Supuesto relieve de Cleopatra
Hasta aquí he ido
trazando unas pinceladas de la vida de la soberana más fascinante de la
historia, ahora me centraré en su apariencia y carácter, un cometido nada
sencillo pues no hay ni un solo busto suyo que podamos identificar con total
fiabilidad. Únicamente podemos reconocer
con total certeza a Cleopatra en los
espectaculares relieves que adornan la pared sur del templo de Hathor en
Dendera, aun cuando los cartuchos donde debía ir su nombre quedaron vacíos; en
ellos, ataviada como Isis está acompañada por su hijo Cesarión. Hasta setenta y
tres veces aparece representada en el interior del templo como diosa o faraón
egipcio; sin embargo, la ausencia de naturalismo y la tendencia a la seriación
en la escultura egipcia hace imposible forjarse una idea del aspecto de la
reina a partir de ellos. En cuanto a la
escultura de bulto redondo, ocurre lo mismo, pues tan sólo existen un par de retratos
más o menos fiables de la reina (cuya atribución está realizada a partir del
estudio de las monedas) aunque no presentan ninguna inscripción que permita
identificarlos con ella completamente.
Cleopatra. Siglo I a.C. Dendera. Templo de Hator
Cleopatra ha pasado a la historia como una mujer fatal de deslumbrante
belleza cuyo poder de seducción no conocía límites. Las fuentes romanas hostiles
la tildaron de cortesana insaciable siendo desgraciadamente esa, la imagen más
divulgada de la reina a través de los siglos; incluso en la actualidad, en la
cultura popular su nombre sigue asociado a un fuerte erotismo. No obstante, la
historiografía moderna está centrando su investigación en desmontar tanto esta
imagen como la teoría de la belleza extraordinaria de Cleopatra como única baza
de su éxito con la finalidad de descubrir a la verdadera reina del Nilo.
Todo esto no quiere decir que Cleopatra fuera poco agraciada
como se han empeñado en afirmar algunos investigadores. Lo que significa es que
sus logros no tienen tanto que ver con su belleza como con su inteligencia e
ingenio. Nuevamente debemos remitirnos a Plutarco que es quien mejor transmite
esta idea: “según dicen, su belleza no
era tal que deslumbrase o que dejase parados a los que la veían; pero su trato
tenía un atractivo inevitable, y su figura, ayudada de su labia y de una gracia
inherente a su conversación, parecía que dejaba clavado un aguijón en el ánimo.
Cuando hablaba, el sonido mismo de su voz tenía cierta dulzura” (Plutarco. Vida de Antonio. XXVII). En conclusión, Cleopatra no puede
considerarse una beldad tipo Simonetta Vespucci (musa de muchos poetas y
pintores del Quattrocento de la que toda Florencia estaba prendada hasta el
punto que a su muerte prematura la depositaron en un ataúd de cristal para que el
pueblo pudiera contemplarla y que Sandro Botticelli inmortalizó en el
Nacimiento de Venus), pero tampoco era fea, simplemente el poder de seducción
de Cleopatra residía en su personalidad y en su encantadora e ingeniosa forma
de ser. De hecho su cultura (que es lo que más impresionó a César) era muy
extensa siendo el único monarca de la dinastía Ptolemaica que aprendió el
idioma egipcio. “Con la mayor facilidad acomodaba su lengua, como un órgano de
muchas cuerdas, al idioma que se quisiese: usando muy pocas veces de intérprete
con los bárbaros que a ella acudían, sino que a los más les respondía por sí
misma, como a los Etíopes. Trogloditas, Hebreos, Árabes, Sirios, Medos y
Partos. Dícese que había aprendido otras muchas lenguas cuando los que la
habían precedido en el reino ni siquiera se habían dedicado a aprender la
egipcia, y algunos aun a la macedonia habían dado de mano”. (Plutarco. Vida de Antonio. XXVII).
Nada dicen las fuentes sobre el color de su piel ni de sus
cabellos; si tenemos en cuenta su ascendencia griega podemos hipotizar que era
de piel blanca con largos cabellos que podían oscilar entre el castaño oscuro y
el moreno. Tampoco se menciona el color de sus ojos por lo que no deben haber
sido excepcionales sino más bien de un color corriente, entre miel y castaños.
Sí hace alusión Cicerón con desprecio del tamaño
desproporcionado de su nariz, lo que dio pie a que Blaise Pascal en el
siglo XVII escribiera sobre ella: “La
nariz de Cleopatra: de haber sido más corta, la faz de la tierra habría
cambiado completamente”, o lo que es lo mismo, lo que consiguió siendo una
mujer de fisonomía normal, qué no hubiera conseguido de haber sido bellísima.
Por otro lado, debía ser de pequeña estatura y complexión delicada, tanto como
para pasar desapercibida en el interior de un tapiz cuando se presentó ante
César por primera vez.
Moneda con el perfil de Cleopatra
Supuesto busto de Cleopatra. siglo I a.C. Lóndres. Museo Británico
Cleopatra se comportaba la mayor tiempo como una reina griega
por tanto vestía como tal; lucía sus cabellos trenzados recogidos en un moño
bajo con el único adorno de la característica cinta macedónica. Pero en las
grandes audiencias y celebraciones la reina brillaba ataviaba con la galas de
un faraón o de diosa egipcia (sobre todo como Isis) adornando en esas ocasiones
su cabeza con vistosas pelucas ceñidas con las preciosas coronas egipcias y
portando los atributos de su realeza. No obstante, el caluroso clima del país
del Nilo favorecía el uso de tejidos finos como el lino que se adherían al
cuerpo de la reina confiriéndole gran sensualidad de cualquier manera como se
ataviase, algo que contrastaba mucho con la manera de vestir de las virtuosas
matronas romanas.
