Durante su difícil
adolescencia en el seno de la familia imperial, Claudio (ignorado por casi
todos sus ilustres parientes) se volcó en la investigación histórica dando
lugar a una vasta producción literaria que nadie se tomó muy en serio. Es una
lástima que no haya llegado hasta nosotros ninguna de sus obras, pero por las
fuentes antiguas sabemos que fue muy prolífico y que sus historias abarcaron
desde los tiempos antiguos al Principado de Augusto (en el que vivió hasta su juventud).
Sus creaciones
principales fueron una historia de los etruscos junto con un diccionario del
idioma de esta enigmática civilización, 8 libros sobre la historia de Cartago y
un curioso libro sobre el juego de dados. Escribió también una Defensa de
Cicerón contra los libros de Asinio Galo. Asimismo Suetonio indica que firmó
una autobiografía en 8 volúmenes, idea que recogió el genial Robert Graves para
crear su mítica novela Yo, Claudio. Suetonio
subraya que éste último libro era de escritura elegante aunque de contenido
absurdo, según su opinión.
En cuanto a la historia
romana tomó como punto de partida el asesinato de César para después continuar
con la Pax Augusta, pero lo abandonó
porque tanto su madre Antonia como su abuela Livia censuraron muchos pasajes de
la obra, poniendo coto a su libertad de expresión. Así y todo completó 41
tomos.
Claudio. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano
Claudio escribió
influenciado por el gran historiador romano Tito Livio. Un rasgo común en todas
sus obras era el gran detallismo en la narración, lo que en ocasiones podía
cansar al lector, pero que demuestran sus grandes conocimientos sobre multitud
de temas históricos. De hecho, en su política puso de manifiesto la gran
admiración que sentía por Julio César intentando llevar a cabo, durante su
Principado, muchos de los proyectos interrumpidos por la muerte del dictador.
Sin embargo, debido a la
opinión que sus contemporáneos tenían de él, no tuvo mucha suerte en la
difusión de su obra. Cuenta Suetonio que “la
primera vez que la confió a un auditorio numeroso, a duras penas consiguió
acabar de leerla, pues él mismo enfriaba a cada paso su propio ardor. En
efecto, al comienzo de su lectura, la obesidad de uno de sus asistentes hizo
que se rompieran varios asientos, y este hecho dio lugar a que estallaran las
risas; luego, incluso cuando se calmó el alboroto, no podía dejar de recordar a
cada instante el incidente, lo que volvía a provocar las carcajadas” (Vida de Claudio, 41, 1). Por circunstancias
de este tipo, continúa Suetonio, que siendo ya emperador “dio constantemente lecturas públicas [de lo que escribía] recurriendo
a los servicios de un profesional” (Vida
de Claudio, 41, 2).
Escribió también dos
historias en griego: la de los tirrenos, en 20 volúmenes, y la de los
cartagineses (ya mencionadas). “Por este
motivo, se añadió al antiguo Museo de Alejandría otro nuevo que llevaba su
nombre, y se estableció que todos los años, en una fechas determinadas, se
leyeran, como en un auditorio, en uno la historia de los tirrenos, y en el otro
la de los cartagineses, por entero y alternándose lectores” (Suetonio. Vida de Claudio, 42, 2).
Las fuentes también
hablan de que Claudio inventó tres letras nuevas y siendo emperador logró que
se generalizara su empleo. No obstante, cayeron en desuso a su muerte por no
considerarse necesarias. Dos de ellas, cumplían la función de las actuales Y y
W.
Letras Claudias
Fuente: De Desconocido - English Wikipedia[1], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2914092
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