Tras conocer la
implicación de Sejano y Livila en la muerte de su hijo Druso, la ira del
emperador cayó sobre todos los que hubieran colaborado de alguna manera con
Sejano. Muchas personas fueron juzgadas y ejecutadas siendo sus propiedades
confiscadas. Tiberio “mandó que todos los
que estaban en la cárcel acusados de
complicidad con Sejano fueran ejecutados. Podía verse por tierra una inmensa
carnicería: personas de ambos sexos, de toda edad, ilustres y desconocidos,
dispersos o amontonados. No se permitió a los parientes o amigos acercarse ni
llorarlos, y ni siquiera contemplarlos durante mucho tiempo, antes bien se
dispuso alrededor una guardia que, atenta al dolor de cada cual, seguía a los
cuerpos putrefactos mientras se los arrastraba al Tíber, donde si flotaban o
eran arrojados a la orilla no se dejaba a nadie quemarlos ni tocarlos siquiera.
La solidaridad de la condición humana había quedado cortada por la fuerza del
miedo, y cuánto más crecía la saña, tanto más se ahuyentaba la piedad”
(Tácito. Anales. Vi, 19, 2).
Tiberio.
Siglo I d.C. Londres. Museo Británico
No sólo fueron
perseguidos los culpables sino también sus amigos y conocidos que sólo habían
pretendido acercándose a Sejano contar con el favor del emperador. Curioso es
el caso del caballero romano Marco Terencio, que al contrario de la gran
mayoría no renegó de su amistad de Sejano, hablando ante el Senado durante su
proceso de la siguiente forma: “Seguramente
a mi suerte le conviene mejor reconocer la acusación que negarla; pero suceda
lo que suceda, confesaré que no sólo fui amigo de Sejano, sino que busqué
serlo, y que tras conseguirlo me alegré. Lo había visto como colega de su padre
en el mando de las cohortes pretorianas y luego hacerse cargo a un tiempo del
gobierno de la Ciudad y del ejército. Sus allegados y afines recibían honores;
en la medida que uno tenía intimidad con Sejano, ganaba en amistad con el César;
en cambio los que estaban contra él se veían agobiados por miedos y duelos. No
tomo a nadie como ejemplo: defenderé con mi sólo riesgo a todos los que
estuvimos al margen de sus últimos planes. En efecto, no servíamos a Sejano el
de Bolsena, sino a un miembro de las casas Claudia y Julia, en las que había
entrado por alianza familiar, honrábamos a tu yerno César, a tu colega en el
consulado, que desempeñaba tus mismas funciones políticas. No nos toca a
nosotros el juzgar a quien encumbras tú sobre los demás ni las causas por las
que lo haces: a ti te han otorgado los dioses el juicio último, dejándonos a
nosotros la gloria de la lealtad. Por ello miramos a lo que tenemos ante
nuestros ojos: quien recibe de ti riquezas y honores, a quienes das el mayor
poder para hacer bien y hacer daño, todo lo cual nadie negará que lo tuvo
Sejano. Escrutar los escondidos pensamientos del Príncipe y si tiene algún
designio secreto es ilícito y peligroso; además, nada se podría conseguir. No
penséis senadores en el último día de Sejano, sino en sus dieciséis años.
Incluso a Satrio y Pomponio los venerábamos; hasta el ser conocido de sus
libertos y porteros se tomaba como algo magnífico. ¿Entonces qué? ¿se va a
conceder a todos esta defensa indiscriminada? No, manténgase en sus justos
términos. Que se castiguen las insidias contra el estado, los proyectos de
asesinato contra el emperador, pues de su amistad y de los deberes inherentes a
ella no absolverá tanto a ti, César, como a nosotros, un mismo final”
(Tácito. Anales. VI, 8). Terencio no sólo fue absuelto al manifestar tan
brillantemente lo que muchos pensaban
sino que sus acusadores fueron castigados.
Pero, como en todas las
persecuciones de la historia, las falsas denuncias y las delaciones por
venganza tomaron la ciudad, seguramente en muchas ocasiones siendo ajeno a éstas
el propio Tiberio, quien sin estar libre de culpa, aumentó su aislamiento en la
isla de Capri, provocado por la decepción y el pánico irracional a que
intentaran acabar con su vida. A partir de aquí, su retirada fue completa desentendiéndose
totalmente de las tareas de gobierno. El Imperio siguió funcionando debido a la
perfecta maquinaria burocrática creada por Augusto.
Villa Jovis. Siglo I d.C. Capri
Toda esta política dañó
irremediablemente la imagen de un emperador eficaz que se ha visto injustamente
en muchas ocasiones clasificado junto con los
peores dirigentes del Imperio. La muerte en el año 33 de Agripina y de
su hijo Druso (Nerón había muerto en el 31), a los que no se permitió ni
siquiera un entierro digno, empeoró su reputación pues al odio de las clases
superiores se unió el aborrecimiento de toda Roma. En ese momento comenzaron a
circular todo tipo de historias sobre él en Capri, atribuyéndole vicios
repugnantes de gran crueldad y prácticas sexuales en las que se combinaban el
sadomasoquismo, el voyeurismo y la pedofilia. Hoy en día los historiadores
tienden a considerar falsas estas acusaciones pues Tiberio siempre había sido
muy parco, sexualmente hablando, y sin embargo, la propagación de las mismas
nos sugieren la pésima opinión que Roma tenía de su emperador los años finales
de su gobierno.
Puede que Tiberio haya sido taciturno y uraño, pero todos esos vicios que se le atribuyen a mí, no me parecen ciertos, saludos.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo. Un saludo
Eliminar