Nerón y Agripina en una moneda
Nerón cada vez más
hastiado de las luchas por controlar su voluntad entre su madre y Séneca
comenzó a alejarse progresivamente de los dos. Contribuyó a ello la entrada en
la vida del joven de nuevos amigos, siendo el más importante Marco Salvio Otón,
que le animaba a una vida más mundana, alejada de la estricta doctrina de
Séneca, que le recordaba continuamente cuáles eran sus obligaciones.
Así, el emperador empezó
a frecuentar los barrios menos recomendables de Roma en los que encontraba cada
vez nuevos estímulos y experiencias. El momento álgido de este tipo de vida se
produjo cuando Nerón se enamoró profundamente por primera vez en su vida. El
problema es que su amada era una liberta llamada Acté.
Nerón estaba casado
desde hacía años con la hija de Claudio, Octavia, una joven matrona virtuosa
que como la hermana de Augusto del mismo nombre era muy amada y respetada por
el pueblo. Teniendo en cuenta el gusto por la extravagancia de Nerón, hacía
tiempo que la dulce Octavia lo aburría enormemente.
Supuesto retrato de Claudia Octavia. Siglo I d.C. Museo de las Termas. Roma 2018
Desde el momento que
Agripina se enteró de la relación de su hijo con una ex -esclava, montó en
cólera. De este modo Nerón (para evitar conflictos con su progenitora) veía a
su amante a escondidas con la ayuda de Séneca, que aunque tampoco veía la unión
con buenos ojos, lo disimulaba mejor; al mismo el tiempo, el filósofo veía una
oportunidad de separar al joven César de la influencia de su madre. Poco a poco
Nerón fue relajándose y desafió a su madre cuando manifestó su deseo de
divorciarse de su esposa para contraer matrimonio con Acté.
Eso fue la gota de la
paciencia de Agripina que enfurecida comenzó a recordarle a Nerón que sólo a
ella debía el Imperio. No obstante, cuanto más rabiosa se mostraba la hija de
Germánico más rebeldía causaba en su hijo, “Agripina,
con una reacción típicamente mujeril, bramaba que tenía como rival a una
liberta, como nuera a una sierva, y otras cosas por el estilo; no esperaba al
arrepentimiento o la saciedad de su hijo, y cuanto más deshonrosamente lo
increpaba, más hacía arder su pasión, hasta el punto de que dominado por la
fuerza del amor, abandonó toda consideración para con su madre y se puso en
manos de Séneca” (Tácito. Anales.
Libro XIII,1).
Continúa Tácito contando
que entonces Agripina cambió de táctica y empezó a mostrarse zalamera con el
joven, ofreciéndole incluso su alcoba para sus encuentros íntimos con su
amante. Pero los nuevos amigos de Nerón lo instaban a no dejarse engañar por la
falsedad de la mujer. Otro incidente entre ellos se produjo cuando Nerón
decidió hacer un espléndido regalo a Agripina para aliviar la tensión entre
ellos, “casualmente por aquellos días el
César, tras examinar los atavíos con que habían resplandecido las esposas y las
madres de los príncipes, eligió un vestido y unas piedras y la envió como regalo
a su madre, sin escatimar nada y adelantándose a ofrecerle lo mejor y lo que
las demás mujeres ambicionaban. Pero Agripina exclama que con aquello no se
enriquecía su ajuar, sino que se la privaba del resto, y que su hijo repartía
lo que, en su totalidad, poseía gracias a ella” (Tácito. Anales. Libro XIII,4).
Muy irritado por el
incidente, Nerón se vengó despidiendo al liberto Palas (el más firme aliado de
Agripina, quien apostó por ella para que Claudio la tomara en matrimonio). Así,
la otrora emperatriz perdía su más importante fuente de información cercana de
Nerón.
Supuesto busto de Británico. Siglo I d.-C. Roma, Museos Vaticano
Por ello, Agripina se atrevió a usar su última,
y más peligrosa baza: Británico. El hijo de Claudio tenía ya 14 años, y hasta
ese momento vivía marginado en la corte. La madre del emperador comenzó a
amenazarlo con usar sus influencias para promover a Británico como legítimo
heredero al trono imperial “Agripina,
perdiendo el control, se lanzó a asustarlo y a amenazarlo [a Nerón], sin recatarse de proclamar ante los oídos
del príncipe que Británico ya había crecido, que era estirpe verdadera y digna
de recibir el imperio, ejercido por un advenedizo adoptado, y en medio de
agravios a su madre” (Tácito. Anales.
Libro XIV,2).
Después de esto, las
relaciones entre madre e hijo quedaron completamente rotas, a pesar que durante
un tiempo ambos se molestaron en guardar las apariencias.
Se nota la tensión entre los dos.
ResponderEliminarSí, progresivamente la relación entre madre e hijo se va deteriorando de manera irreversible. Un saludo
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