domingo, 24 de enero de 2016

Cayo César

Cayo César. Siglo I d.C. Roma. Fondazione Sorgente Group

          Nacido en el año 20 a.C. como Cayo Vipsanio Agripa, fue el primogénito de Julia (hija del emperador Augusto) y de Marco Vipsanio Agripa. Cuando en 17 a.C. fue adoptado por su abuelo junto a su hermano recién nacido Lucio, pasó a llamarse Cayo Julio César.


Cayo Cesar en el Ara Pacis Augustae. 13-9 a.C. Roma 2013

Desde ese momento ambos niños se trasladaron a vivir con su abuelo al Palatino donde fueron educados para ser sus herederos, estando expuestos desde la cuna a la vida pública. Con tan sólo 7 años (en 13 a.C.) participó en los juegos troyanos que tuvieron lugar en la ceremonia de inauguración del Teatro Marcelo. En esa ocasión el niño fue recibido con una gran ovación que irritó mucho a Augusto. A ello colaboró Tiberio cediéndole el sitio de honor junto a su abuelo, lo que le supuso una dura reprimenda por parte del emperador que no quería que adularan en exceso a sus nietos.
      Tras la muerte de Agripa y de Druso, Cayo fue participando más activamente en tareas de gobierno junto a Augusto, quien incluso lo llevaba con él en sus viajes para que recibiera adiestramiento militar. En el 7 a.C. presidió junto a su hermano los juegos funerarios en honor de su padre Agripa en los que se inauguró el Diribitorium, obra magna proyectada por el gran general. 


Cayo César niño. Copia de busto en mármol. Museo del Ara Pacis. Roma 2013

En el año 6 a.C. sin ni siquiera ser aún un hombre legalmente ni ser candidato, Cayo fue elegido como cónsul para el año siguiente. Augusto se negó rotundamente a tal nombramiento pues sólo aceptaba elogios para sus hijos adoptivos añadiendo la condición “siempre que se merezcan este honor” (Suetonio. Vida de Augusto. 56.2), algo que en este caso era claramente desmesurado. No obstante, aceptó que Cayo ocupara el cargo en el año 1 d.C., a la edad de 20 años. Por el momento le concedió un sacerdocio, le permitió asistir a las sesiones del Senado y sentarse en los asientos reservados a los senadores en actos públicos.
En 5 a.C., Cayo César asumió la toga virilis, convirtiéndose en un hombre de pleno derecho. Por ello recibió un nombramiento que no tenía precedentes, el de Príncipe de la Juventus que equivalía a ser miembro honorario del orden ecuestre. En el 1 a.C. contrajo matrimonio con Livila (hija de Druso y Antonia Menor y, por tanto, nieta de la emperatriz Livia) de este modo la herencia imperial recalaría tanto en la gens Julia como en la Claudia.
     Ese mismo año fue enviado a Armenia con poderes proconsulares superiores a los de los gobernadores de las provincias orientales para sofocar las complicaciones que habían surgido en ese país, donde tanto Roma como Partia querían imponer un candidato al trono. Augusto buscaba una solución diplomática al conflicto pues no pretendía iniciar una guerra. Al lado de Cayo, partió Cayo Lolio que acumulaba experiencia en asuntos orientales.


Moneda con Augusto y Cayo César. Siglo I a.C.
Fuente: http://www.tesorillo.com/altoimperio/cayo_lucio/cayo_lucio.htm 

Camino de Oriente, Cayo levantó su campamento en la isla de Samos, donde recibió la visita de Tiberio, al que trató con frialdad. Con posterioridad se dirigió hacia el sur para examinar el terreno encabezando algunas escaramuzas que llevaron al rey parto, Fraates V a negociar, pues tampoco deseaba una guerra abierta con Roma.
En 2 d.C. Cayo y Fraates se reunieron intercambiando promesas y banquetes. Los partos reconocieron la influencia romana sobre Armenia mientras que Roma volvió a fijar el Eufrates como límite entre ambos imperios.
No obstante, la felicidad por el éxito de Cayo se vio empañada por las noticias que le llegaron acusando a Cayo Lolio de haber aceptado sobornos de los reyes orientales. El nieto de Augusto destituyó a Lolio y lo alejó de su círculo. Éste se suicidó como vía para salvar sus bienes.


