Marco Vipsanio Agripa. Siglo I a.C. París. Museo del Louvre
En
14 a .C.
las tribus de Panonia empezaron a organizarse contra Roma. Ante la incapacidad de los generales allí destinados
de frenar la sublevación, Augusto mandó a Agripa a poner orden. A pesar de
haber comenzado el crudo invierno, el yerno del Príncipe partió enseguida al
mando de las tropas. Julia estaba embarazada de su quinto hijo, pues ya habían
nacido en el matrimonio Cayo, Lucio, Julia Menor y Agripina Mayor. La
escaramuza fue breve, pues la sola presencia de Agripa en la zona sirvió para
sofocar la revuelta, así que en 12
a .C. inició su regreso a Roma, ciudad
a la que no logró volver.
Ya en la península Itálica, tuvo que
parar en Campania al encontrarse gravemente enfermo. Augusto, que se encontraba
presidiendo unos juegos en honor de Cayo y Lucio partió junto a él nada más
conocer la noticia. No consiguió encontrarlo con vida. Corría el mes de marzo, el
mismo mes en que empezó la historia de su vida tras el asesinato de César.
Fue un golpe tremendo para Augusto pues Agripa había sido su
más fiel amigo y colaborador desde la infancia, el único que jamás lo había
traicionado, el que siempre había estado junto a él, su sombra, aquel que había puesto toda su inmensa inteligencia a su servicio y al del Estado,
sin pedir jamás nada a cambio y sabiendo mantenerse en segundo plano.
El emperador lloró amargamente, quizás por primera vez en su vida. Si la muerte
de Marcelo (acaecida 11 años antes) fue un duro varapalo, la de Agripa supuso
el primer gran vacío en el corazón del hombre más poderoso del mundo.
No se sabe de qué murió el general,
que contaba con 51 años y que siempre había tenido una salud de hierro. Quizás
fuera víctima de una de las muchas epidemias habituales en el mundo antiguo o tal
vez su salud se deteriorara debido a los estragos del invierno en la campaña
que acabada de llevar a cabo. Si padecía alguna dolencia, tan acorde con su carácter, jamás lo manifestó públicamente.
Lo cierto es que la pérdida para Roma fue inmensa e irreparable
pues aunque sin el apoyo de Augusto, Agripa no hubiera llegado a ser tan poderoso, él
fue el instrumento que dio forma a toda la política pensada por el emperador, quien
venció en el campo de batalla a sus
enemigos, quien modeló la ciudad de mármol soñada por Augusto y, a su imagen y semejanza, edificó
multitud de pequeñas Roma distribuidas por todo el Imperio, su gran legado a la
posteridad.
Teatro romano, patrocinado por Agripa. Siglo I a.C. Mérida 2014
Narran las fuentes que muchos presagios anunciaron la muerte de
Agripa, entre ellos el incendio de la cabaña de Rómulo junto a su casa en el
Palatino.
Mausoleo de Augusto. Roma 2005
Augusto (que llevó luto durante un
mes entero) le dedicó un funeral de Estado, encargándose él mismo de leer el
discurso funerario así como de depositar la urna con las cenizas en su Mausoleo,
donde ya reposaban las de Marcelo. Cuando nació su último hijo (al que no llegó
a conocer) Augusto lo llamó Agripa Póstumo para que no se perdiera el nombre de
su padre. Agripa en su testamento legó toda su fortuna al emperador y los baños
que había construido y sus jardines, al pueblo de Roma, que aún hoy recuerda su
figura con gran cariño. El Panteón, el más bello ejemplo arquitectónico de la
antigua Roma, sigue exhibiendo su nombre en su dintel. La mejor manera de
alcanzar la inmortalidad por parte de un hombre ejemplar.
Panteón de Agripa. Siglo II d.C. Roma 2013
“Fue enterrado en el propio
Mausoleo del emperador, aunque Agripa había preparado uno para sí mismo en el
Campo de Marte. Este fue el final de Agripa, que en todos los sentidos se
había mostrado claramente como el más noble de los hombres de su época y había
utilizado su amistad con Augusto, con miras de ofrecer el mayor provecho tanto
para el propio emperador como para el Imperio. El que superó a todos en
excelencia, se mantuvo por su propia voluntad a las ordenes del emperador y al
mismo tiempo dedicó toda su sabiduría y valentía a los más altos intereses de
Augusto, y todos ellos prodigados y por el honor e influencia que recibió de él
hacía el beneficio de los demás.
Es por esto, en particular, que
él nunca se convirtió en odiado por Augusto ni por sus conciudadanos, por el
contrario, ayudó a Augusto para establecer la monarquía, como si fuera
realmente un dedicado valedor del régimen autocrático. Y se ganó a la gente en
su beneficio, como si fuera el más alto grado de un gobierno popular.
En cualquier caso, incluso a su
muerte dejó sus jardines y los baños que llevan su nombre para que en ellos
puedan bañarse los ciudadanos sin pagar y, a tal fin dio a Augusto determinadas
fincas. Y el emperador no sólo revirtió éstas al Estado, sino también
distribuyó a la población cuatrocientos sestercios a cada uno, dando a entender
que había sido Agripa quién así lo ordenara. De hecho Augusto había heredado la
mayor parte de los bienes de Agripa, incluida la Chersonese en el Hellespont, que habían llegado
de alguna manera u otra a ser propiedad de Agripa.
Augusto sintió su pérdida
durante mucho tiempo y, por tanto, propició que fuera honrado a los ojos del
pueblo, y llamó al hijo póstumo nacido de él como Agripa”.
Dión
Casio. Historia Romana
Magnífico homenaje al gran Agripa. Enhorabuena. Saludos cordiales.
ResponderEliminarOK DC lsñdnbxkeñznznlwllellslldkznxbcbeg
ResponderEliminarAl parecer, uno de los pocos hombres consecuentes y leales de aquella época.
ResponderEliminarSi...un gran hombre con mayúscula...Un saludo
ResponderEliminar