, 2). En 2013, las excavaciones llevadas a cabo por arqueólogos de la Universidad de Oxford y Stanford en el Foro Romano sacaron a la luz restos de muro y cimientos probablemente pertenecientes al Palacio de Calígula. Estos restos parece que de alguna manera estuvieron conectados al templo. Más revelador es el hecho que también encontraran un desagüe que va en dirección norte desde el Palacio de Calígula y atraviesa la calle al sur del templo de Cástor y Pólux. Debido a que la calle ya tenía un desagüe en dirección oeste, no tenía sentido la construcción de otro, salvo que  al unir el palacio al templo, Calígula hubiera construido un nuevo sistema de drenaje. No obstante, el responsable de la Superintendencia Capitolina para los Bienes Culturales de Roma se mostró cauto y señaló que debían esperarse nuevas excavaciones en el área antes de confirmar tales teorías.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Calígula, un dios caprichoso

Calígula tras la muerte de Drusila empezó a mostrarse más trastornado que nunca. Este desequilibrio mental se manifestó en su sentido más profundo en el ámbito religioso, en el que desarrolló una serie de políticas muy controvertidas.

Busto de Calígula. Siglo I d.C. Copenhage. New Carlsberg Glyptotek. 
Fotografía de Bill Storage, Laura Maish, John Pollini y Nick Stravrinides


Durante su Principado, Augusto sólo permitió que se le rindiera culto divino en vida en las regiones orientales, únicamente como una medida de acercamiento a pueblos acostumbrados a divinizar a sus gobernantes y siempre asociando su figura a la de la diosa Roma. Solamente después de su muerte fue elevado a los altares en todo el Imperio e incluso en la misma Roma como antes de él únicamente lo había sido Julio César. Ambos recibieron este honor tras  una vida dedicada al engrandecimiento del poder de Roma y empujados por el gran amor que les profesaba el pueblo. Calígula no sólo divinizó a su fallecida hermana (una joven que no había cosechado mérito alguno) sino que empezó a considerarse él mismo un dios y a exigir al Senado y al pueblo romano que le rindieran culto divino. Este viraje religioso puede asociarse en parte a su programa político, muy afín a las monarquías orientales, lo que chocaba con la mentalidad de Occidente.

Augusto y Roma. Detalle de la Gema Augustea. siglo I d.C, Viena. Kunsthistorisches Museum

Así empezó a aparecer en público vestido como semidios (Hércules), como dios (Mercurio, Apolo o Júpiter) o incluso como diosa (Venus o Luna) “Después de haber adoptado un gran número de sobrenombres (se le llamaba, en efecto, “Pío”, “Hijo de los Campamentos”, “Padre de los Ejércitos”, César Óptimo Máximo”) al oír casualmente a los reyes que habían venido a Roma a presentarle sus respetos discutir ante él durante la comida sobre la nobleza de sus linajes, exclamó: “haya un solo soberano, un solo rey”, y poco faltó para que tomara al punto la diadema y transformara la apariencia del Principado en una monarquía. Pero como le recordaron que él había sobrepasado la altura de los príncipes y de los reyes, comenzó desde ese momento, a atribuirse majestad divina”. (Suetonio. Vida de Calígula, 22, 1-2).
A veces firmaba los documentos públicos como Júpiter. Incluso se construyó tres templos en los que recibir culto: dos en Roma y uno en Mileto. Creó además un grupo de sacerdotes y víctimas rarísimas (flamencos, pavos reales, urogallos y faisanes). Afirma Suetonio que en uno de sus templos de Roma colocó una escultura suya de oro, que cada día vestía con las mismas vestiduras que él llevara.

