Cayo César. Siglo I d.C. Roma. Fondazione Sorgente Group
Nacido en el año
Cayo Cesar en el Ara Pacis Augustae. 13-9 a.C. Roma 2013
Desde ese momento ambos niños se trasladaron a vivir con su
abuelo al Palatino donde fueron educados para ser sus herederos, estando
expuestos desde la cuna a la vida pública. Con tan sólo 7 años (en 13 a .C.) participó en los
juegos troyanos que tuvieron lugar en la ceremonia de inauguración del Teatro
Marcelo. En esa ocasión el niño fue recibido con una gran ovación que irritó
mucho a Augusto. A ello colaboró Tiberio cediéndole el sitio de honor junto a
su abuelo, lo que le supuso una dura reprimenda por parte del emperador que no
quería que adularan en exceso a sus nietos.
Tras la muerte de Agripa y de Druso, Cayo fue participando más
activamente en tareas de gobierno junto a Augusto, quien incluso lo llevaba con
él en sus viajes para que recibiera adiestramiento militar. En el
En el año 6 a .C.
sin ni siquiera ser aún un hombre legalmente ni ser candidato, Cayo fue elegido
como cónsul para el año siguiente. Augusto se negó rotundamente a tal
nombramiento pues sólo aceptaba elogios para sus hijos adoptivos añadiendo la
condición “siempre que se merezcan este
honor” (Suetonio. Vida de Augusto. 56.2),
algo que en este caso era claramente desmesurado. No obstante, aceptó que Cayo
ocupara el cargo en el año 1 d.C., a la edad de 20 años. Por el momento le concedió
un sacerdocio, le permitió asistir a las sesiones del Senado y sentarse en los
asientos reservados a los senadores en actos públicos.
En 5 a .C.,
Cayo César asumió la toga virilis,
convirtiéndose en un hombre de pleno derecho. Por ello recibió un nombramiento
que no tenía precedentes, el de Príncipe de la Juventus que equivalía a
ser miembro honorario del orden ecuestre. En el 1 a .C. contrajo matrimonio con
Livila (hija de Druso y Antonia Menor y, por tanto, nieta de la emperatriz
Livia) de este modo la herencia imperial recalaría tanto en la gens Julia como en la Claudia.
Ese mismo año fue enviado a Armenia con poderes proconsulares
superiores a los de los gobernadores de las provincias orientales para sofocar
las complicaciones que habían surgido en ese país, donde tanto Roma como Partia
querían imponer un candidato al trono. Augusto buscaba una solución diplomática
al conflicto pues no pretendía iniciar una guerra. Al lado de Cayo, partió Cayo
Lolio que acumulaba experiencia en asuntos orientales.
Moneda con Augusto y Cayo César. Siglo I a.C.
Fuente: http://www.tesorillo.com/altoimperio/cayo_lucio/cayo_lucio.htm
Fuente: http://www.tesorillo.com/altoimperio/cayo_lucio/cayo_lucio.htm
Camino de Oriente, Cayo levantó su campamento en la isla de
Samos, donde recibió la visita de Tiberio, al que trató con frialdad. Con
posterioridad se dirigió hacia el sur para examinar el terreno encabezando
algunas escaramuzas que llevaron al rey parto, Fraates V a negociar, pues
tampoco deseaba una guerra abierta con Roma.
En 2 d.C. Cayo y Fraates se reunieron intercambiando promesas y
banquetes. Los partos reconocieron la influencia romana sobre Armenia mientras
que Roma volvió a fijar el Eufrates como límite entre ambos imperios.
No obstante, la felicidad por el éxito de Cayo se vio empañada
por las noticias que le llegaron acusando a Cayo Lolio de haber aceptado
sobornos de los reyes orientales. El nieto de Augusto destituyó a Lolio y lo
alejó de su círculo. Éste se suicidó como vía para salvar sus bienes.
