Marco Sulpicio Galba, siglo I d.C., Estocolmo, Antiques Museum
Fuente: De Wolfgang Sauber - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,
No obstante, las
legiones del Rin habían acabado con facilidad con la Rebelión de Julio Víndex,
los victoriosos soldados en lugar de jurar fidelidad a Nerón nombraron imperator a su general Virginio Rufo,
algo que él rechazó. A pesar de ellos,
Rufo se declaró neutral en las luchas venideras.
El otro legado fiel al
emperador, Petronio Turpiliano (enviado por éste a vigilar la frontera gala)
también empezaba a dudar sobre su lealtad a Nerón. Mientras, en Hispania Servio Sulpicio Galba (gobernador de la Tarraconense) se había declarado legado
del Senado y el pueblo romano, no del César. El gobernador de Lusitania, Marco
Salvio Otón (ex amigo de Nerón exiliado a Hispania por él tras arrebatarle a su
esposa Popea Sabina), juró fidelidad a Galba, que acababa de ser proclamado
emperador.
Galba tenía ya una edad
avanzada (65 años), pero contaba con una gran experiencia de gobierno: había
sido gobernador en Aquitania y África, general de las legiones de Germania, sacerdote
por partida triple, cónsul además de gobernador de la Tarraconense. Contaba con
una nueva legión recién reclutada (la VII Gemina). El propio Virginio Rufo se
unió a la causa de Galba mientras que el Senado consiguió el apoyo de uno de
los dos Prefectos del Pretorio: Ninfidio Sabino que prometió una gran
recompensa a los pretorianos a cambio de su apoyo. El otro prefecto Tigelino
huyó abandonando a Nerón a su suerte, uniéndose a Galba posteriormente.
Busto de Nerón, siglo I d.C., Roma, Museos Capitolinos
Cuando estas noticias
llegaron a oídos de Nerón, éste huyó de Roma a una de sus villas de la
periferia presa de la desesperación. “Cuando
[Nerón] se enteró de que Galba y las
Hispanias habían hecho también defección, cayó sin sentido y permaneció en este
estado durante largo tiempo; cuando recobró el conocimiento, se desgarró las
vestiduras y se golpeó con furia la cabeza, exclamando que se había acabado con
él, y al recordarle su nodriza, para consolarle, que también a otros príncipes
les habían ocurrido desgracias similares, le respondió que sus males no tenían
comparación, pues sufría la desgracia inaudita y nunca vista de perder en vida el mando
supremo” (Suetonio. Vida de Nerón,
42, 1).
Pobre galba, no duró un suspiro...
ResponderEliminarLa verdad que sí, un año muy convulso en na historia de Roma. Saludos
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