Reconstrucción del Foro Romano. Lanciani. 1910
El Foro Romano desde el Capitolio. Roma 2011
Y así, cuando los primeros rayos de sol acarician la colina capitolina, el primer emperador se deleita contemplando el Foro Romano, en las horas previas a que el cotidiano bullicio que lo circunda altere esa paz que sólo alcanza ante la visión de lo que más ama.
Lo primero que
distinguen sus ojos es el Tabularium,
uno de los únicos edificios de época republicana que ha llegado hasta nuestros
días en buen estado de conservación. Se usaba para guardar las leyes y otros
archivos del estado transcritos en tabulae.
Construido en el año 65 a.C. poseía grandes muros de piedra adornados con
columnas y otros elementos arquitectónicos, aún visibles en la actualidad. La
distribución interior era como una doble muralla, con corredores estrechos para
guardar los documentos oficiales. Probablemente el edificio original tenía dos
alturas, estando la superior destinada a registros públicos. Durante época
imperial perdió su importancia al ser sustituido por los archivos imperiales.
Restos del Tabularium. Roma 2013
Reconstrucción
Delante de éste se
yergue el Pórtico de los dioses consejeros, datado en el siglo III a.C. que se alzaba
sobre una plataforma. Constaba de varias cámaras dispuestas en dos filas frente
a las cuales se levantaba un pórtico de columnas corintias. En estas
habitaciones se veneraban las esculturas de oro de los dioses consejeros.
Pórtico de los dioses consejeros. Roma 2013
Un poco más a la derecha
la mirada de Augusto se posa en los majestuosos templos de Saturno y de la
Concordia. El primero, tan antiguo como la ciudad misma dibuja el perfil del
Foro desde tiempos ancestrales al mismo tiempo que custodia el tesoro del
Estado romano. Construido en el siglo VI a.C. en honor de Saturno, fue
reconstruido por completo en el año 42 a.C. A partir de ahí se convirtió en un
templo pseudoperiptero, hexástilo y de orden jónico. Se alza sobre un podio que
lo eleva unos 9 metros sobre el Foro. En él, a través de una escalera se
accedía al pronaos, aunque no quedan rastros de la misma. Ante su aspecto
imponente el dueño del mundo se siente empequeñecer.
Templo de Saturno. Roma 2011
Más al lado oriental dedica
su atención a contemplar la Cárcel Marmetina y el Comitium. La primera según la tradición tiene su origen con Anco Marcio
alrededor del 640-616 a.C, sin embargo los vestigios arqueológicos son del
siglo II a.C. De este siglo es la parte
superior, trapezoidal y la sala abovedada construida en toba. Fue
originariamente concebida como una cisterna en el suelo del segundo nivel, pero
posteriormente se construyó un paso entre ésta y la Cloaca Máxima para que los
cuerpos salieran a ella. Entre la cárcel y el Tabularium se encontraría años después la penosa escalera de la
Gemonia (atribuida a Tiberio), por donde se arrojaban los condenados. Anterior
a ésta y con una finalidad parecida la
roca Tarpeya aún se erguía durante la República sobre la colina Capitolina.
Interior de la Cárcel Marmetina. Siglos IV- II a.C. Roma
Del Comitium sólo se aprecian en la actualidad unas leves trazas. Era
el lugar de reunión de las asambleas de ciudadanos. Se situaba en frente a la
Curia Julia y junto al Ficus Ruminalis,
la higuera sagrada donde se decía había encallado la cesta que transportaba a
Rómulo y Remo y bajo cuyas ramas la loba amamantó a los gemelos. Esta encina
fue trasladada desde las cercanías del Lupercal hasta esta nueva ubicación. César reubicó en su proximidad la rostra, lugar desde donde los oradores
realizaban sus discursos. Junto a ella se elevaba también el Miliarium aureum, una columna en mármol
revestida de bronce erigida sobre una base por Augusto como punto de partida de
todas las calzadas romanas. Asociado a él surgió la famosa frase pronunciada
por Schaff “todos los caminos conducen a Roma”. A su lado el Umbilicus Urbis Romae, marcaba el centro
de Roma, otro monumento que la leyenda atribuye a Rómulo, aunque los restos que
hoy se conservan son de época de Septimio Severo.
Restos de la base y reconstrucción
de Millearium Aureum
Umbilicus Urbis Romae. Roma 2013
Y al pensar en él un
escalofrío recorre el cuerpo de Augusto. Una y otra vez la presencia del mítico
fundador de la Urbe está presente en cada rincón del Foro. Rómulo lo es todo
para la Ciudad Eterna pues a él incluso debe su nombre inmortal. Ésta, desde
tiempos inmemoriales custodia en el Lapis
Niger, su supuesta tumba. El santuario deriva de un lugar de culto antiguo
de los siglos VIII y VII a.C. aunque los restos que quedan son de la época en
la que César reorganizó toda la zona
para construir la Curia Julia. Su nombre se debe a la piedra negra en la que
está elaborado el monumento o al posterior mármol negro del pavimento. Aquí se
encontró la inscripción más antigua escrita en lengua latina. Contribuía a la
sacralidad del lugar la proximidad del Volcanal o Altar de Vulcano que según la
tradición había sido consagrado también por Rómulo. Roma necesita mantener viva
la memoria de su primer rey pues de su esencia mítica bebe su eternidad.
