Aunque Claudio ha aparecido tanto en numerosas obras literarias como en cine y televisión como personaje secundario, su gran papel protagonista se lo otorgó el gran escritor británico Robert Graves, que ha definido para siempre la imagen que de Claudio se tiene en la actualidad.
La novela Yo, Claudio datada en 1934 recrea
magistralmente los Anales de Tácito,
la Historia romana de Dión Casio y
las Vidas de los doce Césares de
Suetonio, entre otros. No obstante, alguna de las teorías del autor, hilvanadas
a partir de ellas, dejan en mal lugar, sin demasiado fundamento a algunos
personajes, como sería el caso de la emperatriz Livia, a quien es muy difícil
desprenderla de la etiqueta de envenenadora y maquiavélica que Graves le
impuso.
A pesar de ello, su
deliciosa narrativa y la personalidad de sus personajes, le redimen. Hay que
entender que es una obra que tiene casi 100 años y que en un siglo la
historiografía ha avanzado muchísimo. Particularmente, se cuenta entre mis
libros favoritos, si no el que más. Me ha acompañado desde que tenía 15/16 años
y fue mi primera aproximación a la dinastía Julio-Claudio. Además me lo
regaló una persona muy querida, que desgraciadamente ya no está entre nosotros,
lo que dimensiona el cariño que le tengo a la obra. Su continuidad, Claudio el
dios y su esposa Mesalina, completa una pieza maestra que ha encumbrado al
emperador.
La obra, narrada como
autobiografía (un guiño maestro del escrito a la obra del mismo género que
escribió el propio emperador y que se ha perdido) ha sido llevaba a la
televisión en varias ocasiones.
Ya en 1937 Josef Von
Sternberg intentó rodar la película, pero tras varios incidentes el proyecto
fue abandonado. Ya en 1976 la BBC lo retomó creando la maravillosa serie del
mismo nombre, con guion de Jack Pullman. La producción obtuvo un gran éxito
siendo galardonada con tres premios Emmy, en 1978 y cuatro premios Bafta en
1977. La ficción consagra a personajes como Livia interpretado magistralmente
por Siam Phillips o al propio Claudio en el que soy incapaz de pensar sin
recordar a Derek Jacobi.
De igual modo la
telenovela mexicana Imperio de cristal está basada en la novela que también fue
adaptada al teatro en 1972 siendo escrita por John Mortimer y protagonizada por
David Warner o en 2006 por José Luis Alonso de Santos.
Con las últimas palabras
escritas por Claudio anunciando su propia muerte en la obra de Robert Graves
quiero despedirme de este gran emperador (Claudio
el dios y su esposa Mesalina, XXXII):
“Mis ojos están fatigados y mi mano tiembla tanto, que apenas puedo
formar las letras. Últimamente se han presenciado extraños presagios. En el
cielo de la medianoche brilla un gran cometa, como el que presagió la muerte de
Julio César. En Egipto se ha hablado de un fénix. Voló hasta allí desde Arabia,
como es su costumbre, con una bandada de otros pájaros que lo admiraban. No
creo que sea un verdadero fénix, porque aparece una vez cada 1461 años, y sólo
han trascurrido 250 desde que se lo vio por última vez en Heliópolis, durante
el reinado del tercer Tolomeo. Pero sin duda era una especie de fénix. Y si un
fénix y un cometa no son maravillas suficientes, ha nacido un centauro en
Tesalia, y me lo han traído a Roma (por vía de Egipto, donde los médicos de
Alejandría lo examinaron por primera vez), y yo lo he tocado con mis propias
manos. Sólo vivió un día, y llegó hasta mí conservado en miel, pero era un
centauro indiscutible, y del tipo que tiene un cuerpo de caballo, no de la
clase inferior que tiene cuerpo de asno. Fénix, cometa y centauro, un enjambre
de abejas entre los estandartes del campamento de la guardia, un cerdo con
garras como las de un halcón y el monumento de mi padre herido por un rayo.
¿Prodigios suficientes, adivinos?
No escribas más Tiberio Claudio, dios de los britanos, no escribas más".
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