Cleopatra en las terrazas de Philae. F.A. Bridman. 1896
En cuanto a su carácter, hay que tener muy claro que ella era
por encima de todo la reina de un país milenario cuyas pirámides desafiaban al
tiempo 2000 años antes de que Roma ni
siquiera existiera; por tanto se conducía como tal. De ahí que el patriciado
romano la tachara de soberbia y arrogante. Su actitud hacia ellos era siempre
desafiante pues le costaba disimular su superioridad como exigía su posición;
ese fue un grave error por su parte pues al contrario de Antonio que supo
granjearse las simpatías en Alejandría, ella no supo hacer lo mismo con la
sociedad romana. Sin embargo, esa misma consideración tan elevada de de si misma es la que la hacía ser resolutiva, luchadora como nadie, con una gran fuerza de voluntad, independiente, capaz de tomar decisiones en situaciones extremas, de liderar ejércitos…todo ello gracias a una inteligencia inusual en una mujer de su tiempo que consiguió entre otras cosas impulsar la vida espiritual y científica en Alejandría. Por este motivo, por su interés en empaparse de la cultura faraónica y por su luchar por la supervivencia de Egipto, su pueblo la adoraba.
Por otro lado era más cruel que cualquiera de sus rivales
romanos pues asesinó a todos sus hermanos para gobernar en solitario, incluida
a su hermana Arsinoe que tras desfilar encadenada en el triunfo de César marchó a vivir a
Éfeso (su cabeza fue el primer regalo que exigió a Antonio); a su favor sólo
puede decirse que en el entorno de la corte ptolemaica la vida era una
auténtica lucha por la supervivencia.
En cuanto a la acusación de meretriz por parte de la
historiografía romana es algo que no tiene fundamento, pues esas mismas fuentes
no mencionan amoríos secundarios. Sólo mantuvo relaciones con dos hombres, a los
que ella consideraba esposos. Precisamente su posición no le permitía
relacionarse con nadie por debajo de su rango. Hay mujeres nobles romanas que
tuvieron conductas más disolutas, tales como Clodia (amante del poeta Catulo que
mantuvo relaciones incestuosas incluso con su hermano), Julia (la hija del
mismísimo Augusto que no tuvo reparos estando casada en compartir lecho con innumerables hombres) o la emperatriz Mesalina (que incluso compitió con
una reputada prostituta a ver quien realizaba más coitos en una noche); ninguna de ellas ha
sido tan maltratada por la historia, pero también es cierto que ninguna de
ellas aspiró a dominar Roma.
Cleopatra. Massimo Stanzione
1586-1656. San petesburgo Museo del Hermitage
Toda esta propaganda, de una manera u otra, ha hecho de Cleopatra
una de las mujeres más influyentes de la historia a la vez que la convirtieron en
fuente de inspiración de numerosos escritores, artistas y cineastas. Las mismas
mujeres romanas que la vilipendiaban la imitaban hasta la saciedad. Casi todos
los grandes poetas latinos desde los contemporáneos Virgilio y Horacio, así
como otros posteriores (Plutarco, Lucano, Propercio) incluyeron a la reina de
Egipto en sus obras con más o menos espíritu crítico. En la edad media el gran
Dante Alighieri en su Divina Comedia la colocó en el tercer círculo del
infierno junto a otras mujeres lujuriosas y en el siglo XVII William
Shakespeare publicó su Antonio y
Cleopatra; la reina ha inspirado casi 200 las obras de teatros protagonizando
incluso Asterix y Cleopatra uno de
los populares cómics de la serie.
Asterix y Cleopatra
Por su parte, la artes plásticas han representado a Cleopatra
en numerosas actitudes casi siempre cargadas de gran sensualidad; es reseñable
que el gran Miguel Ángel Buonarotti que apenas pintó a mujeres la retratara en
un grabado e incluso la divina Simonetta fue pintada 15 años después de su
muerte por Piero di Cosimo emulando a la reina del Nilo.
Cleopatra. Miguel Ángel Buonarotti. 1532-1533. Museo de Boston
Simonetta Vespucci como Cleopatra. Piero di Cosimo. 1480. Chantilly. Museé Condé
Hasta 50 películas ha protagonizado la soberana egipcia, a la
que han dado vida las más bellas
actrices (lo que no ha ayudado mucho a eliminar los tópicos sobre ella); la más
famosa es la polémica superproducción Cleopatra
de Joseph L. Mackiewicz (1963) interpretada por una inolvidable Elizabeth
Taylor cuya imagen caló tan hondo que está indisolublemente ligada a la de Cleopatra; incluso
las más famosas muñecas tienen su replica de
la reina del Nilo desde Barbie hasta las modernísimas Monster High.
La Monster High Cleo de Nile
Fuente: http://monsterhighshubby.blogspot.com.es/2013/04/cleo-y-draculaura-con-packs-de-zapatos.html
Vivien Leigh, Leonor Valera, Mónica Bellucci y Lindsey Marshal como Cleopatra
Nadie puede presumir de una estela tan inmensa…sólo ella…una mujer de
leyenda, una diosa eterna.
Elisabeth Taylor espectacular como Cleopatra-Isis
La reina de las reinas y reyes
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