Britania en época de Julio César. 54 a.C.
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A principios del verano
del año 43 d.C., Claudio se embarcó en uno de los proyectos más ambiciosos de su Principado: la
conquista de Britania.
Para él, la exploración
de nuevas tierras más allá del océano del norte tenía un significado especial
pues su padre, Druso el mayor, había sido el primero en navegar por sus aguas
el año 12 a.C. Años después sería su hermano Germánico quien se dedicó a
explorar esas aguas desconocidas; desde entonces ningún general romano más lo
había intentado. Claudio ansiaba seguir los pasos de su padre y hermano, a los
que profesaba una gran admiración y cariño. Pero él no se iba a conformar con
simples exploraciones, era el momento no sólo de cruzar el océano sino de
regalar al pueblo romano una nueva provincia, retomando la conquista que el
divino César había dejado incompleta: Britania.
La isla siempre había
despertado gran interés para Roma debido a sus riquezas naturales (sobre todo las
reservas de plata). Al mismo tiempo, la vía atlántica desde el Mediterráneo
comenzó a ser utilizada de forma intensa para el transporte de alimentos
destinado a las legiones asentadas en la frontera renana procedentes de África
e Hispania. Pero sobre todo Britania se había convertido en un refugio para los
rebeldes galos, por lo que urgía someterla.
Las circunstancias parecían
favorecer los planes de Claudio ya que el territorio se encontraba inmerso en
distintas luchas sucesorias. Por un lado, el caudillo tribal Cunobelino había
muerto dejando su tierra a sus dos hijos. Más al sur, el reino vecino también
estaba sumido en luchas intestinas que habían provocado la huida de su rey hacia
tierras romanas buscando asilo.
Desembarco de Claudio en Britania
Al otro lado del canal,
en Bononia, hacía tiempo que se estaba planificando una futura incursión pues
ya Calígula en su expedición al norte había reclutado dos legiones para
facilitar una futura invasión de Britania sin mermar las fuerzas de Germania. En
el Rin ahora todo estaba tranquilo; Galba, el comandante al mando había acabado
con dos tribus rebeldes y, lo que era más importante para Roma, se había
recuperado la última de las águilas perdidas contra Arminio en la batalla del
Bosque de Teutoburgo (las otras dos las había recuperado Germánico años antes).
No obstante, los
soldados no tenían mucho interés en embarcarse en una aventura hacia unas
tierras misteriosas. Los rumores sobre ellas decían que allí eran comunes las
prácticas de brujería y que estaban habitadas por fieros salvajes que
practicaban sacrificios humanos. De ahí que cuando recibieron la orden de
embarcar, se negaron en un acto de clara rebelión. El liberto imperial Narciso
se dirigió a los amotinados recordándoles su sagrado deber hacia Roma y aunque
al principio se burlaron de él, finalmente volvieron a la obediencia.
Tras un viaje sereno
bajo el mando de Aulo Plaucio, llegaron a la isla derrotando en dos ocasiones a
los britanos, muriendo en la batalla uno de los hijos de Cunobelino. El otro,
Carataco, reagrupó a su gente y siguió ofreciendo resistencia más al norte.
Claudio se unió en este momento a la expedición con refuerzos e incluso con
elefantes de guerra, lo que aumentó su prestigio antes sus soldados, pues a
pesar de su edad y de sus problemas físicos, cabalgó a la cabeza del ejército,
desplegando el poder de Roma, sobre tierras tan primitivas que nada sabían de
la ciudad del Tíber. La capital, Camulodonum, cayó con celeridad en manos
romanas. Reyezuelos de toda la isla llegaron para postrarse ante Claudio, quien
había superado las gestas de su padre y de su hermano, al anexionar un nuevo
territorio al Imperio. En el año 44 se dio por culminada la conquista después
de dejar aseguradas las fronteras a
través de puestos defensivos y de pequeños Estados clientes. Población romana
se asentó en las nuevas tierras para favorecer la romanización. El nuevo
territorio (centro y sur de la isla) quedó bajo las órdenes de un legado
imperial.
Claudio somete a Britania. Siglo I d.C, Aphrodisian (Turkía), Museo Arqueológico
A los pocos meses el
emperador volvió a Roma pues, incluso con los conspiradores muertos, el
emperador no se fiaba de las intenciones del Senado. Sin embargo, la conquista
de Britania lo asentó definitivamente en el trono imperial, pues la gloria de
una nueva provincia para Roma era algo que se celebró en todo el Imperio.
En la capital, la
victoria causó gran algarabía, ávido como estaba siempre el pueblo romano de
ampliar la gloria de su ciudad. Los senadores votaron una gran cantidad de
honores no sólo para Claudio sino también para Mesalina y para su pequeño hijo,
que pasó a ser conocido con el nombre de Británico. El año 44 se le concedió un
Triunfo (honor del que sólo podían gozar los miembros de la familia imperial,
pero que Claudio amplió a otros generales).
Moneda que conmemora la conquista de Britania
Fuente: Di Classical Numismatic Group, Inc. http://www.cngcoins.com, CC BY-SA 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10392201
Carataco fue al fin
derrotado en el año 51 d.C, siendo llevado a Roma encadenado como siempre se
había hecho con los líderes de las tierras sometidas. Claudio haciendo gala de
su clemencia, perdonó la vida del rey britano lo que fue recibido con grandes
muestras de aprobación y que calmó la oposición en la isla. Caracato continúo
viviendo en provincias romanas.
Claudio mandó destruir
cualquier símbolo perteneciente a la religión celta o druida y demolió muchos
de sus templos en los que se habían realizado sacrificios humanos.
Muy grato haber encontrado este blog y gente interesada como uno en la Roma imperial.
ResponderEliminarSaludos desde el hemisferio sur.
Muchas gracias por leerme! Desde siempre una enamorada de Roma y su glorioso pasado. un saludo
ResponderEliminarFascinante todo lo que leo en estos posts. Ebhorabuena por tus profundos conocimientos y lo ameno de tus posts.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme y por tus apreciaciones. Un saludo
ResponderEliminarMuy interesante y muy entretenido
ResponderEliminarGracias! Claudio fue un gran emperador y lo demostró. Un saludo
ResponderEliminarSi lo que escribió Suetonio sobre los emperadores romanos es cierta, me hubiera gustado ver la cara de Augusto, Livia, Antonia la menor y Calígula al ver que Claudio logró algo que ni siquiera Julio César pudo.
ResponderEliminarAugusto fue uno de los únicos miembros de la familia imperial que intentó darle una oportunidad a Claudio y vio algo en él, aunque no creo que hubiera imaginado nunca que pudiera haber llegado a ser emperador. Un saludo
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