¿Cómo pueden ellos, teniendo tales posesiones,
ambicionar nuestras pobres cabañas? Palabras de Carataco, líder britano, al
contemplar Roma.
Dión Casio. Historia romana
Claudio. Siglo I d.C. Museos Vaticano. Roma 2018
En el año 51 d.C.,
Carataco (el principal líder britano que había conseguido escapar tras la
conquista de la isla), nueve años después del inicio de las guerras britanas fue
hecho prisionero por un caudillo rival, quien lo cargó de cadenas y lo envió a
Roma.
Claudio aprovechó la
ocasión para brindar a Roma un desfile en el que se mostraba al que otrora
fuera rey de Britania caminando por sus calles encadenado, en un espectáculo
que tanto placía al pueblo romano. En este caso la expectación fue máxima pues
todos querían ver al que había escapado del yugo romano durante tanto tiempo. “En efecto, se convocó al pueblo como si se
tratara de un espectáculo insigne; formaron armadas las cohortes pretorianas en
el campo que se extiende ante sus cuarteles. Entonces pasaron los clientes del
rey, se hicieron desfilar sus medallas, sus torques y cuantos trofeos había
conquistado en guerras exteriores; después fueron exhibidos sus hermanos, su
esposa y su hija y, al final, él en persona. Las súplicas de los demás,
dictadas por el miedo no estuvieron a su propia altura; pero Carataco sin bajar
los ojos y sin implorar misericordia, una vez que subió a la tribuna habló en
los siguientes términos: si cuanta fue mi nobleza y fortuna tanta hubiera sido
mi moderación en la prosperidad, hubiera venido a esta ciudad más como amigo
que como cautivo, y no hubieras desdeñado acoger en paz y en alianza a un
hombre nacido de esclarecidos mayores y que imperaba sobre tantos pueblos. Mi
suerte presente es tan triste para mí como gloriosa para ti. He tenido
caballos, armas, hombres, recursos: ¿qué hay de extraño en que los haya
perdidos a mi pesar? pues si vosotros pretendéis imperar sobre todos ¿se sigue
de ello que todos acepten la servidumbre? Si se me hubiera arrastrado aquí tras
haberme entregado al momento, no
hubieran resplandecido ni mi fortuna ni tu gloria. Por otra parte, a mi
suplicio le seguirá el olvido de mí; si en cambios, respetas mi vida, seré un
ejemplo duradero de tu clemencia” (Tácito. Anales, XII, 37, 1-4).
Carataco ante el tribunal de Claudio. Henry Fuseli. Finales siglo XVIII
Fuente: De Andrew Birrell (fl. 1782–1809), after Henry Fuseli (1741–1825) - Library of Congress, Prints & Photographs Division, LC-DIG-pga-00226 (digital file from original print), uncompressed archival TIFF version (107 MB), level color (pick white point), face repaired, desaturated, cropped, and converted to JPEG (quality level 88) with the GIMP 2.6.1., Dominio público,
Claudio conmovido por la dignidad exhibida por
el britano y su sentido discurso, le perdonó la vida a él y a su familia, lo
que fue recibido con grandes aplausos por parte del pueblo y el Senado. Los
britanos, liberados de las cadenas, se volvieron hacia Agripina (sentada en una
tribuna cercana) y le dirigieron las mismas palabras de gratitud y alabanza que
al César. Una vez más quedó clara la preponderancia de Agripina, pues nunca
antes una mujer se había sentado ante los estandartes romanos. El Senado elogió
a Claudio extensamente, poniéndolo al nivel de los grandes generales romanos que
habían mostrado clemencia con sus enemigos, tales como Escipión el Africano.
¿ y qué fue de "Tacoface" después? ¿Volvió a Britania para vengarse del traidor, buscó un trabajo o vivió como agricultor y ganadero?
ResponderEliminarHasta donde yo sé, no volvió a Britania, se quedó en Europa viviendo en el estado de bienestar del Imperio Romano.
ResponderEliminarMe hubiera gustado ver la reacción de Antonia la menor (madre de Claudio y Germánico y quién siempre prefirió a este último), al ver que logró algo que ni siquiera Julio César, con todas sus legiones y experiencia militar pudo lograr.
ResponderEliminarNunca sabremos, ni si aún así, se hubiera sentido orgullosa de su hijo, aunque en su fuero interno seguro que sí. Un saludo
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