Augusto nació en Roma el
23 de septiembre del año 63 a .C.,
en la casa que su familia poseía en la ladera del Palatino, cerca de
las “Cabezas de Buey” y que tras su muerte fue consagrada como templo al ser el
primer suelo que había pisado. Recibió el nombre de Cayo Octavio, siguiendo la
costumbre romana.
Restos de la Casa natal de Augusto en el Palatino. Roma
Los Octavio eran una
familia adinerada natural de Velletri, un pueblo situado en una de las laderas
de los Montes Albanos muy cercano a Roma. De origen plebeyo, debían su
abundante riqueza principalmente a actividades comerciales. Este hecho fue muy
utilizado por sus enemigos políticos ya que lo acusaban de tener un antepasado
liberto o incluso que su abuelo se dedicaba a la usura. Él lo único que dice respecto
a su familia es que era una estirpe antigua que pertenecía al orden ecuestre.
En Velletri pasó Augusto
la mayor parte de su infancia, por eso hay quien afirma que nació allí. Lo
cierto es que en el siglo II d.C aún se conservaba la casa donde vivió, rodeada
del mismo modo de un halo sacro.
Escultura moderna de Augusto. Velletri
Su padre, Cayo Octavio,
fue el primer miembro de la Gens Octavia
que ingresó en el Senado. A pesar de su trayectoria política y militar
mediocre, su riqueza le permitió contraer matrimonio con Atia, hija de Marco
Atio Balbo y Julia Menor, hermana de Julio César, perteneciente a la
Gens Julia , una de las mayor abolengo de
Roma, pero tremendamente empobrecida. Con ella tuvo dos hijos, Octavia Menor y
Octavio, el futuro Augusto, a los que se sumaba Octavia Mayor, de un matrimonio
anterior.
Supuesto retrato de Cayo Octavio, padre de Augusto. Siglo I a.C. Gliptoteca de Munich
Supuesto retrato de Atia, madre de Augusto. Siglo I a.C.
Más no resultó
suficiente para Octavio hijo porque sus adversarios arremetían también contra
los ascendentes de Atia por parte paterna, pues se decía que algún miembro de
la familia regentó una tahona de pan. Según Suetonio hicieron circular un
libelo que decía así: “De la más grosera
tahona de Aricia procede tu harina materna; la amasó con sus manos manchadas
por el trasiego de las monedas”. Estos ataques a sus orígenes fueron
determinantes a la hora de moldear el carácter de Augusto, muy obsesionado por
legitimar su vínculo con César, la única sangre totalmente noble que corría por
sus venas.
Sin más gesta que haber ejercido el cargo de pretor y una
escaramuza contra algunos esclavos huidos de la revuelta de Espartaco en Turio
(tras la cual recibió el cognome de Turino que el pequeño Octavio usó
en su infancia), Cayo Octavio padre murió habiendo ejercido por un año el cargo
de gobernador de Macedonia y sin haber logrado ser Cónsul, la más alta
magistratura del Estado. Su hijo tenía tan sólo 4 años de edad. Pronto su madre
volvió a casarse con Lucio Marcio Filipo, que sí pertenecía a la alta
aristocracia.
La infancia de Octavio fue feliz, lejos de la agitación de Roma la
mayor parte del tiempo y en un ambiente muy familiar y bucólico. A pesar
de mantener buena relación con su padrastro algunos períodos se trasladó a
vivir con su abuela Julia, a la que estaba muy unido. También sentía gran afecto por
su madre (una mujer que aunaba todas las virtudes de las antiguas matronas
romanas) que lo sobreprotegía y asfixiaba más allá de lo razonable, y por su
hermana Octavia Menor, a la que le profesó un cariño profundo durante toda su
vida.
Octavia Menor. Siglo I a.C. Museo de las Termas. Roma 2018
Por otra parte, recibió
una educación severa, moralista y algo anticuada, encaminada sobre todo al
conocimiento del latín y el griego y a un dominio perfecto del arte de la oratoria.
Además de preceptores particulares también asistía a la escuela privada, donde
probablemente conoció al que sería su gran amigo y otra de las personas más
importantes de su vida, Marco Vipsanio Agripa.