Calígula (John Hurt) como Venus en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976

En general, y probablemente movidos por el miedo, todos aceptaron la pretendida divinidad del emperador. Cuenta Dión Casio que “en una ocasión un galo, al verlo proferir oráculos desde una plataforma elevada disfrazado de Júpiter, se echó a reír. Entonces Cayo (Calígula) lo llamó a su presencia y le preguntó: “¿Quién te parece que soy? Y el otro respondió (doy sus palabras exactas): una gran farsa. Sin embargo, el hombre no sufrió ningún daño ya que sólo era un zapatero. Pues alguien de la dignidad de Cayo podía soportar la franqueza del rebaño común más fácilmente que de aquellos que ocupan un alto cargo” (Historia Romana, 26, 8-9).
Solamente los judíos causaron graves conflictos en Oriente, al negarse a rendir culto al emperador, por lo que surgieron diversas revueltas en la ciudad de Jamnia a causa de la construcción de un altar. Fue tal la escalada de violencia que los dirigentes locales ordenaron destruirlo. En venganza Calígula ordenó que se erigiera una enorme estatua suya en el Templo de Jerusalén. El gobernador de Siria, Publio Petronio, retrasó lo posible la ejecución de la orden, temeroso de que tal acto blasfemo diera lugar a una guerra. Finalmente, parece que Calígula revocó dicho mandato aconsejado por sus asesores.

Posible réplica del Zeus de Olimpia, obra de Fidias  San Petesburgo. Museo del Hermitage

Otras medidas que adoptó Calígula y que ocasionaron malestar en algunas puntos del Imperio fue la de sustituir la cabeza de los dioses (algunos realizados por importantes escultores antiguos) por la suya propia. Cuenta la leyenda que cuando los soldados romanos se acercaron al famoso Zeus de Olimpia con esa intención, la escultura emitió una sonora carcajada, por lo que huyeron asustados sin cumplir la orden (Dión Casio. Historia Romana, 28, 4). En Roma, narran las fuentes antiguas, que construyó un puente por encima del Palatino hasta el Capitolio para tener contacto directo con Júpiter Óptimo Máximo y que unió el templo de Castor y Pólux a su propio Palacio. Los arqueólogos debaten aún sobre la veracidad de estos hechos en base a los vestigios arqueológicos del Foro Romano.
¿Había perdido la cordura totalmente Calígula al comportarse de este modo? Yo pienso que no, que nunca perdió el sentido de la realidad sino que su divinización fue exclusivamente un pulso destinado a demostrar al mundo su omnipotencia, tras los ecos de la famosa frase que dirigió a su abuela Antonia “recuerda que todo me está permitido y con todas las personas” (Suetonio. Vida de Calígula, 29,1). Al mismo tiempo, un poder político de origen divino no podía ser puesto en entredicho por humanos ni someterse a los designios del Senado. Sin embargo, la idea de divinización de un emperador vivo era una de las que más horrorizaban al pensamiento occidental, a pesar de su presunta aceptación por todos los estratos de la sociedad romana.

domingo, 29 de octubre de 2017

Drusila, la predilecta de Calígula

Aunque Calígula estuvo casado en cuatro ocasiones ninguna de sus esposas le importó tanto como su hermana Drusila, una de las únicas personas a las que amó sinceramente, hubiera o no incesto, algo que, como ya apunté, no mencionan los escritores contemporáneos a Caligula. No obstante, es normal que la devoción tan apasionada que inspiraba Drusila en el emperador diera lugar a habladurías en una sociedad romana tan poco propensa a demostrar los afectos en público.

Julia Drusila. Siglo I d.C. Munich. Gliptothek


          Julia Drusila nació durante el año 16 d.C. (por tanto era 4 años menor que Calígula). Al igual que sus hermanos y hermanas tuvo una infancia convulsa marcada por la muerte prematura de su padre Germánico y la caída en desgracia de su madre y sus dos hermanos mayores. A la muerte de éstos se trasladó junto con sus hermanas a la casa de su abuela Antonia la Menor. A ellos se unió Calígula en el año 29 d.C., al morir la emperatriz Livia con quien vivía.
Suetonio apunta que bajo el techo de su abuela ambos adolescentes de 17 y 13 años fueron sorprendidos por aquella mientras mantenían relaciones íntimas. Es algo muy poco probable, pues una matrona tan severa como Antonia (que no dudó en dejar morir de hambre a su propia hija Livila acusada de haber matado a su marido) no hubiera dejado de aplicar un castigo ejemplar ante ese tipo de conductas tan censuradas en la Roma Antigua.
Con 18 años, Drusila se casó por orden de Tiberio con Cayo Casio Longino. Ya muerto el viejo emperador, Calígula la obligó a divorciarse y a casarse con su íntimo amigo Marco Emilio Lépido, con quien se rumoreaba que el emperador había tenido una aventura. Ambos se trasladaron a vivir al Palacio imperial. Se piensa que este matrimonio era una farsa pues al entregar a Drusila a un marido totalmente afín a él, Calígula dictaba el comportamiento de Lépido hacia su hermana. Durante su enfermedad, el emperador al nombrar como su heredera a Drusila en lugar de a Lépido dejo bien claras sus preferencias.