Detalle
del Lapis Niger
Fuente: Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=431858
Los ojos de Augusto, aún
humedecidos por las lágrimas que luchan por no brotar, se emocionan ante tanta
belleza. Es consciente de que ha cumplido el mayor objetivo de su vida pues sólo
él después de Rómulo ha dejado una huella tan indeleble en el Foro: el templo del divino Julio con su nueva rostra, el Arco destinado a celebrar su triunfo
sobre Marco Antonio y sobre los partos, y la impresionante Basílica Julia así
lo atestiguan. Enfrentada a ésta en la cercanía de la Curia Julia vislumbra la
Basílica Emilia, del siglo II a.C. de la que sólo quedan las bases de las
columnas exteriores y de la nave, así como los cimientos de las tiendas que se
asentaban bajo sus arcos sostenidos por pilastras. El edificio estaba precedido
de un pórtico de dos pisos. Augusto alzó delante de la basílica una columnata
dórica que ocultaba las tiendas. Con posterioridad el pórtico fue dedicado a
sus queridos Cayo y Lucio, sus pequeños.
Restos de la Basílica Emilia. Roma 2013
Por delante de ésta
transcurría la Via Sacra, que se extendía hasta donde hoy se sitúa el Coliseo. Siempre
fue la vía principal de Roma, pues surgió durante la fundación de la Ciudad.
Formaba parte del recorrido por el que transcurrían los triunfos. Cada una de
sus piedras rezuman gloria. Más allá del Senado el Argileto unía esta zona con
el Suburra, uno de los más populosos y de peor fama de la antigua Roma.
Tramo de la Via Sacra. Roma 2005
Hacia el área central
del Foro Augusto divisa el Lacus Curtius,
un pequeño estanque al que se atribuía un carácter sacro. Aunque hay varias
versiones para explicar el origen mítico de este lugar, la más extendida es que
se abrió un abismo en el Foro Romano, que en vano se trató de tapar. Según la
leyenda el abismo sólo se cerraría si se lanzaban las cosas más preciosas para
el pueblo romano. Así, el joven Marco Curzio entendiendo que lo más valioso de
Roma era el valor de sus soldados, montado en su caballo y armado se lanzó
dentro del precipicio. Una gran multitud le arrojó después un gran número de
ofertas votivas. En la actualidad el lugar se presenta como un pequeño
hundimiento del terreno de forma trapezoidal rodeado de la pavimentación del
Foro que se remonta a la época de César. En el nivel más bajo se divisa parte
de la pavimentación más antigua en
bloques de tufo; en el centro había un pozo, en el que en tiempos de Augusto la
gente lanzaba monedas, otra tradición
que Roma ha elevado a mítica. Al lado del Lacus se alza una copia del
relieve de que representa a Marco Curcio lanzándose al abismo.
Lacus
Curtius
Fuente: Di MM - Opera propria, CC
BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10340386
Detalle del relieve que representa a Curcio. Original en Roma. Museos Capitolinos
Fuente: Di Lalupa - Opera propria, CC
BY-SA 3.0,
Poco a poco la mirada del
Príncipe se va adentrando en el corazón del Foro hasta detenerse en el Templo de Castor y Pólux y en la fuente de Juturna, y ligeramente más allá, en el
templo más sagrado de Roma, el de Vesta, cuyos restos más antiguos están
datados en fechas próximas a la fundación de la ciudad. En él se conservaba el
fuego sacro que velaba por la eternidad de Roma. Su custodia correspondía a las
Vírgenes Vestales. En el lugar más secreto del Santuario se guardaban las
reliquias que Eneas llevó con él desde Troya, entre ellas el famoso Palladión. Era
de planta circular sostenido por 20 columnas corintias. Sus vestigios se elevan
sobre un podio de 15 metros de diámetro.
Templo de Vesta. Roma 2013
Reconstrucción de los templos de Vesta y de Cástor y Pólux del Prof. Auer in A. Schneider, Das Alt Rom, tav III
Junto él se ubicaba la
Regia, la residencia real fundada según la tradición por Numa Pompilio entre
los siglos VII y VI antes de Cristo. Con posterioridad se convirtió en la casa
del Pontifex Maximus. Hoy sólo podemos ver sus cimientos.
A su lado, completando
el conjunto del Atrium Vestae se encuentra la Casa de las Vestales, situada
justo detrás del templo de Vesta. El mismo Augusto entregó a las Vestales la Domus Pública, la residencia oficial del
Pontifex Maximus, donde Julio César había vivido. Era un palacio de tres pisos
y 50 habitaciones construidas alrededor de un elegante atrio. En el pórtico se
colaban las estatuas de las Vestales Máximas, situadas sobre un podio donde se
relataban sus virtudes.
Para terminar su
recorrido, al final de la Via Sacra distingue el Pórtico Margaritaria el lugar de
comercio donde se vendían las joyas más fascinantes de Roma.
Reconstrucción de la Casa de las Vestales
La casa de las Vestales en la actualidad. Roma 2013
Esta entrada, la número
200, la he querido dedicar a uno de los lugares que al igual que Augusto, más amo
en el mundo. En pocos sitios soy tan feliz como cuando recorro el Foro romano palmo a palmo sumergiéndome entre las historias que me cuentan cada una de sus piedras. Sólo allí me siento verdaderamente en Roma.