Nerón
Meses después de la
muerte de Popea, Nerón huyendo de su dolor, partió hacia Grecia para participar
en los Juegos Ístmicos, famoso festival de composiciones artísticas y
deportivas que tenía lugar cada dos años en la ciudad de Corinto. Ese sólo
sería el inicio de una larga gira pues el emperador pretendía concursar en
todos los festivales que se celebraran ese año; así, a petición suya, se
pospusieron incluso los Juegos Olímpicos por primera vez en su historia y se
reprogramaron otros festivales para hacer factible su sueño. Después
continuaría en un viaje hacia Oriente. Su llegada causó una gran expectación en
el país heleno. En Roma, en cambio, sus planes causaron un gran desagrado en
las élites superiores.
Nerón excluyó a la
mayoría del cuerpo senatorial de la comitiva que lo acompañaba, en los que sí
tenían cabida Vitinio (un exzapatero cuyo abuelo había sido cobrador de deudas)
y Vespasiano (militar experimentado pero de un linaje no del todo noble),
además de un gran número de músicos, profesores de canto y entrenadores
personales.
Antigua Olimpìa
Según Suetonio “apenas puede creerse, la enorme inquietud y
ansiedad con que participaba en el certamen, el empeño que ponía en derrotar a
sus adversarios y el miedo que le inspiraban los jueces […]. Antes de comenzar su actuación se dirigía a
los jueces con el máximo respeto y les decía que él había hecho todo lo posible,
pero que el resultado estaba en manos de la Fortuna; y que ellos debían como
hombres sabios y eruditos que eran, dejar a un lado los caprichos del azar;
cuando éstos le exhortaban entonces a cobrar confianza, se retiraba algo más
tranquilo, pero ni aun así totalmente libre de inquietud, atribuyendo el
silencio y la timidez de algunos de ellos a un ánimo hostil y malevolente”
(Suetonio, Vida de Nerón, 23, 2-3).
Toda esta ansiedad no le impidió obtener las coronas de vencedor en todos los
festivales, incluso si cometía errores.
También participó en las
carreras de cuadrigas celebradas en Olimpia. Aunque fue arrojado del carro, insistió
en volver a subirse a él magullado y dolorido; si bien no consiguió completar
la carrera obtuvo el título de vencedor por su valentía y determinación.
Tan satisfecho quedó el
emperador de su periplo griego que el 28 de noviembre del año 67 Nerón, durante
una magnífica ceremonia en Corinto, concedió la libertad a Grecia, además de algunos
beneficios fiscales. También intentó construir un canal para unir el Golfo de
Corinto con el mar Egeo, algo que ya había sido ideado por Julio César, pero su
sucesor Galba canceló el proyecto por ser demasiado costoso, y ya no pudo materializarse hasta el siglo XIX.
Y todo lo hizo el César sin consultar al Senado Romano.
Ruinas de la antigua Corinto
Durante su estancia en
Grecia, Nerón disfrutó bastante pues los griegos eran mucho más permisivos que
los romanos, que desaprobaban en general sus gustos por las interpretaciones
artísticas, pues Roma era más partidaria de las luchas en el anfiteatro que del
teatro y la música. Y sobre todo, los más moralistas desaprobaban
categóricamente que el emperador participara en dichos espectáculos.
No obstante, no todo
podía ser diversión para el dueño del mundo. Durante este período, en el año 66,
se produjo una revuelta en Judea derivada de la creciente tensión entre griegos
y judíos. Nerón envió a Vespasiano para que la aplacara, algo que no consiguió
por completo hasta el año 70 (un año después de la muerte del emperador).
Pero el ambiente era
mucho más pesimista en Occidente. En la Galia, Hispania y áfrica las tensiones
iban en aumento por la presión de los agentes del emperador que se mostraban
crueles y adoptaban la mayoría de las veces conductas opresivas. Asimismo, Nerón
era continuamente objeto de mofa por su comportamiento. Los gobernadores
preferían no adoptar ninguna postura ante las rebeliones que se cocían por
doquier. Al final, el liberto que Nerón había nombrado para administrar Roma en
su ausencia se desplazó a Grecia para rogarle que volviera. Nerón accedió no
sin pesar, pero aun así aprovechó el momento para entrar en Roma con toda la
pompa triunfal, incluso montando el carro que Augusto usaba en sus triunfos. El
pueblo se rindió a sus pies, demostrando que aún estaba con él.