Calígula (Malcolm MacDowel) y Drusila (Teresa Ann Savoy ) en un fotograma del film Calígula, 1979

Mucho es lo que se ha escrito en época moderna sobre la relación entre Calígula y Drusila, pero las fuentes antiguas cuentan bien poco. Ni siquiera está claro cómo murió la joven con sólo 22 años durante el año 38, aunque la versión más aceptada es que murió a causa de las fiebres provocada por alguna epidemia de las que asolaban Roma con frecuencia. No tienen ninguna credibilidad las versiones que en la actualidad acusan a Calígula de haberla asesinado él mismo. De hecho algo que sí recogen las fuentes antiguas es la gran desolación que sintió el emperador ante la muerte de su adorada hermana, circunstancia que no ayudó mucho al frágil equilibrio mental de Calígula en esta época. No asistió al entierro porque era incapaz de soportar ver el cuerpo de Drusila devorado por las llamas; por ello se retiró a una de sus fincas a las afueras de Roma y después vagó por Sicilia y Campania.
“Una vez muerta (Drusila), ordenó un luto público, durante el cual se consideró un delito capital haber reído, haberse bañado o haber comido con los padres, la esposa o los hijos. Incapaz de soportar la tristeza, huyó, además de Roma una noche de repente y, después de haber atravesado Campania a la carrera, se dirigió a Siracusa, de donde regresó rápidamente con la barba y el cabello sin cortar” (Suetonio. Vida de Calígula. 24, 2).


Busto de Calígula. Siglo I d.C. . Los Ángeles. Getty Museum. 
Fotografía de Bill Storage, Laura Maish, John Pollini y Nick Stravrinides

Mientras, un senador declaró que había visto a Drusila ascender a los cielos. Calígula  le concedió una generosa recompensa y divinizó a su hermana oficialmente, algo negado hasta ese momento por su bisnieto a la más grande emperatriz, Livia (fue deificada por Claudio 3 años después). Se erigieron estatuas de la infortunada joven por toda Roma mientras la sensación de tristeza obligada asfixiaba a la ciudad. Un hombre que vendía agua caliente para añadir al vino fue ejecutado por atacar a la dignidad imperial. Séneca relata que el pueblo romano “no estaba seguro de si Calígula quería que se llorara a su hermana o la adorarán” y, mientras, temblaba de miedo ante la devastadora pena de Calígula quien sintiéndose infeliz más detestaba la felicidad de los demás.

domingo, 22 de octubre de 2017

Carreras de caballo en la Antigua Roma

No hay para mí escena más épica en la historia del cine que aquella en que Judá Ben Hur se enfrenta sobre una cuadriga, tirada por cuatro bellísimos caballos blancos, a otra, si cabe más hermosa de caballos negros, bajo la égida del malísimo Mesala en el circo de Jerusalén.


Aunque las carreras de caballos en Roma derivan de las etruscas y griegas, según una leyenda fue Rómulo quien celebró una primera competición de este tipo al poco tiempo de la fundación de la ciudad, como estrategia para entretener a los sabinos mientras que los romanos raptaban a sus mujeres.
Poco a poco, estos espectáculos alcanzaron gran popularidad en la ciudad del Tíber, tanto que eran frecuentes los altercados entre los aficionados de uno y otro equipo. Éstos estaban financiados por diferentes grupos. Los aficionados no sólo apostaban grandes cantidades de dinero por uno u otro equipo, incluso a veces hasta su propia libertad. En muchos casos  las peleas entre aficiones acaban convirtiéndose en batallas campales.