La paz con Partia volvió a sufrir un revés al fallecer el rey
de Armenia, por lo que tuvo lugar una nueva sublevación. En 3 d.C. durante el
asedio de una ciudad, Cayo se acercó imprudentemente a sus murallas para
negociar con el gobernador enemigo de la misma. Éste, traicioneramente atacó al
joven príncipe con su espada, causándole una profunda herida. El gobernador fue
asesinado y la ciudad tomada, pero Cayo César vería perjudicado su ánimo a raíz
de una lenta convalecencia pues aunque la herida sanaba, lo hacía con mucha
lentitud debilitando su salud, hecho que lo sumió en una depresión profunda.
Por este motivo, en el año 4 d.C. escribió una carta a Augusto en la que le
anunciaba que quería retirarse de la vida pública y establecerse en algún lugar
de Siria. Aún hoy son una incógnita los motivos que propiciaron la decisión de
Cayo. Probablemente no se sentía a la altura de las grandes ambiciones que su
abuelo había puesto sobre sus hombros, ahora más frágiles sin el apoyo de su
hermano Lucio, ya fallecido. Realmente tanto Cayo como Lucio
habían vivido desde su nacimiento muy
presionados por el brillante destino que
Augusto había trazado para ellos. Del mismo modo, el emperador siempre los
había sobreprotegido por lo que les había dejado poco margen a sobrevivir por
ellos mismos.
Cayo adulto. Siglo I d.C. Roma. Fondazione Sorgente Group
La carta de Cayo causó una gran amargura en el emperador.
Inmediatamente informó al Senado de los deseos de su hijo adoptivo al mismo
tiempo que instó al joven a que volviese a Italia para que allí meditase su
decisión. Augusto confiaba que en el calor de su hogar, nuevamente bajo su
amparo, recapacitara y cambiara de opinión. Cayo dimitió de todos sus
cargos y viajó por el Mediterráneo teniendo que desembarcar en Licia (al sur de
la actual Turquía) por un agravamiento de su enfermedad. El 21 de febrero de 4
d.C. falleció dejando a Augusto y al Imperio romano en la desolación más
absoluta.
Un devastado Príncipe descargó su furia sobre los tutores y
compañeros de Cayo, pues le habían llegado noticias que durante la enfermedad
del joven se habían comportado con arrogancia con él del mismo modo que se
encargaron de difundir sus defectos. Dicen que Augusto ordenó que los tirasen a
un río con pesos atados al cuello.
Cayo (en primer plano) junto a Lucio, ambos heroizados, flanquean a Augusto, que parece contemplar sus sueños rotos. Siglo I d.C. Corinto. Museo Archeologico
Poco más recogen las fuentes sobre la reacción de Augusto ante
la muerte de Cayo, que siguió a su hermano sólo dos años después. En esos
momentos contaba con 66 años y estaba cansado por la edad y la enfermedad.
Debió de ser un golpe del que nunca se recuperaría pues los niños habían estado
con él toda su vida. Fe de este dolor es el propio testamento del emperador que
comienza diciendo que sólo designaba a Tiberio como heredero “puesto que la cruel fortuna me ha arrebato
a mis hijos Cayo y Lucio” (Suetonio. Vida
de Tiberio. 23).
El pueblo romano y muchas comunidades del Imperio se unieron a
Augusto en el duelo público, siéndoles concedidos a los dos jóvenes los honores
más grandes jamás otorgados. Ambos fueron enterrados en el Mausoleo del
emperador, que una vez más abría sus puertas para acoger todas las esperanzas
de Roma.
Algunos autores como Tácito vieron la mano negra de Livia en la
desaparición de los jóvenes “Una vez que
Agripa partió de esta vida, que a Lucio cuando marchaba a los ejércitos de
Hispania, y a Cayo que volvía de Armenia gravemente herido se los arrebató una
muerte fatalmente prematura o tal vez una maniobra de su madrastra Livia” (Anales. Libro I. 2-3). Estas
insinuaciones dieron pie a Robert Graves para crear el personaje de Livia en la
novela Yo, Claudio que tanto daño ha
causado a la imagen de la emperatriz. Como ya argumenté en mi reseña sobre ella,
considero estas acusaciones infundadas pues entre otras cosas ningún otro historiador se hace eco de las mismas. Más bien son el fruto de
historiadores misóginos que no aceptaban la independencia y el gran poder
ostentado por una mujer.
La emperatriz Livia. Siglo I d.C. Roma. Museos Capitolinos
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