Cayo adulto. Siglo I d.C. Roma. Fondazione Sorgente Group

       La paz con Partia volvió a sufrir un revés al fallecer el rey de Armenia, por lo que tuvo lugar una nueva sublevación. En 3 d.C. durante el asedio de una ciudad, Cayo se acercó imprudentemente a sus murallas para negociar con el gobernador enemigo de la misma. Éste, traicioneramente atacó al joven príncipe con su espada, causándole una profunda herida. El gobernador fue asesinado y la ciudad tomada, pero Cayo César vería perjudicado su ánimo a raíz de una lenta convalecencia pues aunque la herida sanaba, lo hacía con mucha lentitud debilitando su salud, hecho que lo sumió en una depresión profunda. Por este motivo, en el año 4 d.C. escribió una carta a Augusto en la que le anunciaba que quería retirarse de la vida pública y establecerse en algún lugar de Siria. Aún hoy son una incógnita los motivos que propiciaron la decisión de Cayo. Probablemente no se sentía a la altura de las grandes ambiciones que su abuelo había puesto sobre sus hombros, ahora más frágiles sin el apoyo de su hermano Lucio, ya fallecido. Realmente tanto Cayo como Lucio habían vivido desde su  nacimiento muy presionados por  el brillante destino que Augusto había trazado para ellos. Del mismo modo, el emperador siempre los había sobreprotegido por lo que les había dejado poco margen a sobrevivir por ellos mismos.
La carta de Cayo causó una gran amargura en el emperador. Inmediatamente informó al Senado de los deseos de su hijo adoptivo al mismo tiempo que instó al joven a que volviese a Italia para que allí meditase su decisión. Augusto confiaba que en el calor de su hogar, nuevamente bajo su amparo, recapacitara y cambiara de opinión. Cayo dimitió de todos sus cargos y viajó por el Mediterráneo teniendo que desembarcar en Licia (al sur de la actual Turquía) por un agravamiento de su enfermedad. El 21 de febrero de 4 d.C. falleció dejando a Augusto y al Imperio romano en la desolación más absoluta.


Cayo (en primer plano) junto a Lucio, ambos heroizados, flanquean a Augusto, que parece contemplar sus sueños rotos. Siglo I d.C. Corinto. Museo Archeologico

     Un devastado Príncipe descargó su furia sobre los tutores y compañeros de Cayo, pues le habían llegado noticias que durante la enfermedad del joven se habían comportado con arrogancia con él del mismo modo que se encargaron de difundir sus defectos. Dicen que Augusto ordenó que los tirasen a un río con pesos atados al cuello.
Poco más recogen las fuentes sobre la reacción de Augusto ante la muerte de Cayo, que siguió a su hermano sólo dos años después. En esos momentos contaba con 66 años y estaba cansado por la edad y la enfermedad. Debió de ser un golpe del que nunca se recuperaría pues los niños habían estado con él toda su vida. Fe de este dolor es el propio testamento del emperador que comienza diciendo que sólo designaba a Tiberio como heredero “puesto que la cruel fortuna me ha arrebato a mis hijos Cayo y Lucio” (Suetonio. Vida de Tiberio. 23).
El pueblo romano y muchas comunidades del Imperio se unieron a Augusto en el duelo público, siéndoles concedidos a los dos jóvenes los honores más grandes jamás otorgados. Ambos fueron enterrados en el Mausoleo del emperador, que una vez más abría sus puertas para acoger todas las esperanzas de Roma.


La emperatriz Livia. Siglo I d.C. Roma. Museos Capitolinos

       Algunos autores como Tácito vieron la mano negra de Livia en la desaparición de los jóvenes “Una vez que Agripa partió de esta vida, que a Lucio cuando marchaba a los ejércitos de Hispania, y a Cayo que volvía de Armenia gravemente herido se los arrebató una muerte fatalmente prematura o tal vez una maniobra de su madrastra Livia” (Anales. Libro I. 2-3). Estas insinuaciones dieron pie a Robert Graves para crear el personaje de Livia en la novela Yo, Claudio que tanto daño ha causado a la imagen de la emperatriz. Como ya argumenté en mi reseña sobre ella, considero estas acusaciones infundadas pues entre otras cosas ningún otro historiador se hace eco de las mismas. Más bien son el fruto de historiadores misóginos que no aceptaban la independencia y el gran poder ostentado por una mujer.

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