Mosaico de carrera de cuadrigas. Siglo IV d.C. Akaki. Chipre
Foto propiedad del Departamento de Antigüedades de Chipre

Los juegos se iniciaban mediante un desfile ritual presidido por un magistrado montado en una cuadriga y vestido con los atributos de Júpiter Capitolino. Le seguían sus clientes vestidos de blanco, los aurigas y los sacerdotes que portaban las imágenes de los dioses. Las carreras podían durar desde el amanecer hasta el ocaso.
A continuación se realizaba un sorteo para determinar qué posición ocuparía cada auriga. La posición más codiciada era la más cercana a la spina pues el carro recorría menos espacio al girar.
Existían 4 equipos: los Rojos, los Verdes, los Blancos y los Azules. Domiciano creó dos nuevas facciones (Púrpuras y Dorados) que desaparecieron tras su muerte. En cada carrera participaban 3 carros de cada color. Los conductores de carros solían ser esclavos, cuya fama no tenía límites. Si ganaban suficientes carreras podían incluso comprar su libertad, aunque la esperanza de vida en el gremio no era muy alta. Algunos nobles también en ocasiones bajaron a competir a la arena del circo, incluso emperadores como Calígula y Nerón, pero era algo muy excepcional.

Mosaico de los aurigas que representa las 4 facciones. Siglo II- III d. C. Museo de las Termas. Roma 2011

Los carros habitualmente eran tirados por 4 caballos (quadrigae) o dos (bigae). En cuanto a los caballos, auténticos protagonistas de las carreras, estaban muy bien adiestrados. Su disposición en el tiro de la cuadriga era fundamental para aprovechar las capacidades de cada uno de ellos. El más importante era el más cercano a la spina pues debía saber cómo y cuándo girar para evitar chocar y conservar la posición. Los preferidos por los romanos eran los caballos de Hispania, de Sicilia, África, Tesalia y Capadocia.
Una vez comenzada la carrera, unos jueces se encargaban de que todo fuera legal, aunque era frecuente que las corporaciones los sobornaran para que favoreciesen a sus aurigas.
Una carrera normal consistía en 7 vueltas alrededor de la spina, corriendo en sentido contrario a las agujas del reloj. Los huevos y delfines situados en los extremos indicaban los giros. La única arma con la que contaban los aurigas era un cuchillo para cortar las riendas que  llevaba atada a la cintura y a los caballos, en caso de accidente. Por tanto, es falso que un carro pudiera llevar cuchillas en las ruedas como el de Mesala en la famosa película.

Mosaico de un auriga. Siglo III- IV d. C. Villa romana del Casale. Sicilia
Fuente: De No machine-readable author provided. Urban~commonswiki assumed (based on copyright claims). - No machine-readable source provided. Own work assumed (based on copyright claims)., CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=295128

Los accidentes eran algo cotidiano. En cada carrera había unas cuadrillas que se dedicaban a retirar los restos de los accidentados. Debían de ser muy veloces porque corrían el riesgo de ser arrollados por el resto.
La carrera la ganaba el primer carro en completar las 7 vueltas reglamentarias, independientemente si llevaba el auriga subido encima o no. De ahí la importancia de la pericia de los caballos.
Al principio de la época imperial sólo se celebraban 12 carreras, Calígula las amplió a 24 y en la época Flavia se elevaron a 48.
El circo por excelencia era el Circo Máximo de Roma. Ubicado entre el Palatino y el Aventino tenía capacidad para 250.000 espectadores (muchas más que los mayores estadios de futbol). Su origen se remonta a la época de los etruscos, aunque fue reconstruido por Julio César en torno al año 50 a.C. Un edificio imponente del que sólo queda su trazado y algunos vestigios arqueológicos.

Reconstrucción del Circo Máximo de Roma
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=aksOAH7dYsQ

Este tipo de competiciones tienen hoy un claro reflejo en el famosísimo Palio de la Asunta que se celebra todos los años en Siena durante Ferragosto.