Calígula (John Hurt) y Claudio (Dereck Jacobi) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976
Cuando Calígula se
convirtió en emperador, Claudio pasó a estar en la primera línea en la política
romana, más por un deseo de Calígula de burlar a las instituciones romanas que tanto
despreciaba que por un verdadero deseo de honrar a su tío, tal y como después
pusieron de manifiesto las continuas burlas y humillaciones a los que lo
sometió.
La primera medida de Calígula
fue nombrarle senador y su colega en el consulado durante el año 37; a punto
estuvo de costarle el cargo el hecho de que no estuvieran en la fecha
estipulada unas esculturas que Calígula le ordenó erigir de sus hermanos Druso
y Nerón. Tres años después volvió a ser designado cónsul por segunda vez.
No obstante, padeció múltiples ultrajes por parte de su sobrino. “Si llegaba a cenar un poco más tarde de la hora señalada, no se le
hacía sitio sino a regañadientes y sólo después de haberlo hecho recorrer el
comedor, y cada vez que se adormilaba después de la comida, cosa que le sucedía
con frecuencia, le incordiaban tirándole huesos de aceitunas o de dátiles, y a
veces los bufones lo tomaban por objeto de sus bromas despertándole con la
palmeta o con el látigo. Solían también ponerle chinelas en la manos mientras
roncaba, para que al despertarse de repente, se frotara la cara con ellas” (Suetonio.
Vida de Claudio, 8).
Busto de Calígula. Siglo I d.C. Copenhage. New Carlsberg Glyptotek. Fotografia propiedad de S. Sosnovski
Al mismo tiempo su vida
estuvo en peligro en varias ocasiones, por ejemplo cuando el senado envió una
embajada, presidida por Claudio, para felicitar a Calígula que se encontraba en
Germania por su éxito en la represión de la conspiración de Getúlico. El
emperador se indignó tanto, de que se le hubiera tomado por un niño al que su tío
debía supervisar, que incluso se dice que lo arrojó al río Rin. Este incidente
empeoró mucho la situación de Claudio en
la corte.
Continúa Suetonio
diciendo que “a partir de entonces, fue
siempre el último de los exconsules en manifestar su opinión en el Senado, pues
se le consultaba después de todos para humillarle. Se aceptó incluso un proceso
por falsificación de un testamento en el que también él había estampado su
sello. Por último, se vio obligado a pagar 8 millones de sestercios por
ingresar en un nuevo sacerdocio, quedando de tal manera arruinado, que al no poder
cumplir el compromiso contraído con el fisco, bajo el edicto de los prefectos
sus bienes fueron puestos a la venta sin condiciones, como establece la ley
hipotecaria” (Vida de Claudio, 9,
2).
Añade Dión Casio, que
durante esta época Claudio enfermó y adelgazó mucho a causa del estrés y el
miedo que lo tenían paralizados.
Ya lo comenté en otra
ocasión que, aunque se ha especulado, es muy poco probable la participación de
Claudio en el complot que acabó con la vida de Calígula, pues nadie lo
consideraba inteligente como para hacerle partícipe de un plan tan arriesgado.
Busto de Claudio. Siglo I d.C. Roma, Museos Vaticano
A pesar de todo, Claudio
logró sobrevivir a todos sus ilustres parientes, incluido su cruel sobrino,
obteniendo sin buscarlo algo que todos
anhelaban menos él: la púrpura imperial.
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