“Imagínese que me encontraba en Pompeya, en lo alto de un muro estrecho
y en ruinas. De pronto se producía una sacudida, viniéndose abajo y
arrastrándome hacia el suelo de mármol antiguo…Debo decir que nunca encontraría
una ocasión más hermosa para morir, ni un lugar tan propicio para ser
enterrado”. F. Mazois. Carta a la Srta.
Duval
Por primera vez voy a
desviarme ligeramente de la figura de Augusto y su mundo para dedicar unas
líneas a Pompeya en otra semana triste para los que amamos tanto la arqueología
y el arte: nuevos muros han vuelto a caer en la ciudad del Vesubio a causa del
mal tiempo, el séptimo derrumbe en los últimos 6 meses y no es posible sentir
mayor impotencia y desconsuelo. Por eso quiero dejar aquí unas letras que
escribí en “Paisajes de una ilusión (mis
diarios italianos) sobre mis sensaciones tras visitar Pompeya.
“Acabo de llegar desde Italia y un gran pesar lacera mi alma. No han pasado ni 24 horas desde
mi regreso y la tierra ha vuelto a temblar en mi amado país transalpino dejando
un paisaje de desolación y muerte a su alrededor, tan sólo 9 días después del
anterior y devastador terremoto. Al igual que en el año 2009 con la tragedia
del L’Aquila y en 1997 en Asis, siento el dolor de Italia como si fuese mío,
porque cada vez que cae un trozo de Italia, es como si cayera un trozo de mi
corazón.
Esa fragilidad es la que me
empujo allá en el año 2011 a
no demorar más mi visita a Pompeya. Un sueño pospuesto una y otra vez por culpa de este espíritu mío, siempre reacio
a alejarse de Roma cuando está allí.
Sin embargo, meses antes se había derrumbado la Casa pompeyana de los
Gladiadores provocándome una gran zozobra, y en ese mismo instante, cuando leí
la noticia en la prensa, decidí que no podía demorar más mi cita con ese lugar mítico,
tan romano como la propia Roma. Así que en el que fue mi cuarto viaje a la Ciudad Eterna, obligué a mi espíritu a abandonarla durante un día y cogí el
tren en dirección a Nápoles.
Y aunque haya pasado un año…no puedo dejar de escribir sobre ella. Pocas
veces he sentido una emoción tan intensa como aquel 10 de junio cuando al bajar
de la Circumvesubiana
(el tren de cercanías que me llevó desde Nápoles) atravesé la cancela de la
ciudad devastada por el Vesubio el 24 de agosto del año 79 de nuestra era.
Cuando te vas acercando a la capital de
Campania, la visión del inmenso volcán recortando el horizonte, es una imagen
indescriptible, que te deja sin palabras. Y ya en Pompeya, da igual hacia donde
mires…desde cualquier punto si alzas la vista, allí está ese regalo de la
naturaleza dominando el paisaje y grabando en tu retina una estampa
inigualable.
Pompeya es mucho más que un enclave arqueológico turístico. Su
atmósfera es única. Lo más conmovedor es que este lugar maravilloso te hace
sentir la fugacidad de la vida a cada paso que das. Desde que atravesé la Porta Marina , que da entrada a
la ciudad, mi mente no dejó de pensar en cómo en un segundo se puede perder
todo. Y esa sensación, que no me abandonó durante todo el día y que se
reafirmaba cada vez que mis ojos se posaban en el Vesubio terminó de convencerme de que lo más
importante en la vida es aprender a disfrutar de la felicidad, allá donde ésta
se encuentre.
Pompeya era una ciudad próspera, un punto importante de paso de las
mercancías que llegaban vía marítima hacia Roma y el lugar escogido por los
romanos adinerados para refugiarse del calor sofocante de la Ciudad Eterna.
No obstante, de nada sirvió la opulencia ni el
dinero aquel 24 de agosto cuando la vida de la urbe y de sus habitantes quedó
congelada. En un segundo de desgracia todo ese mundo apacible desapareció bajo
una capa infinita de cenizas y lava. Y para la eternidad…por primera y única
vez en la historia: el regalo inmortalizado de ese instante.
Llevaba preparado un vasto itinerario, que pude cumplir casi en su
totalidad…pero todavía hoy soy incapaz de decidir que estampa me emocionó más: si
las huellas de las ruedas de los carros sobre el asfalto flanqueando los pasos
de peatones de hace dos mil años, el arrullo del agua que aún puede oírse
procedente de las fuentes, el pintoresco prostíbulo, los gimnasios, las
inmensas villa con sus espectaculares pinturas murales, las tabernas donde
todavía se siente el eco de las voces de dos amigos compartiendo un vaso de
vino, las bulliciosas termas, los grafitos electorales o aquello que te
traspasa el alma dejándola encogida, y que los italianos llaman calchi: los
cuerpos (conservados bajo una capa de yeso) de víctimas de todas las edades e
incluso de un perro retorciéndose en su cadena intentando huir de la tragedia.
No hay palabras para explicar los sentimientos que se agolpan en tu corazón
ante esa sucesión de imágenes que nos desvelan la inmensidad del legado de Roma
y que corrobora la magnitud de un Imperio romano que aún hoy domina nuestro
mundo.
La lucha para salvaguardarla debe ser prioritaria, pues Pompeya es la
enciclopedia en piedra que nos ha transmitido la mayor parte de los
conocimientos que poseemos de la cultura romana, o sea la nuestra. Es un
patrimonio, no sólo de Italia sino de toda la humanidad, un milagro donde más
allá de la muerte se resucita la vida y los sueños de nuestros antepasados que
entre sus muros viven eternamente”.
Reloj de Sol del Templo de Apolo. 2011
Calzada con huellas de ruedas de carro y paso de peatones. 2011
Frescos de la Villa de los Misterios. 2011
Horno de pan. 2011
Fuente. 2011
Casa de la Fuente Grande. 2011
Termas del Foro. 2011
Prostíbulo. 2011
Thermophilium de Vetitius. 2011
Fresco de la Casa de Venus en concha. 2011
Casa de los Cei
Grafitos electorales. 2011
Calchi en el Jardín de los Fugitivos.2011
Calco de perro. 2011
Calle de Pompeya. Al fondo el Vesubio. 2011
Apasionado artículo con mucha información que me servirá porque en tres meses espero estar allí.
ResponderEliminarGracias.
Ya te la ampliaré cuando se acerque el momento. Pompeya es alucinante, pocas veces me he emocionado tanto en un enclave arqueológico, y eso que suelo emocionarme bastante ante los restos romanos. Saludos
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