Para entender un poco la
psicología y la forma de comportarse del nuevo emperador quiero retrotraerme
algunos años en su vida para analizar cómo fue su infancia y adolescencia en la
familia imperial, en la que la mayoría de sus miembros destacaban por su gran
atractivo físico, por ser inmensamente populares o excelentes soldados adorados
por las tropas.
La familia imperial en el Ara Pacis, 13-9 a.C, Roma 2013
Aunque Augusto predicaba
la humildad y normalidad dentro de su familia, lo cierto es que ésta no pudo
abstraerse al gran influjo mediático que proyectaba entre
todos los estratos de la sociedad romana. Cabe recordar los casos de Marcelo,
Cayo y Lucio César, Druso el mayor, Germánico o la popularidad llevada al extremo
más absoluto de la que gozó Calígula desde que era un bebé. Por su parte, las
mujeres también sobresalían ya fuera por sus actos o por su belleza como ocurrió
con Livia, Octavia, Julia la mayor o Antonia, entre otras. Precisamente, ésta
última, fue la que peor asumió haber engendrado un vástago con los problemas
físicos y de salud de Claudio.
El cuarto emperador
nació el 1 de agosto del año 10 a.C. en Lyon siendo el tercer hijo de la pareja
formada por Druso el mayor y Antonia la menor, o sea era nieto de la emperatriz
Livia y sobrino nieto de Augusto. Su linaje no podía ser más impecable. Su
padre murió el año siguiente por lo que Antonia (que se negó a volver a casarse)
tuvo que afrontar sola la educación de tres niños pequeños (el mayor, Germánico,
contaba entonces con 6 años).
Copia de busto de Druso, padre de Claudio. Ara Pacis Augustae. Roma
Claudio en sus primeros años de vida se vio
afectado por una serie de enfermedades serias que lo debilitaron gravemente. Como
consecuencia de ellas se le quedó una tartamudez y cojera crónica; lo que era
intolerable para los miembros de la familia divina. Así y todo, Claudio podía
sentirse afortunado pues en el siglo I a.C. ya no se practicaba la antigua
costumbre ancestral de abandonar a los recién nacidos deformes o débiles
condenándolos a morir por exposición (eran abandonados en la calle y si nadie
los recogía morían irremediablemente).
No obstante, para las
mentalidades de nuestro siglo, son estremecedores los relatos que nos han
dejado las fuentes antiguas sobre los primeros años de vida de Claudio. Cuenta
Suetonio que su madre “repetía con
frecuencia que era un engendro humano que la naturaleza había dejado sin
terminar, y, cuando quería tachar a alguien de estúpido, decía que era más
tonto que su hijo Claudio” (Vida de
Claudio, 3, 2). En cuanto a su abuela Livia “lo tuvo siempre en el mayor de los desprecios; no solía hablarle más
que en contadas ocasiones, y todos sus avisos se los hacía llegar por medio de
notas duras o lacónicas o por intermediarios” (Vida de Claudio, 3, 2). Ambas eran mujeres de virtud intachable y
de moral íntegra, pero no dudaron en mostrar tal trato a un niño débil e
indefenso.
Antonia Menor, madre de Claudio. Siglo I a.C. Roma. Museo de las Termas
Debido a esto, estuvo
durante largo tiempo sometido a la tutela de un preceptor, incluso tras haber
superado la mayoría de edad. Relata Suetonio que él mismo se quejaba en un
escrito del maltrato que le dispensaba éste, quien lo corregía con la mayor
crueldad posible y bajo cualquier pretexto.
En cuanto a sus hermanos, nada dicen las
fuentes en relación a Germánico, por lo que es de suponer, basándonos también en
los homenajes que Claudio le dedicaría con posterioridad, que alguien tan
bondadoso como Germánico tendría más consideración con él. No ocurriría del mismo modo con la intrigante
Livila, que lo despreciaba sin disimulo. Cuando alguien predijo que Claudio
llegaría a ser emperador “abominó
públicamente y en voz alta de la suerte tan miserable e indigna que le estaba
reservada al pueblo romano” (Vida de
Claudio, 3, 2).
