Mapa del Imperio romano en tiempos de Augusto. Tomado de H. Kinder y W. Hilgemman, Atlas Histórico Mundial (tomo I). ISBN: 84-7090-005-6. Ediciones Istmo. Madrid
Un Imperio tan extenso
como el romano requería la presencia de su máximo representante en cualquier
territorio del mismo para supervisar de primera mano el cumplimiento de la
leyes impuestas por Roma; por este motivo, tanto Augusto como Agripa alternaban
estancias en Roma con visitas a las provincias. Como consecuencia, el Príncipe
no se encontraba presente en la capital cuando se celebró la boda entre su
colega de gobierno y su hija Julia pues en el momento de su celebración hacía
meses que había partido hacia Oriente. Agripa, por su parte, tras la ceremonia
nupcial marchó hacia Hispania y la
Galia donde reanudó con éxito las campañas militares allí
pendientes. En 19 a .C.,
acabó con las guerras cántabras y se dedicó a fundar ciudades al mismo tiempo
que a patrocinar grandes obras públicas en estas provincias.
En su nuevo viaje, Augusto
hizo una primera parada en Sicilia, la más antigua provincia romana de ultramar
y que era una de las que permanecía bajo la tutela del Senado (de todas maneras
la auctoritas del emperador impedía
que el gobernador de la isla pudiera oponérsele). Todas las provincias independientemente
de su tipología se habían acostumbrado a solicitar audiencia al Príncipe para
tratar directamente con él cuestiones que se escapaban a la esfera del
gobernador.
El emperador (que
siempre fue una persona muy cercana que trataba de escuchar a todo el mundo) permaneció
en esta ocasión en Sicilia durante el invierno del 22-21 a .C. No visitaba la isla
desde las luchas contra Sexto Pompeyo, motivo por el cual los sicilianos (que
gozaban de derechos latinos desde los tiempos de Julio César) habían pagado un
alto precio: tras la batalla de Nauloco, el entonces Octavio arrasó ciudades, confiscó
tierras, ejecutó a los cabecillas que habían apoyado al hijo de Pompeyo y
probablemente revocó a la población la categoría de latinos. Sin embargo,
ahora, en su afán pacificador, Augusto estaba dispuesto a recuperar la
estabilidad de la zona (a pesar de que el suministro de grano ya no dependía
tanto de Sicilia sino más bien de Egipto
y el Norte de África). En esta línea fundó 6 nuevas colonias entre las que se
incluían Siracusa, Catania (Catina) y Palermo (Panormus). En realidad las
ciudades (de origen griego) ya existían pero se aumentó la población de las
mismas con veteranos del ejército, en un intento de enraizar más profundamente
allí la cultura romana. Al mismo tiempo, devolvió la categoría de latinos a
muchos de sus habitantes a la vez que ordenó importantes proyectos
constructivos animando a las élites locales a seguir su ejemplo, empeñado como
estaba en que cada rincón del Imperio fuera un reflejo de su Roma de mármol.
Así. Sicilia llegó a ser considerada como una parte de Italia, si bien se
mantuvieron sus cultos y costumbres locales de raigambre griega. Como consecuencia,
el comercio comenzó a fluir por todas las localidades costeras lo que otorgó
una gran prosperidad a la zona.
Restos de los pilares del Arco Augusteo. Siglo I a.C. Siracusa
Di Codas2 -
Opera propria. Con licenza CC BY-SA 3.0 tramite Wikimedia Commons Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Arco_augusteo_di_Siracusa.JPG#/media/File:Arco_augusteo di_Siracusa.JPG
Desde aquí, en 21 a .C., Augusto se dirigió a
Grecia. Allí desde su victoria en Accio se le había considerado como un monarca.
Ya en 27 a .C.
se erigió un templo en su honor en la Acrópolis ; él permitió el culto siempre que fuera
dedicado junto a la diosa Roma. Igualmente en Efeso se consagró un altar a
Augusto y a la diosa que personificaba a la capital del mundo. A pesar de que
Augusto no era especialmente religioso ni aspiraba a la divinización en vida, permitió ese culto como una forma de acercamiento de los habitantes de las
provincias a su persona y a la idea de Roma, pues facilitaba que estas gentes
entendieran que él era quien gobernaba sobre ellos bajo la autoridad de la Ciudad Eterna pero a la vez era
quien velaba por su prosperidad. Por su parte las provincias intentaban así
captar la atención del César que se veía obligado a recibir a sus benefactores
y a escuchar sus peticiones de primera mano.
A pesar del apoyo que
Grecia había prestado primero a los asesinos de Julio César y después a Marco Antonio
y Cleopatra, el gran respeto y veneración que Augusto y la civilización romana
en general profesaban hacia la cultura griega le llevó
a ser más magnánimo con estos territorios que con otros aliados de sus
enemigos. De hecho Augusto y Agripa invirtieron grandes cantidades de dinero con el deseo de imprimir su sello en la capital helénica. Agripa, siguiendo sus grandes dotes
constructivas, diseñó un Odeón muy
alabado (un teatro cubierto erigido en medio del antiguo Ágora o mercado). Del
mismo modo, ambos patrocinaron la creación de un nuevo mercado. Al igual que en
Sicilia esto animó a la población local a realizar proyectos constructivos lo
que conllevó que se volvieran a celebrar festivales y competiciones atléticas
en nuevos teatros y estadios. También se levantaron anfiteatros, pero las
luchas de gladiadores no contaron con tanto entusiasmo entre la población
griega.
Ágora romana. Siglo I a.C. Atenas
En el año 21 a .C. Augusto pasó el
invierno en la isla de Samos y luego en 20 a .C. se dirigió hacia Asia y Bitinia en
dirección a Siria. En todos los lugares por los que iba pasando, Augusto siguió
recibiendo a todos los que querían acercarse a él. Como consecuencia de esto algunas
ciudades como Esparta consiguieron ampliar su autoridad pero otras, en cambio,
como Cizio en Asia perdió categoría cívica y algunos de sus ciudadanos fueron
esclavizados por haberse rebelado contra el poder de Roma y haber ejecutado a
varios ciudadanos romanos.
Cesárea Romana en Israel. Fundada en el Siglo I a.C. por Herodes el Grande
Uno de los reyes
clientes que acudió a rendir pleitesía a Augusto fue Herodes el Grande, uno de
los más grandes aduladores del poder imperial. Dedicó más de una ciudad con el
nombre de Cesárea y multitud de santuarios fueron consagrados por él a Roma y
Augusto. Por ello en 20 a .C.
se le concedieron nuevos territorios y se le
permitió a varios de sus hijos estudiar en Roma bajo la tutela directa
del emperador. De hecho uno de sus nietos, Herodes Agripa (que recibió su
sobrenombre para honrar al yerno de Augusto) fue muy querido por la familia
imperial llegando a trabar una gran amistad con Calígula y Claudio, quien lo
coronó rey de Judea.
A pesar de encontrase
lejos de su amada ciudad, Augusto no abandonaba los asuntos de Roma por lo que
ordenó a Agripa trasladarse hacia allí para resolver algunos desordenes que
estaban teniendo lugar en la gran urbe.
La última escala del
viaje oriental del emperador fue Partia, donde conseguiría un gran logro
diplomático: la devolución de las águilas arrebatadas a Craso en 53 a .C. tras su derrota en la
batalla de Carras. El momento de la entrega de los estandartes nuevamente a
Roma fue inmortalizado para la posteridad en la coraza que cubre el pecho de la
escultura más sublime del Príncipe, el Augusto de Prima Porta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario