miércoles, 18 de febrero de 2015

Tarragona (Tarraco)



Reconstrucción de Tarragona por Hugo Frade

          Tarraco fue una de las principales ciudades de la Hispania romana, capital primero de la Hispania Citerior y desde tiempos de Augusto de la Tarraconensis. Su fundación se remonta a 218 a.C. cuando los ejércitos romanos dirigidos por Cneo y su hermano Publio Cornelio Escipión (tío y padre respectivamente del genial Africanus) llegaron a Hispania para hacer frente al avance cartaginés en lo que sería la Segunda Guerra Púnica, que enfrentó a ambas potencias por el control del Mediterráneo. Es la colonia romana más antigua de la Península Ibérica.
         Cneo, tras desembarcar en Emporion (Ampurias), estableció una primera guarnición junto a un antiguo asentamiento ibérico del siglo V a.C, que en futuro se convertiría en la ciudad de Tarraco. A finales del siglo I d.C., Plinio el joven diría que “Tarraco fue obra de los Escipiones como Cartago Nova (Cartagena) lo fue de los púnicos” (Historia Natural. III.21) La ciudad creció rápidamente pues a la llegada de los soldados, se unió la de comerciantes romanos lo que propició la consolidación de una nueva cultura.
         Uno de los principales motivos que impulsó al auge de Tarraco fue su situación estratégica y, sobre todo, el puerto del que se decía en el siglo I d.C. “que era el más rico de esta costa” (Pomponio Mela). No obstante, la edificación romana más antigua y mejor conservada sería la muralla presidida hoy por una copia en bronce de la escultura de Augusto de Prima Porta.


Murallas presididas por una copia del Augusto de Prima Porta

            Sin embargo, fue durante los años 26-24 a.C. cuando la ciudad floreció y adquirió gran relevancia, al convertirse en la capital del Imperio romano durante ese período, gracias a que Augusto la eligió como lugar de residencia durante su estancia en Hispania para dirigir las guerras cántabras. Aún quedan restos del Palacio donde se cree que se alojó el Príncipe durante la convalecencia de su enfermedad, en lo que se conoce actualmente como Cuartel de Pilatos o Torre del Pretorio.


Augusto divisa el Mare Nostrum junto a la Torre del Pretorio


Torre del Pretorio

           Augusto siguiendo con su política de crear ciudades a imagen y semejanza de Roma impulsó el urbanismo de Tarraco, patrocinando la construcción de los edificios más importantes de la ciudad. Asimismo, construyó la Via Augusta, que se convertiría en una de las más importantes de la Península pues conectaría al nordeste con Barcino (Barcelona) y al sur con Dertosa (Tortosa), Saguntum (Sagunto) y Valentia (Valencia).
          Cuenta Quintiliano una anécdota curiosa sobre Augusto y Tarraco. Dice el retórico hispano que la ciudad regaló al Príncipe un altar en el que al cabo de un tiempo creció una palmera, símbolo de Apolo, su dios protector. Parece ser que es algo que llamó la atención de las gentes de Tarraco por lo que a través de sus embajadores pusieron en conocimiento del prodigio al emperador. Éste haciendo gala de su campechanía y buen sentido del humor les respondió que el fenómeno daba fe del poco uso que le estarían dando el altar (Institutio Oratoria, VI, 3, 77). A pesar de ello, el hecho no debió dejar indiferente al Príncipe, tan devoto como era de estas premoniciones, por lo que la ciudad, que tenía potestad para acuñar monedas, inmortalizó el altar con la palmera en algunas acuñaciones y representaciones variadas.


Moneda con el rostro de Augusto en el anverso y el altar con la palmera en el reverso

            Tras la muerte y deificación de Augusto en 14 d.C. se edificó un templo en su honor a petición de la ciudad tal y como recoge Tácito: “se accedió a la solicitud de los hispanos para erigir un templo a Augusto en la colonia de Tarraco y con ello se dio a todas las provincias un ejemplo” (Anales. 78.1). De ello se deduce la gran vinculación de la ciudad con Augusto desde siempre, afecto que se mantiene en la actualidad como ha quedado patente en la conmemoración del bimilenario de su fallecimiento.
            Tal es la monumentalidad del legado romano de Tarraco que en el año 2000 fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aquí analizaremos algunos ejemplos de la arquitectura de época augustea que aún quedan en pie.

  • Teatro


            Edificado por Augusto a finales del siglo I a.C. en las cercanías del puerto, sigue el esquema del teatro Marcelo en Roma, aunque a diferencia de aquel sostiene su graderío al modo griego sobre la pendiente natural del terreno. Se convirtió en uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
         De él se conservan apenas las 5 primeras filas del graderío y dos de las tres escaleras de acceso al mismo. También se alza aún la base del proscaenium (escenario) y del frons scaenae (frente escénico) que debió ser de gran monumentalidad. En la parte posterior de aquel se erigía una plaza con jardines dominado por un gran estanque.

  • Acueducto de les Ferreres


            Se conoce también como Puente del Diablo. Se construyó a finales del siglo I a.C. para abastecer de agua a la ciudad de Tarraco desde el río Francolí, a base de sillares aprovechando la pendiente natural del terrero. Sus 217 metros de largo salvan un valle.
           Se compone de dos niveles de arcos superpuestos: 11 en la parte inferior y 25 en la superior. 
         Corona la construcción una conducción por donde circulaba el agua originariamente tapada e impermeabilizada con oppus signinum (especie de mortero) para evitar fugas.

  • Arco de Barà


            Es uno de los arcos de triunfos mejor conservados de España. Se construyó en el año 13 a.C. a 20 km de Tarragona sobre la Vía Augusta a instancias de Lucio Licinio Sura, tal como se deduce de la inscripción hallada en él. Probablemente establecía una frontera entre dos pueblos nativos íberos: los ilérgetes y los casetanos.
     Edificado en piedra caliza a base de sillares perfectamente encuadrados probablemente precedía de canteras de la zona; es un arco de un solo vano en arco de medio punto que mide 12 metros de altura. El cuerpo central que se eleva sobre un podio está decorado con falsas pilastras corintias acanaladas. En la parte superior el entablamento está compuesto de arquitrabe, friso (en el que originariamente se encontraba la inscripción) y cornisa (hoy desaparecida). 

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