Augusto de Prima Porta. Detalle. Siglo I d.C. Museos Vaticano, Roma 2011
Augusto, por su parte, manifiesta
preocupación por el destino del joven, algo que Suetonio testimonia a través de
varios pasajes de cartas escritas por el emperador a su esposa Livia que se
conservaban en época del biográfo. En una de ellas se expresa así “cumpliendo tu encargo, mi querida Livia,
hablé con tu hijo mayor acerca de lo que debía hacerse con tu nieto Tiberio
durante los Juegos de Marte. Los dos estamos, por otra parte, de acuerdo en que
debemos decidir de una vez por todas qué criterio hemos de seguir respecto a
él. Pues si es apto, por decirlo así, en todos los sentidos, ¿qué motivos
tenemos para dudar en promocionarlo haciéndole pasar gradualmente por las
mismas etapas que hemos hecho atravesar a su hermano? Y si, por el contrario,
pensamos que es inferior, que tiene dañadas sus facultades físicas o mentales,
no hay que proporcionar a los hombres, que tienen por costumbre burlarse de
estas cosas, la ocasión de reírse no sólo de él sino también de nosotros”.
(Vida de Claudio, 4, 1-2)
En otra dice “durante
tu ausencia, invitaré cada día a comer al joven Claudio, para que no lo haga
solo con sus preceptores. Deseo que observe las maneras de alguien a quien
pueda imitar. El pobrecillo no tiene suerte, pues cuando su mente no
se extravía, se deja ver claramente la nobleza de su espíritu” (Vida de Claudio, 4, 5).
Una tercera carta vuelve
a poner de manifiesto la sensibilidad de Augusto hacia su joven sobrino nieto: “por mi vida que me admiro, mi querida
Livia, de que tu nieto Tiberio haya podido agradarme cuando declamaba, pues no
veo como un hombre que se expresa con tan poca claridad puede decir claramente
lo que se debe decir cuando declama”. (Vida
de Claudio, 4, 6).
Livia. Siglo I d.C. Copenhage.Carlsberg Glyptotek
Las cartas dejan claro
que Augusto mostró compasión y deseo de integrar a Claudio. A pesar de ello, al
joven no se le permitió ejercer ningún cargo; probablemente Augusto fue
aconsejado negativamente por sus colaboradores en un tema en el que tenía enormes
dudas, como también evidencian las misivas.
Así, cuando Claudio tomó
la toga viril, fue llevado en litera al Capitolio a media noche, para no llamar
la atención y sin la ceremonia habitual. Del mismo modo, aunque le dejaron
presidir la ceremonia en unos juegos de gladiadores en honor de su padre, tuvo
que hacerlo con la cabeza cubierta.
Siendo emperador su tío
Tiberio, tampoco obtuvo ninguna magistratura ni papel relevante aunque sí se le
concedieron algunas insignias honoríficas.
Claudio togado. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano
Por ese motivo, Claudio,
gran aficionado a la historia, se consagró a escribir, siguiendo los consejos
del gran historiador romano Tito Livio. Tomó como punto de partida el asesinato
de César, algo que acabó abandonando ante la censura de su madre y abuela que
no le permitían narrar los hechos con veracidad. Se centró entonces en temas
menos espinosos como en relatar una historia sobre los cartagineses en 8
volúmenes y de los tirrenos en 20. Al
mismo tiempo se dedicó al ocio lo que le hizo ganarse una mala fama de borracho
y jugador.
Sería su sobrino
Calígula quien reclamó a Claudio para desempeñar cargos públicos de
importancia, no tanto para honrarlo sino para burlarse de las instituciones
romanas.
Exdelente!
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